El bushido y los guapos cubanos
En los Gatos Samuráis, un programa japonés para niños, escuché por primera vez sobre los samuráis; sin embargo, en esta serie repartían pizza y, por supuesto, eran gatos. A través de otros productos comunicativos nipones o norteamericanos, gracias a su gran capacidad para la calcomanía, cambié mi noción sobre ellos. Aprendí la manera en que aplacaban las rebeliones campesinas por órdenes de los señores feudales y, entonces, con gran tristeza, comprendí que ellos no eran inofensivos gatos ni mucho menos repartían pizza.
También conocí acerca del bushido (traducido al español: camino del guerrero), un código ético que signaba la vida de los samuráis. Con influencias del budismo y el sintoísmo, se dividía en siete valores principales: Gi (justicia), Yu (coraje), Jin (compasión), Rei (respeto), Makoto (honestidad), Meiyo (honor), el más importante entre todos, y Chuugi (lealtad).
A los guapos cubanos, por otra parte, los descubrí como personajes de la mitología nacional y, al andar y desandar calles, la leyenda se volvió carne, hueso y punzón. Estos desarrollaron su propio código ético, digamos un “bushido criollo”. La comparación, para que no la juzguen de ligera.
En mi criterio, porque no me sustenta investigación o encuesta alguna, solamente la curiosidad del mirón, para los “ambientales” —para emplear un término más contemporáneo—, el más significativo de los valores resulta el honor, el Meiyo, al igual que para los japoneses. Ninguna afrenta quedará impune. Un niño tímido, con su nívea camisa de uniforme y su bolsa de merienda, antes de salir hacia la escuela, el padre muy serio se le acerca y le dice: “Nunca te quedes dado”.
Estos sistemas de valores, el de la isla del sol naciente y el de la isla caimán, tienen un fuerte componente machista. Ambos les atribuyen a los hombres, no como especie, sino como género, una serie de virtudes y comportamientos determinados. La valentía, el Yu, por ejemplo. Siempre se conducirán como cojonudos corajudos que no le temen a nada, porque solo los cristales se rajan.
En Cuba, un factor importante para este análisis lo constituye la práctica de religiones de origen africano; la mayoría proveniente de reinos y tribus guerreras donde la braveza del soldado se tenía en alta estima y necesidad.
La lealtad, el Chuugi, constituye otro valor bien aprehendido y difundido. El vínculo con aquellos que comparten lazos de sangre, fe o amistad siempre se defenderá, en muchas ocasiones por encima de la razón o la justicia. La hermandad entre los hombres es inquebrantable. Plantes abacuás. Logias masónicas. Hermanos de religión. Primos. Socios del barrio.
Estas similitudes no solo se hayan entre la sociedad nipona y la cubana, también en cualquiera que tengan una base patriarcal y bélica; mas, resulta interesante cómo, al compartir cimientos, fenómenos culturales de esta índole coinciden en tantos puntos. Al final, entre los hombre, no como género, pero sí como especie, debe prevalecer el respeto, el Rei, y la compasión, el Jin, para alcanzar un entendimiento mutuo más allá de katanas y punzones.