“Agustín Drake no fue solo mi maestro, algo por lo que le estoy eternamente agradecida, sino también un cubano de un arraigo extraordinario, un historiador de esta ciudad, un duende que encontraba en cada esquina un objeto con el que construir un nuevo sueño”. Con estas palabras, la artista María Magdalena Campos Pons presentó al insigne yumurino ante los participantes en Ríos Intermitentes III.
En el patio de su otrora vivienda, repleto de toda suerte de obras plásticas pero también de artilugios recogidos con ese fin, de plantas medicinales y de mucho buen gusto, se desarrolló un sencillo homenaje, en la mañana del domingo 7 de abril, dedicado al autor del Corazón del San Juan.
Él fue un profesor admirado por generaciones de estudiantes pero también un creador único, polifacético e imprescindible. Campos Pons (Matanzas, 1959) recibió sus clases cuando cursaba el nivel medio, y confiesa sentirse marcada por su magisterio y por el hecho de ser un verdadero referente como artista cubano racializado.
“Cuando ahora se celebra en el mundo la tradición del surrealismo y tenemos una bienal en Venecia dedicada a eso, este señor lo hizo por décadas en este patio, en su estudio y en silencio. Fue patriota, comunista, experto innovador y murió siendo un soñador”, aseguró esta pintora, fotógrafa y performer, quien en la actualidad es una de las más notables representantes de la vanguardia artística cubana dentro del panorama plástico de los Estados Unidos.
“Tuve el privilegio de honrarlo y en la primera edición de Ríos Intermitentes dedicar una muestra a su obra, junto a la de otro artista, Melvin Edwards, un gran conocido a nivel internacional, pero cuyas obras corren parejas a las de Agustín Drake, unidos por el cordón umbilical de la energía del arte. Planeaban hacer una pieza escultórica juntos, en un espacio a la entrada de la ciudad; no se realizó en su momento, pero sé que la vamos a hacer”.
En el ambiente íntimo propiciado por este pequeño pero sentido encuentro, la activista feminista y antirracista rememoró la última visita a su mentor. “Me trajo a ver una mesa de la gran diseñadora cubana, matancera, Clara Porcet, que tenía en su comedor; también me regaló un botellita azul, de esas que antes se usaban en las farmacias, con flores de jazmín. Aún la conservo en mi estudio de Nashville”.
A su lado, visiblemente emocionada, la ceramista Leonor Jorge Vergara, viuda del creador, rememoró sus años juntos, la complicidad que como colegas en el arte también disfrutaron, e invitó a los presentes a visitar la casa en cualquier ocasión y consultar su biblioteca. “Tenemos muchos libros y documentos que arrastran parte de la historia de la plástica matancera”, aseguró a la vez que instaba a todos a volver.
“¿Y si creamos la tertulia de la casa Drake? —propuso María Magdalena entre risas, a la vez que agradeció a Leonor por seguir pujando por la obra de su difunto esposo—. Espero que este sitio perdure y se quede como el museo de estos dos grandes artistas.
“Una de las ideas de Ríos Intermitentes, además de exponer nuevas piezas, es mostrar los rincones donde tenemos acervo cultural. Sean bienvenidos a visitar estudios, casas, lugares, donde se construye la cultura, se sobrevive a pellizcos, arrancando del suelo y reinventando; no hay lujo pero hay infinita belleza y extraordinaria riqueza.
“En el futuro vamos a hacer un proyecto en Perico, el Cristo de los trabajadores que ya presentamos durante los eventos teóricos. La presencia de Agustín Drake nos guía, su espíritu nos ayuda a seguir empujando por su ciudad, el arte, la justicia, y por el puesto de los negros matanceros dentro de la increíble cultura cubana.Hoy queremos darle gracias al maestro por su legado, que descanse en paz convertido en un ángel negro con unas alas muy grandes”.
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