Los festejos de Navidad, los cumpleaños, las reuniones familiares, en la cabeza de Laura, se parecen más al patíbulo que a un momento de disfrute, y su refugio es el cuarto o un rincón en la cocina, donde el ir y venir la convierten en un ente invisible.
Al acercarse esas festividades anheladas por la mayoría de las personas que la rodean, ella suplica al viento algún imprevisto no muy trágico ni perjudicial, pero sí lo suficientemente fuerte como para lograr la suspensión de las actividades concebidas.
Y no es que Laura no quiera a su familia, es solo que el silencio, la tranquilidad y la intimidad con sus padres es todo lo que necesita para esperar el año o conmemorar cualquier fecha significativa.
Comer algo rico, vestirse con algo diferente aunque no sea de estreno, ver la televisión y darles un beso y un abrazo a sus viejos a las 12 de la noche es su concepto de esperar el año nuevo, por ejemplo.
El irrespeto constante a su forma de pensar, los “para cuándo el novio”, las bromas acerca de su gusto al vestir o la música que escucha, hacen de esas veladas algo indeseable para ella.
Mucho tiempo pasó para que en su cabeza esa rutina que tanto deseaba sonara normal o no reprochable, pues todos la criticaban; «bicho raro, huraña, antisocial», eran algunos de los calificativos de los miembros de su familia.
Ya adulta, con un hogar propio, logró librarse de esos eventos. No obstante, le costó enemistades y el desprendimiento de algunas ramas de su árbol genealógico, porque simplemente ya no aguantaría humillaciones a cuenta del parentesco o el ADN.
Tu deber termina donde empieza tu dolor. Suena fuerte, pero hay que entender que en ocasiones la mesa se comparte con un abusador, con la tía criticona o con el sobrino desagradable y maleducado, que no estamos obligados a soportar.
Para otros, cual sea la fecha, no gustan del bullicio o quizá prefieren salir solos a alguna fiesta; incluso hay quien perdió a alguien que amaba tanto que su partida apagó su sonrisa para siempre.
“Es que siempre ha sido así, cuál es el capricho de cambiarlo todo en estos tiempos modernos”, esgrimen los que bajo ningún concepto son capaces de aceptar a una persona como Laura.
Está bien celebrar, armar fiestas sorpresas y otras no tanto, si eso es lo que se desea; pero también es válido no querer estar en esos momentos. ¡Cada cual con sus razones!
¿Y, si en lugar de criticar a Laura, le preguntamos si hay algo que la incomode? A lo mejor podemos ser parte de la solución y así, de casualidad, traemos más armonía y comprensión.
El respeto es la palabra clave para entender lo diferente; no todos son iguales, no todos disfrutan de un arbolito lleno de luces y pompas u otras formas de festejo; sin embargo, todos forman parte de nuestra familia.
El respeto, esa es la clave!!!