Se vende cuna para niños de madera. Resulta entendible. Criar a Pinocho es más económico que a un infante de verdad. Al estar fabricado de pino no lleva pañales ni leche en polvo y duerme como un tronco y por tanto no da malas noches.
Se vende un tanque plástico de agua en buen precio; aunque el agua no se le niegue a nadie, ni siquiera a tu peor enemigo, ese que te chivateó con la maestra y le contó que tú fuiste el que le tiró el papelito a la niña de las motonetas, porque en cuarto grado no conocías otra forma de demostrarle que te gustaba.
Se venden turnos para sacar el Carnet de Identidad, porque a veces no sabemos quiénes somos. Hay días en que te levantas así y te sientes como un Husky Siberiano y no soportas este calor de Isla invernadero; y otros, te crees una puerta giratoria que todos utilizan para entrar o salir y tú solo das vueltas y vueltas ahí, o un ñame con corbata porque no entiendes nada o un papagayo o un cazador arrepentido. Por eso, necesitamos que alguien nos indique qué somos y que nos ahorre las madrugadas en vela en búsqueda de esa respuesta.
Se venden libros raros y de uso. Pertenecieron a una familia que decidió marcharse, pero en el vientre de los aviones no cabe la Biblioteca de Alejandría y por tal motivo debieron deshacerse de ellos. Quizá los entregaron por una razón aún más triste, los nietos no heredaron los hábitos de lectura de los abuelos y hace años que nadie hojeaba los volúmenes. Ahora puedes regatear uno y en la primera página encontrar una dedicatoria: “Para ti que me regalaste un mundo nuevo al aparecer en mi vida, yo te regalo otro”, y solo sabrás que dos personas se quisieron con fervor y te preguntarás si el amor no habrá pasado de moda o podrás comprarlo en algún grupo de Facebook.
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Se venden cachorros de Husky Siberiano para las estepas ardientes de la llanura La Habana-Matanzas o las frías cabañas de techo de zinc con un sol perpendicular. Es de raza, de esos que chillan cuando los agarras por el cuello. Para nada se parece a los que abundan por la calle, cuyo cuerpo luce como una clase de anatomía perruna, porque el esqueleto se le marca por debajo del pellejo y llevan en el lomo un circo de pulgas; pero te recuerdan a ti, ambos, tú y él, se lanzan a la calle, días tras día, para poder sobrevivir.
Se vende Cristal a 220 y Heineken a 170. No importa que la segunda provenga de Alemania y que, normalmente, adoremos a todo lo que se fabrica en los otros pueblos del mundo, en un tipo de solidaridad proletaria de consumo. En temas de cerveza nos volvemos chovinistas, queremos la de aquí: la Cristal, porque verde que te quiero verde, verde Palma Real, verde MLC; la Bucanero y su patente de corso que nos asalta los bolsillos cuando andamos con sed y no de agua, o incluso la que lleva el nombre del aborigen que quemaron en la hoguera, que la buscamos para refrescarnos en los días calurosos.
Se vende crema contra las arrugas. Dos untadas y recuperarás esa juventud que perdiste al ir de la casa al trabajo o esperando a que él cambiara o al sobrellevar esos tiempos en que el refrigerador parecía el Polo Norte, hielo y blancura por todas partes, y debías hacerlo habitable, poblarlo de vida con unos perros (calientes), o algún ave que luego pudieras ripear para estirarla por par de días, o algún pedacito de bisonte que viniera en la dieta de la casilla.
Se vende colchón. Está en buenas condiciones, se ha volteado una vez después que el niño se orinó en él y se le oreo a la mañana siguiente. Aún la guata no ha adquirido la forma del cuerpo al dormir; como los animales que se acomodan en un pastizal, y en él no se hace el amor desde años atrás, solo un eufemismo de este que consiste en satisfacer las ansias de la carne en las madrugadas aburridas.
Se venden juguetes sexuales. Te explicamos que la lujuria puede llevar pilas doble-A y ser de plástico, o tener que instalarle un adaptador, porque el enchufe tiene tierra y tus tomacorrientes no. También te ofertamos pilas y adaptadores.
Se vende una casa con un patio de tierra para que tus hijos jueguen y sus pies se enraícen con este suelo, con escalera de Caracol para que comprendas que subir no siempre se logra de forma rápida, y balcón a la calle para mirar a todos desde las alturas. Siempre recuerda que no adquieres un techo, sino un hogar en que debes, supuestamente, ser feliz.
Se venden cuchillas de afeitar, toallitas sanitarias, una finca, pedazos de una Isla, helado de chocolate con el envío incluido, un violín, un kit de maquillaje, una esperanza rota, un celular Samsung, una verdad y un templo, un aguacate y una virtud…
CUANTA VERDAD!! SU COMENTARIO ME RECORDÓ LA NOVELA BRASILEÑA TRANSMITIDA HACE UNOS AÑOS «VALE TODO», PORQUE TODO ESTÁ EN VENTA ANTE EL COSTO DE LA VIDA ACTUAL QUE PONE A LAS PERSONAS A PENSAR SIN TENER QUE DELINQUIR COMO SOBREVIVIR EN ESTA HECATOMBE QUE SE LLAMA VIVIR HOY EN CUBA.
Muy bueno. Se venden tantas cosas que ahorita nos quedamos sin nada.