Yadiel además de actor es bailarín, coreógrafo y director artístico. Foto: Cortesía del entrevistado
Natural de Aguada de Pasajeros, en la provincia de Cienfuegos, Yadiel Durán Bencosme nunca se imaginó que su realización en el arte como bailarín, actor, coreógrafo y director artístico, llegaría en una ciudad eminentemente cultural.
«Llegué a Matanzas casi de casualidad. Después de graduarme en la Escuela Nacional de Ballet (ENB), en La Habana, me ubicaron en el grupo Danza Espiral para las prácticas preprofesionales».
Su primer acercamiento al arte fue como dibujante en el movimiento de artistas aficionados. También estudió guitarra y se vinculó con un grupo de bailes populares. Estudió el nivel elemental de danza porque le gustaba, pero el nivel medio en la ENB fue por curiosidad, confiesa, pues no pensaba ser un bailarín profesional.
«En esa época abrieron un programa de cursos especiales, una oportunidad para que jóvenes con condiciones físicas hicieran en cuatro años los ocho de ballet. Me aceptaron y así me gradué en la ENB como bailarín-profesor de ballet clásico, pero en realidad lo que me interesaba era la técnica y seguir en la danza contemporánea.
«Luego de las prácticas me quedé en esta provincia, donde me fue bien como bailarín por siete años consecutivos, hasta que sufrí una lesión en una rodilla.
«Desde la etapa de estudiante montaba coreografías, y la directora de la compañía Danza Espiral, Liliam Padrón, me dio la oportunidad de incursionar en esa función. Eso me abrió un camino profesional como coreógrafo, y me dio la posibilidad de trabajar y acercarme a otros grupos y compañías.
«En 2011 empecé como bailarín en Teatro de Las estaciones. Me evaluaron como actor y comencé en ese rol, además de compartir con Liliam Padrón la creación coreográfica de esa agrupación», detalla.
También en 2012 se incorporó a Teatro El Portazo, y fue el coreógrafo de su primera obra, CCPC (The Cuban Coffe by Portazo´s Cooperative). Igualmente trabajó con los colectivos teatrales Mirón Cubano, Icarón y Papalote.
Por dos mandatos consecutivos asumió la presidencia de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Matanzas.
—¿Por la lesión abandonaste totalmente el baile profesional?
—Lamentablemente así fue, pero sigo vinculado con la danza por las cosas que hago en Teatro de Las Estaciones y como coreógrafo. Todo lo relacionado con el arte lo he aplicado después en mi vida profesional como coreógrafo, uniendo todo eso en la escena.
—Entonces, ¿la coreografía suplió esa nostalgia por el baile?
—En cierta medida, sí. Tengo que hacer la selección musical de la pieza que quiero hacer e inventarme la historia, por lo tanto mezclo elementos de la literatura y creo la escenografía y la ambientación con lo que quiero transmitir en el espectáculo.
«La coreografía me ha dado la posibilidad de experimentar y estudiar de manera individual cada especialidad, y eso ha hecho que me acerque al audiovisual, como el video-danza, y a producciones de video clip. No siento dejar de bailar como una frustración, sino como un proceso dentro de mi carrera. A esta especialidad del coreógrafo dentro de los espectáculos teatrales considero que todavía no se le da la importancia que debería».
—¿Cómo creador joven se te han abierto las puertas?
—Las puertas también uno las abre a partir del empeño que se tenga, con lo que seamos capaces de proponernos. Porque obstáculos siempre hay, personas que no te apoyan, que no te transmiten confianza… Sin embargo, hay que tener capacidad e inteligencia para tener claro lo que uno quiere y después saber cómo desarrollarlo hasta su feliz término. Todo lo que he hecho ha sido a partir de mi esfuerzo propio y de la valoración de las oportunidades que la vida me ha ofrecido.
—¿Llegar a Teatro de Las Estaciones le dio un vuelco a tu vida?
—Desde ese momento fui otro Yadiel. Ahí aprendí mucho con Rubén Darío, su director, una enciclopedia en el mundo del espectáculo. Tanto con Liliam Padrón como con Rubén sentí que no había terminado de estudiar.
—¿Tienes presente la responsabilidad social en tu arte?
—Lo que me propongo hacer artísticamente lo trato de hacer bien, consciente del valor social que tiene el arte, pues comprendo que siempre va a influir en alguien. Por eso afirmo que tenemos una responsabilidad con lo que subimos a escena, con lo que transmitimos. Hay que ser consciente de que puedes ser un motor impulsor o destructor de muchas cosas en cada puesta.
—¿Cómo es tu relación con el público?
—Muchas veces me siento entre el público para apreciar sus reacciones. Siempre me ha sorprendido cómo reciben mis obras, porque aun cuando no han tenido un programa de mano que me mencione como coreógrafo, he escuchado decir que hay algo nuevo en la coreografía. Eso me satisface porque se infiere que he creado como un sello. Todos los espectáculos montados con estos grupos teatrales han sido Premio Villanueva de la Crítica, y eso por lo menos me impulsa a seguir.
—¿Fracasaste alguna vez?
—Eso es parte del crecimiento. Algunas coreografías no han tenido el éxito esperado. Las que más trabajo me han costado desde el punto de vista de producción son las que menos el público recepcionó. Eso es parte de la vida del creador… No todo tiene que ser perfecto. De hecho, que ocurra ese tipo de cosas es bueno, porque me da la medida de que no puedes acomodarte, ni repetirte, ni subestimar la inteligencia colectiva de los colegas ni la del público.
—¿Tu coreografía más difícil?
—Fue un proceso complejo, porque era algo nuevo para todos los integrantes del equipo. En Teatro de Las Estaciones montamos El irrepresentable paseo de Buster Keaton, diálogo para actores, objetos y artefactos, inspirado en el texto original de Federico García Lorca, escrito en 1928, con versión dramática de Rubén Darío Salazar.
«Ese es un espectáculo surrealista, con pocos textos, con todas las acciones actorales pactadas coreográficamente. Ese es mi espectáculo de cabecera en el sentido de cómo uno puede lograr un espectáculo que funcione lo mismo para un público amante de la danza que del teatro, y lo pueden entender igual si utilizas actores, no bailarines».
—¿Te sientes cómodo en la dirección artística?
—Ahí está otra de las grandes alegrías de estar en Matanzas, donde sobresale la capacidad de organización y de saber armar una producción rompiendo fórmulas.
—¿Experiencia en estos dos mandatos al frente de la AHS?
—En mi etapa he intentado inculcarles a los jóvenes cómo podemos defender la cultura cubana y aquello en lo que creemos sin hacer concesiones, pero aplicando nuevas fórmulas, usando las tecnologías.
«La idea principal es aportar desde el arte, la cultura y la responsabilidad institucional que tengo ahora, y ayudar a que Matanzas tenga espectáculos masivos diferentes al resto de las provincias. Y creo que lo hemos logrado.
«Mi misión en estos años ha sido conectar con los jóvenes. En la AHS conectar saberes y deseos creativos ha sido una de las banderas que he defendido siempre, porque Matanzas ha tenido buenos talentos jóvenes en todas las manifestaciones artísticas que apuestan por la organización y están posicionados en el panorama artístico joven».
—¿Como llega la organización a su 4to. Congreso?
—Una de las fortalezas con que la organización llega a su 4to. Congreso es que todavía tiene una gran cantera de creadores, gente que a pesar de todo lo que ha sucedido en el país creen y confían en una asociación que se reinventa cada día para mantenerse a la altura de las expectativas de esos jóvenes.
«Nos alegra que la AHS sea el motor creativo de la mayoría de los audiovisuales cubanos, exposiciones y discos. Todo eso logrado a partir de una bolsa de becas y premios. Llegamos al Congreso con jóvenes con muchos deseos de hacer, confiados en que la AHS es necesaria, preocupados por la política cultural del país, por la sociedad… no solo por su creación individual, sino por la función transformadora del arte.
«Es de todos la responsabilidad de lo que en materia cultural sucede. Existen preocupaciones a nivel nacional sobre la proyección desde el punto de vista administrativo, teniendo en cuenta los cambios económicos que vive el país aceleradamente, y que nosotros, por nuestros estatutos, no podemos asimilar sin hacer modificaciones, y eso es de un congreso a otro.
«No podemos abandonar a los jóvenes y dejar que cambien lo que les gusta hacer y en lo que la Revolución les da la posibilidad de realizarse, que es en el arte, por algo que solo les garantice lo material. Eso no debería suceder nunca. Tenemos que mantener el espíritu de hacer lo mejor por la sociedad, y como creadores, ser libres y felices». (Por: Hugo García)