My brother, eso no funciona así. La gente que se va –no preguntes a dónde, solo que se va, llega al aeropuerto y «¿ahora me ves?, ahora ya no»– y se olvida de los que dejó atrás, que no queremos su dinero, ni sus maquinitas de afeitar, ni los zapatos para romper la discoteca aunque todos andamos cojos de presupuesto, sino a ellos, solo a ellos.
Hermano, eso no funciona así. El tipo que cuando ibas a su casa la madre te brindaba pan con timba y un refresco Toqui para que tiraran toda la tarde en las que armaban sus ejércitos con soldaditos plásticos y las butacas eran las fortalezas.
Es el mismo que estaba contigo la primera vez que diste un beso y te dio chucho toda la noche porque parecías el tiburón sangriento, parecía que te la ibas a comer, y él que te echó la culpa a ti cuando la madre, la misma del pan con timba, lo agarró con peste a cigarro en la ropa y te tiró el muerto arriba. Tú eras la chimenea, el qué encendía un taco con el otro, y ahora no te habla porque decidiste que hay muchas maneras de percibir y querer a una isla.
Eso no funciona así, chamaco. No se puede ir por ahí mientras se piensa que lo hondo del bolsillo es proporcional a lo hondo del alma.
La vida no está en el fondo de una botella de cerveza Cristal a 250 pesos que parte –parte por fría y te parte las finanzas–, que compraste a 150 en un punto que no puedes develar. Tampoco se encuentra en esas zapatillas de marca que cruzaron el cielo y luego quisiste, cuando me dijiste su precio.
Podemos estar escachados, pero nunca aplastados.
Señor, eso no funciona así. Entiendo que estar firmando y revisando papeles todo el día pueda ser el origen de la locura y que en su casa pueda tener problemas: la abuela, la que fue matriarca y patriarca, comienza a perder la cabeza; el niño más chiquito está a punto de desaprobar el año; tu mujer está a punto de recoger sus bártulos para irse probablemente con el panadero; pero eso no le da permiso para tratarme como un trapo. Usted no sabe los problemas que puedo tener yo y que intento ocultar detrás de este rostro de «todo está ok».
Querida, eso no funciona así. El amor no puede ser el chicle, el que se te pega en el pelo y tienes que meter tijera y tijera, ni el que mueles y mueles hasta que le sacas todo el sabor y luego lo escupes en el primer contén. Es suma y no resta y viene en todos los colores, hasta en purpurina. Los enfermeros existen y canalizan tan bien una vena como cualquiera. Las boxeadoras pueden sacarle un par de dientes de un jab a todo los que andan por ahí que dicen que el tamaño de los testículos es proporcional al valor. Eso sí, si puede explíqueme, que ahí me dejaron botado, por qué existe el ajedrez para hombres y mujeres. No entiendo qué tienen que ver los salones de parto con el jaque mate pastor.
Nada de lo anterior funciona así…. pero, por desgracia, para muchos sí. Es hora de meterle mano al asunto, y no se preocupe que no hablo del acoso, que tampoco debería funcionar como lo hace, sino de empezar a transformar aquello que nos separa en vez de unirnos.