Aclaro que lo que leerán hoy es una oda, esa composición lírica en estrofas de tono elevado que generalmente ensalza algo o a alguien. Pero me arriesgo a desafiar las normas y expresarles que esta es una oda en prosa, porque cumple los requisitos para ello. La remitió Eduardo Suárez Ojeda, residente en la calle 111 #32020 e/320 y 322, Calzada del Naranjal, en esta ciudad. Por su valor “poético” la transcribo íntegramente.
“Desde el mes de marzo pasado he estado atravesando graves problemas de salud que me han conducido a cuatro ingresos hospitalarios: tres en el hospital Faustino Pérez, en las salas de Cardiología (Intensiva e Intermedia) y Urología, y dos semanas en el Instituto de Cardiología, de La Habana.
“Quisiera expresar mi más profundo y sincero reconocimiento a todo el personal médico y paramédico que me atendió, por su profesionalidad y su excelente calidad humana, y a nuestro Sistema Nacional de Salud Pública, que pese a sus detractores y a sus indiscutibles carencias hace posible que un ciudadano común reciba la atención más especializada, con equipos de muy alta tecnología, que le permita conservar la vida y retornar a una normalidad relativa.
“Todo el personal médico, desde el especialista de guardia en el policlínico Milanés, pasando por el cardiólogo que me atiende en el Faustino, y los de la sala de Hemodinamia, en el Instituto capitalino, más los urólogos de dicho hospital, hasta los expertos altamente especializados que me intervinieron, hicieron en cada momento lo que tenían que hacer, incluyendo uno de los médicos del salón del Cardiocentro, que se mantuvo 45 minutos junto a mi cama presionando la arteria femoral para contener una inesperada y peligrosa hemorragia.
“Particularmente deseo expresar mi admiración al personal de Enfermería de la sala de Terapia Intensiva de Cardiología del Faustino, quienes garantizan la atención a pacientes encamados, sin acompañantes, sujetos a sueros y monitores que los inmovilizan aún más, dependientes de ellos para todo y que necesitan de su ayuda desde el cepillado de dientes, la satisfacción de necesidades fisiológicas, el suministro de alimentos y la posterior limpieza de los utensilios necesarios, hasta el baño de cuerpo entero sobre la cama, con el cambio diario de sábanas y pijama, sin olvidar la disciplina y rigor en el suministro de medicamentos, así como la realización de electrocardiogramas, todo con mucho amor y una solidaridad total.
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“Un fuerte abrazo para todos y espero que cada día nuestro Sistema de Salud Pública pueda ir recibiendo un poco más todos los insumos y medicamentos que posibiliten que este maravilloso personal pueda, aún con más eficiencia, llevar a cabo su humana labor.
“Para nosotros, y especialmente para mi esposo –acotó la reconocida profesora Isabelita Milián–, más que un deber es una necesidad expresar ese reconocimiento. Sería penoso que tanto esfuerzo, tanta calidad profesional y humana quedaran en el anonimato. Sabemos que el sol tiene manchas y esas son de las que más se habla, pero hay que enseñar también que tiene luz y da calor que garantizan la vida. Por eso es tan importante la misión de la prensa. En nombre de todos los protagonistas de esta historia, agradecemos la intención de publicar estas ideas”.
Otro asiduo lector de esta columna, José Carlos Rodríguez Sembrena, vecino de Salamanca, No. 29222, entre Manzaneda y Zaragoza, Matanzas, felizmente recuperado de una intervención quirúrgica, elogia la esmerada atención a los pacientes del doctor Miguel García Reyes, del anestesiólogo Salvador, la enfermera Ivetsy y los cirujanos Juan Miguel y Manuel, del hospital Faustino Pérez.