Una puede pensar que, porque vive en un país con una Constitución que desde hace más de cuatros años promueve la igualdad, la no discriminación por sexo, raza, religión… convive en una sociedad totalmente respetuosa y civilizada.
Una puede creer que, porque hace menos de un año se aprobó un Código de las Familias de los más avanzados del continente en materia de otorgar derechos a personas antes invisibilizadas, en Cuba no existe la homofobia.
Sin embargo, basta con ver cómo estallaron las redes sociales por un simple beso entre dos adolescentes lesbianas llevado a la pantalla chica por la serie Calendario, para comprender que todavía persisten rezagos tras conductas supermoralistas o ejemplarizantes.
Basta con apreciar a gente que aun vira la cara para no ver una caricia y que hacen muecas de asco ante cualquier manifestación de amor en público entre personas del mismo sexo; o a los que ofenden, denigran o cuestionan por la orientación sexual, para darse cuenta de que parte de la sociedad sigue juzgando a quienes no se ajustan a los moldes.
Por supuesto que sería iluso creer que tan solo la promulgación de leyes que reconozcan la diversidad familiar y el desarrollo pleno de los derechos sexuales y reproductivos, independientemente del sexo, género, orientación sexual o identidad de género, borrará de un plumazo años de patriarcado y machismo enraizados aun en parte de nuestra sociedad.
Tampoco se acabarán en un abrir y cerrar de ojos los patrones culturales establecidos y estereotipos impuestos con respecto a lo que se considera que es o hace un hombre o una mujer.
Todavía quienes no encajan en esos cánones pasan a una escala inferior de valoración social que le resta oportunidades, aun con derechos conquistados.
La homofobia es el término que sintetiza la aversión, miedo, prejuicio y discriminación contra las personas gay, lesbianas, bisexuales, transgéneros e intersexuales. Lastimosamente, en la Cuba actual esta asume diferentes formas que van desde destilar odio en las redes sociales, hacer gestos burlescos, emitir comentarios intolerantes, hasta otras manifestaciones más graves como el acoso o la violencia verbal y física.
Por ello, tanto el Código de las Familias, como el Código Penal y la Constitución de la República de Cuba, entre otras legislaciones, son tan trascendentes en el hecho de construir un marco jurídico sólido que no solo otorgue derechos, sino que también penalice con fuerza a quienes ejerzan la discriminación contra la comunidad LGBTIQ+, la violencia de género y familiar, o incurra en cualquier otro delito de odio.
No obstante, este es apenas el principio en el largo camino de romper las barreras que impiden el ejercicio de la equidad y la justicia social. Aún la batalla ha de continuar en la dirección de la sensibilización y el respeto a las sexualidades no heteronormativas.
Reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo o la diversidad familiar es una de las mayores conquistas en una Cuba que se declara plural y diversa, pero que aun acuna en sus raíces más profundas la discriminación y el patriarcado.
Cambiar mentalidades es quizás el paso más difícil en cualquier proceso, por ello la necesidad de educar a la población en el respeto a la pluralidad familiar y la no discriminación, paso importante para acabar de comprender que hoy en esta Isla el amor es ley.