Pasión de vivir el humanismo de las llamas (+Fotos)

Los bomberos son seres de un alma profunda que han trabajado durante décadas, les debemos la vida y la felicidad. Hay que retribuirles, por tanto…

Hace ya más de un año de los sucesos del Hotel Saratoga. En poco tiempo se dieron varios siniestros que pusieron a prueba a los bomberos de Cuba y que establecieron las pautas de uno de los cuerpos más gloriosos de nuestra Historia. Más allá de los hechos y de la narrativa que los ha puesto justamente en su sitial de honor; tuve la oportunidad de entrevistar varias veces a miembros de esta especialidad. Uno de ellos estuvo envuelto en acciones de salvamento en las cuales le iba la existencia. Las descripciones en torno a la adrenalina y la sensación que trasmite cumplir con el deber son increíbles. Sin embargo, la sencillez, el aplomo, la humildad de su carácter matizaban todo ese arrojo, esa búsqueda de los límites. Cada bombero es una especie de león que observa la oportunidad de lanzarse para colocar a recaudo a personas en problemas. No solo en el caso de la explosión del Saratoga, sino en todo escenario; los trabajadores de los cuerpos de bomberos encarnan lo mejor de la condición humana.

En Cuba, tener estación contra incendios era considerado un signo de urbanismo. Las ciudades buscaban contar con un equipo de hombres preparados para las contingencias, ya que una aglomeración humana trae consigo accidentes. El conocido estribillo de la canción popular cubana nos recuerda la constancia de los siniestros relacionados con las llamas: “El cuarto de Tula, cogió candela, se quedó dormida y no apagó la vela”.

Pero la modernidad llegó y ahora no solo toca apagar los incendios, sino prevenirlos. En la urbe de Santa Clara, en este 2023, se dio un récord de yerba quemada en las orillas de la circunvalación. Producto del calor y de la sequía, las llamas abrazaban a diario los bordes de esta capital provincial. Se tomaron medidas a nivel ciudadano, pero nada hubiese sido efectivo sin las instrucciones del cuerpo de bomberos, quienes mostraron cómo se hacen las brechas en la tierra para que no se extiendan los incendios. En todo ese trabajo, los guardabosques tuvieron buena parte de responsabilidad y de ahí que se lograra atajar a tiempo la ocurrencia de siniestros. Incluso para apagar un fuego hay que saber, no es solo echar agua o arena o cualquier otra sustancia que sofoque el calor.

Recuerdo que la primera imagen que tengo en la memoria de los sucesos del Saratoga es un bombero salvando a un anciano de los escombros. También que el pueblo de La Habana y los oficiales de dicho cuerpo se unieron como uno solo para sacar a la gente ahí atrapada, a riesgo de perder la vida. Más de una vez se ha dado que los héroes terminan su existencia entre las llamas, debido a su alto nivel de exposición y de riesgo.

Más que un día consagrado a la labor de los bomberos, tendríamos que canonizar sus hazañas y hacernos voceros de todos los hechos que subyacen a veces en el olvido. (Ricardo López Hevia)

En acontecimientos como el atentado a las Torres Gemelas del 2001, los bomberos llegaron a ser considerados héroes nacionales y como tal aún se les hacen honores. Nada hay de malsano en la labor que realizan, sino que llevan toda la esperanza en sus manos. Estos hombres y mujeres han hecho de la cotidianidad algo mucho más seguro, en la medida en que entrenan, colocan su cuerpo en mejores condiciones y llevan a su alma los buenos sentimientos de justicia, de amor por el prójimo y espíritu de solidaridad.
 

Los bomberos son un ente universal que es capaz de entenderse consigo mismo. No hay que buscar matices ni diferencias entre uno y otro contexto. Los mueve el riesgo, los alimenta el extremo. En sus ojos brilla esa pasión de la vida salvada, del niño que ve volver a su padre de las llamas, del pequeño que se libra de perecer calcinado. Las historias que tejen se suman a la inmensidad de relatos que a lo largo del globo existen en torno a ellos y se convierten en leyenda. Más que un día consagrado a la labor de los bomberos, tendríamos que canonizar sus hazañas y hacernos voceros de todos los hechos que subyacen a veces en el olvido. Se nace bombero, como se nace artista o médico. Más allá de la fuerza y de las aptitudes, se asume el amor como vocación y la ayuda como accionar diario. Cuando no están en medio del peligro, solemos verlos dar ejemplos de civismo, de buena educación. Porque todo parte del núcleo duro, de esa porción hermosa del corazón en la cual nace la esencia humanista.

Nadie duda de que más allá del dia del peligro, en las jornadas normales, los bomberos son excelentes amigos con los cuales conversar y en cuyas manos dejar miles de secretos que serán llevados con decoro. Quizás en este caso el hábito sí haga al monje, pues cuesta pensar que haya entre ellos malas personas. No se expone todo en aras de lo espurio, sino que se es siempre auténtico, poderosamente sensible. El siniestro del Hotel Saratoga nos conmovió e hizo que muchos compartiéramos en las redes sociales las imágenes de nuestros bomberos. Pasó otro tanto con la explosión de los tanques de combustible en Matanzas en el 2022 y más recientemente durante la caída de una pared en la Termoeléctrica Antonio Guiteras. Pero más allá de los hechos que poseen prensa, hay un bregar diario que a menudo resulta invisibilizado. Ese bombero es también padre y madre, hermano, amigo; posee un universo de afectos que esperan verlo regresar sano y salvo. Todo ese sobresalto, toda la opulencia del gesto hermoso, quedan en el silencio y solo vemos los titulares, los sucesos tremendos o algún que otro reportaje.
 

Los bomberos son seres de un alma profunda que han trabajado durante décadas a cambio de muy poco y quizás recibiendo alguna que otra loa siempre insuficiente. Les debemos la vida y la felicidad. Hay que retribuirles, por tanto. Más allá de la conocida canción popular que inmortalizó a una tal Tula, mujer descuidada y pirómana, nuestra conciencia debe inscribirse en la línea de evitarles peligros, o sea, incendios. Quizás sea el mayor homenaje que les hagamos cada dia.
 

Ellos, los que nos han amado sin conocernos, estarán dispuestos a salvarnos de las llamas, pero nosotros, los que tenemos el deber moral de cuidarlos, poseemos además la prioridad de conocer y de prevenir, de ser responsables. No todo va en una sola línea, sino que la tarea de cuidar la vida se entiende en muchos sentidos y direcciones. Hemos de construir una sociedad segura, con la menor cantidad de incidentes, en la cual los hijos de los bomberos, sus madres y amigos, los vean volver del trabajo.

Tomado de Cubahora

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