Cerca de las seis de la tarde del 24 de marzo de 1916 Ramón del Rosario y Cruz, de 11 años de edad, fue a cruzar la Calzada del Naranjal a la altura del acueducto, cuando es atropellado por un auto Chevrolet que transitaba a exceso de velocidad rumbo a Madruga. Al instante el pequeño era cadáver.
Conducía el vehículo Ramón Arroyo Suárez, vecino de La Merced 70½, en la barriada de Pueblo Nuevo. Instruido por homicidio involuntario, quedó detenido en el Vivac hasta el día 27 del propio mes en que fue trasladado a la cárcel local, como plasma el legajo 5, materia bandoleros, conservado en el Archivo Histórico matancero.
Aunque el acusado debía comparecer ante el juzgado, en libertad bajo fianza, no lo hizo. Años después comenzaba la leyenda.
Ramón Arroyo Suárez, alias Arroyito o Delirio, fue sin dudas el más famoso bandolero del siglo XX cubano. Oriundo de la localidad rural de Ceiba Mocha, su partida de facinerosos operó en la primera mitad de esa centuria, escenificando audaces raptos y robos, sin dejar de mencionar las espectaculares fugas de cárceles. Todo un personaje de leyenda, se aseguraba que el bandido sentimental, como también se le conocía, era una especie de Robín Hood criollo, que solo robaba a los ricos.
A las diez de la mañana del viernes 17 de noviembre de 1922, llegaba a Matanzas, escoltado por efectivos del Ejército Nacional, para comparecer a juicio por el secuestro del comerciante José Lantero, ocurrido en Ceiba Mocha, el 24 de septiembre del año anterior. Fue internado en la cárcel de la ciudad; ubicada donde hoy radica la Delegación Provincial del MININT, en la Calzada de Esteban.
Sobre las doce del día, se escuchó una fuerte detonación al fondo de la galera número 5, que abrió un agujero debajo de una ventana de gruesos barrotes. Por ahí, a toda carrera salieron varios detenidos, entre estos Arroyito, que fue recogido por un hombre a caballo, escapando ambos a todo galope. Considerado todo un héroe popular, se encendieron velas en varios hogares de la ciudad, rogando sus moradores por evitar la captura de quien había protagonizado una fuga tan osada como espectacular.
Ya en libertad continuaba sus acciones. El 24 de marzo de 1923 secuestraba al acaudalado empresario y comerciante Juan Bautista Cañizo. Trasladado el cautivo a una cueva en la periferia de la ciudad yumurina, fue obligado a escribir una carta a la esposa solicitándole dinero para su rescate. Finalmente está abonó 21 000 pesos por su devolución, sano y salvo.
(Por: Adrián Álvarez Chávez)