Cuando estás en una profesión en la cual el peligro te acecha de manera constante, pensarías que es difícil mantener una sonrisa en el rostro todos los días, pero para Maurelky Leiva Ortega es todo lo contrario. Verlo llegar por la mañana a la Empresa Eléctrica con su personalidad jaranera hace que subestimes la capacidad de este hombre.
¿Qué habrá hecho hoy? ¿Se subió hasta la cima de un poste? ¿Arreglaría algún tendido eléctrico? ¿Regresó de alguna tarea en las afueras de la provincia para ayudar a otros? Son preguntas que su familia se hace a diario, pues la complejidad de la labor de un liniero va más allá de nuestra comprensión, aunque para él son de los mejores retos que le pone la vida.
CUANDO LA VOCACIÓN LLAMA
A este joven de 40, aunque aparente 10 años menos, jamás se le hubiese ocurrido que se convertiría en uno de esos hombres que veía siendo niño vencer las alturas para llevar a los hogares la electricidad. Se podría decir que fue un llamado a la vocación, mientras estudiaba en el Politécnico Ernest Thaelmann. Allí empezó a gustarle este campo y a comprender su importancia.
Esto hizo que optara por la carrera de Ingeniería Eléctrica, si bien la abandonó mediados, pues tomó la decisión de ingresar a la Organización Básica Eléctrica (OBE) y formarse como liniero en la Empresa de Mantenimiento de la Construcción Eléctrica, también en la especialidad de Energía de Alta Tensión, en donde se mantuvo por dos años.
“Ya de eso han pasado 20 años, entré aquí con 21 y todavía no encuentro algo que me disguste, me gusta todo. Recuerdo cuando observaba a los linieros trabajando encima de las estructuras eléctricas, pero jamás pensé que tiempo después sería uno de ellos. Sin embargo, cuando escogí la carrera, vi que era necesario y me inserté en este mundo”.
Aunque se diga fácil, dos décadas de trabajo significan miles de horas en las que se expuso al peligro, por eso digo que valentía es una de las palabras que lo definen. En varias ocasiones presenció que un pequeño detalle le pudo costar la vida de sus colegas, de familias que no logran ver a su ser querido de vuelta, incluso él se ha escabullido de las garras de la muerte.
“Cuando estuve en el ciclón de Pinar del Río, el año antepasado, subí a una estructura y se vino abajo, no es lo mismo verlo a que te pase. Cuando estaba casi llegando al suelo, me solté, porque mi vida iba en juego y no la pretendía arriesgar; pero no, no llegó al piso y me salvé”.
Como dice aquel dicho de que “en la unión está la fuerza”, el quehacer de un liniero es de todos. En cada trabajo existe un equipo que ayuda a mantener la seguridad necesaria para afrontar a las tareas, radica ahí su papel como jefe de Brigada. Cada misión que lleva a cabo con su personal tiene como objetivo velar por el estado físico y sicológico, porque al peligro hay que enfrentarlo con la mente en claro y el cuerpo sano.
“Cuando la persona tiene la mente distraída, no genera igual, se debe hablar con ellos, conocerlos para saber qué se le puede dar o si lo tienes que sacar, pues también sucede que quizá la situación sea de gravedad y no puede continuar con la labor. Las tareas que realizamos, en su mayoría, son de riesgo, razón por la cual este siempre se calcula para la protección del trabajo y el trabajador”.
Debido a ello, podríamos decir que a Maurelky, más que un jefe, se le puede considerar un amigo preocupado por el bienestar de sus colegas.
“En el sector eléctrico, todos somos una familia, no me queda duda. A mí me duele cuando me entero de que un compañero en alguna provincia o municipio tuvo un accidente. Uno siente empatía porque entiende que podría ser uno mismo; las veces que he socorrido en ciclones, se han perdido vidas de colegas. Saber que dejas a las personas que amas atrás y no tener la seguridad de regresar es duro.
“Mi familia, a pesar de que está acostumbrada a esto, cuando regreso me aplaude, porque salimos de la casa con la esperanza de poder regresar cada vez. Nosotros trabajamos ‘en caliente’, como se dice aquí, y tenemos el peligro en la mano; si no comprobamos bien todos los medios de protección, créame que cualquier pequeño detalle nos puede costar la vida”.
MAURELKY, MÁS QUE UN LINIERO
Si existe una rama de nuestra sociedad que actualmente no goza de buena opinión pública es la del trabajador eléctrico. La contingencia electroenergética de los últimos tiempos ha desfavorecido un poco el quehacer de estos cubanos y él lo sufre. Ir a cumplir con una tarea y ser agredido verbalmente por las personas, después de trabajar ocho o 12 horas, para llegar a casa sin fluido eléctrico, constituye uno de los ejemplos del maltratos a los que se ve sometido en su jornada laboral o, como expresó: “Hay veces que la población olvida que además de linieros somos seres humanos”.
No obstante, esto lo toma como gajes del oficio; si eres disciplinado, logras sobrellevarlo, y esta es una cualidad que para Maurelky no puede faltar. “Con ella no solo cumples contigo mismo, sino también con los demás”.
Y es algo que intenta transmitir en una de sus grandes pasiones, la enseñanza. Desde el 2014, en la Empresa Eléctrica, este matancero cumple una tarea que disfruta: formar a las siguientes generaciones.
“Llevo 10 años como instructor y me encanta enseñar. Me hace recordar cuando entré hace años atrás. Muchos vienen con deseos de aprender, pero, cuando se dan cuenta de los peligros a los que se exponen, dejan la profesión.
“Escalar un poste de espuelas, eso a nadie le gusta, aunque siempre se busca el medio de seguridad para que, si el hombre se cae, no le ocurra nada. No todo el mundo se somete a eso, el temor es mucho mayor, pero hay quienes se quedan en el camino y después se convierten en mis colegas”.