“Saludos, amigos de Zona de aviso, el estelar programa deportivo de Radio 26…”
“Saludos, amigos, bienvenidos a su programa de orientación social AbiertaMente, como cada jornada de viernes…”
“¡El envío por el centro! ¡Strike cantado! ¡El tercero! ¡Se ponchó sin tirarle!”
Desde hace algún tiempo es constante y apreciada la presencia del matancero Alejandro Castellanos en la Emisión Estelar. Ya no es solo Matanzas, sino toda Cuba la que ve y escucha al popular periodista deportivo, como cuando sale al terreno en juegos televisados de los Cocodrilos para entrevistar a jugadores y managers.
El país entero está pendiente de su información a través del “vidrio”, pero también de su dicción, de su seguridad y capacidad de mantener el interés en lo que dice. Durante esos minutos en plano americano, como llaman al encuadre que le hacen los camarógrafos desde que el cine del Oeste lo bautizó así, Castellanos está solo ante el peligro. Sus palabras tienen que ser balas certeras, evitando la dispersión, y a fe de oficio que lo logra.
Recién llegado a la cincuentena, lleva más de la mitad de su vida preparándose para lo que hace cada noche en el noticiero de mayor alcance en la nación. Y, Matanzas adentro, su ejercicio ha sido constante. Los oyentes de Radio 26 y los espectadores de TV Yumurí, muy a menudo los mismos, han sido testigos a diario de su pericia profesional.
Lo que desconocen es que, aunque transmita sus notificaciones e impresiones del acontecer deportivo con la seguridad del que lee un papel detallado, en realidad prefiere correr riesgos. Casi siempre toma una hoja en blanco, diseña en ella una especie de mapa conceptual donde tres o cuatro palabras se relacionan con flechitas y dan forma a una idea en su cabeza, y una vez “en el aire” adorna aquello con una prosa hilada, coherente y compacta. Con su ritual de improvisación es capaz de meterse en el bolsillo a toda la afición cubana.
—Hay cosas que te ayudan a hacer bien tu trabajo y la gente no tiene por qué darse cuenta, mira… —le dice una tarde Alejandro a su adiestrado de turno, un estudiante de Periodismo que lo mira atónito.
En pleno estudio de filmación de TV Yumurí, a escasos minutos de empezar Con voz de pueblo, el programa de interés social frente al cual lleva unos 15 años, el tutor se toma el tiempo de dejar a un lado el guion y ponerse con cuidado una camisa blanca de rayas con algunos pliegues, sobre todo en las mangas, y encima un saco negro.
—¿Ves? El presentador tiene la camisa llena de arrugas, pero gracias a este saco de emergencia puede hacer su programa tranquilamente. Nadie se va a dar cuenta.
“Saludos, amigos, buenas tardes. Bienvenidos a su espacio Con voz de pueblo, como siempre les digo, con un tema de sumo interés…”
“Profe, deme sus valoraciones acerca de la nómina que se va a dar a conocer próximamente…”
Aunque Alejandro Castellanos nació en La Habana, allí apenas estuvo tres horas cuando llegó al mundo. Muy pronto trasladaron al neonato a la Ciudad de los Puentes, “mi ciudad”, como no duda en reconocerla.
Estudió en la primaria Julio Pino Machado, la secundaria básica República Popular de Angola y, a inicios del llamado Período Especial, en la vocacional Carlos Marx. Tres años muy duros estos últimos, hasta para un joven con su sentido del humor y del entusiasmo.
—Alejandro estaba escapado -admite su entonces profesora de Química-. Tenía una habilidad para improvisar en los seminarios… que yo no sé cómo no suspendía. Había veces que se paraba a exponer, sin haber estudiado, y con agarrarse a un tema en específico le bastaba. Empezaba a envolver aquello con su labia y terminaba diciendo cosas importantes relacionadas con el trabajo, y ganándose los puntos. No he visto a nadie más que tenga esa facilidad de palabra. Por eso no me extraña ver lo bien que hoy hace su trabajo. Lo que más le gustaba era la geografía, pero desde aquella época podía ponerse a hablar de cualquier cosa y te aparentaba tener total dominio del asunto.
Durante cinco años estudió Castellanos la Licenciatura en Geografía, en el Pedagógico yumurino, donde fungió como alumno ayudante y profesor. También impartió la materia en varias secundarias básicas, hasta que en 1999 apareció una convocatoria de trabajo en TV Yumurí. ¿Qué era TV Yumurí? En aquel momento, más que un telecentro, era un sueño hecho realidad para buena parte de la población matancera.
Con la aspiración de extrapolar su talento discursivo de las aulas a las pantallas, se presentó al llamado. Pasó por una serie de pruebas, cursos y eliminatorias, hasta quedar finalmente elegido por un grupo de prestigiosos maestros de la locución a nivel nacional.
“Saludos, amigos. Bienvenidos a Impacto deportivo. Hoy hablando con una joven promesa del ajedrez en nuestro país…”
“Matanzas, como todas las provincias, ya dio a conocer a los mejores deportistas, y ese será nuestro tema principal en el programa de hoy”.
Desde su fundación el 10 de diciembre de 1999, ya urdía Castellanos la posibilidad de sostener un espacio deportivo. Al fin y al cabo, cada telecentro requería de uno.
En dicha misión lo acompañó Leo García, que trabajaba en la radio haciendo programas de ese corte. Lo primero era buscar el nombre, y la asociación de ideas para ello fue tan fortuita como simple: tuvo lugar en la Ciudad Deportiva, en el estadio Panamericano, y la posibilitó Javier Sotomayor.
Desde cierta distancia, ante la mirada contemplativa de ambos colegas, el Príncipe de las Alturas estaba de práctica a todo trance: se ejercitaba y saltaba, una y otra vez, en pos de una dispensa con la cual participar en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000. Hacía unos meses, en los Panamericanos de Winnipeg, que lo habían acusado de dopaje. Tan injusta e impactante les parecía aquella situación que de sus adjetivos se les ocurrió extraer uno y convertirlo en “impacto”, la palabra que daba la idea exacta de lo que querían conseguir con el futuro programa.
Bajo la dirección de Leo, Impacto deportivo empezó a llegar a los hogares del territorio con una duración de 12 minutos. Las labores de producción más difíciles consistían en lograr la asistencia de todos los invitados, indispensables siempre para desarrollar con mayor atractivo el tema principal de cada emisión, pues costaba entender que el recién llegado medio implicaba estar casi toda una tarde a la espera de aparecer en cámara solo unos pocos minutos.
—Los atletas comenzaron a desesperarse en muchos casos, a no querer acudir -rememora Castellanos, y su voz normalmente férrea se endurece un poco más-. Después nosotros a tratar de convencerlos, garantizar su presencia para ese espacio en vivo… En fin. Luego llegó como director Jesús del Castillo, nuestro querido Chuchi, ya fallecido. También tuvimos a Somalí Aldazábal durante algún tiempo, y el programa creció a 27 minutos en un momento determinado. Se incrementaron también las secciones, logramos cambiar la escenografía, rescatar para el público a deportistas retirados desde hacía mucho tiempo y de quienes la mayoría no había sabido más…
Al margen de la labor comunicativa ininterrumpida en torno al deporte, si algo adicional disfrutó Alejandro hasta extremos fue la mejora escenográfica que el presupuesto posibilitó al cabo del tiempo. Contar con un buró formidable hacía más cómodo y vistoso el intercambio con los invitados y, gracias a las ventajas de la era digital en que el telecentro se adentraba, con los televidentes. Estos, gracias a la tecnología, enviaban preguntas en tiempo real y fomentaban ricos debates en directo.
“¡El envío por el centro! ¡Strike cantado! ¡El tercero! ¡Se ponchó sin tirarle!”
“Ya lanza. Le tira y conecta una línea entre right y center, pica la pelota… ¡A correr!”
En cuanto tuvo oportunidad, sin ser titular, Alejandro comenzó a narrar. Baloncesto, béisbol, cualquier manifestación le venía bien. Siempre como suplente en los inicios, recibiendo los consejos de profesionales como Jorge Arturo Castellanos. Su mayor deseo, tal vez más ferviente que emular a su tocayo de apellido, era simplemente mejorar día a día. Un joven Dayron Medina compartía con él la aventura.
De hecho, junto a Dayron viviría una de sus experiencias máximas como narrador: un juego de cero hits y cero carreras. Matanzas contra Pinar, en el Victoria de Girón. Es algo que sucede bastante poco, y al margen de esa ocasión solo lo ha presenciado en el Latino, entre los Cocodrilos e Industriales, en compañía de Pancho Soriano.
De toda su carrera, él se queda con la narración si lo instas a elegir. Pero, al instante, alarga la respuesta y la convierte en listado: asimismo posiciona muy arriba las coberturas periodísticas, “ser campeón” con su equipo de Matanzas y viajar a Nicaragua en funciones de prensa, entre algunos otros placeres inmensos.
Lo exhaustivo de su actividad como narrador y presentador se puede medir, por contraposición, con el reducido marco de opciones que le quedan por explorar; si hay algo que actualmente considera pendiente, en lo que le interesaría incursionar, sería la actuación en alguna novela radial, dar voz a un buen personaje. Y lo dice totalmente en serio.
Algún precedente hay en sus locuciones, lo mismo cuando sentencia el final de un juego solemne que en el “¡Tíralooo…!” que profería en Disco Atenas, el programa que hacía en Radio 26, al conceder un número musical. Ha exhibido una amplia gama de matices que bien podrían adecuarse a la interpretación dramatizada. Incluso parece dejar tras de sí un polvo de estrellas cuando se baja del carro, con las llaves tintineándoles en la mano, y todavía con las gafas de sol puestas atraviesa el lobby de TV Yumurí.
—Alejandro es impredecible y no solo cuando narra —cuenta Adolfo García, productor—, sino en cualquier momento. Lo ocurrente forma parte de su sello. Recuerdo que un día, haciendo una revista en la que había niños, nada más empezamos a transmitir él se vira para un lado mientras presenta. En vez de quedarse de frente a la cámara. Por poco me da una cosa cuando veo aquello. Y en eso dice: ‘Si se preguntan qué hago de lado, es que tengo delante a estos niños…’ y enseguida se pone a intercambiar y jugar con ellos. Él solito creó y salvó la situación. Es muy hábil.
“Buenas tardes, amigos. Ya estamos en Aquí a las 12, con un tema de sumo interés, como cada mediodía matancero…”
“Puntualidad absoluta, 12 del mediodía. La Hora Clave de ustedes y nosotros ya comenzó…”
Castellanos es uno de los pocos fundadores del telecentro yumurino que allí se mantienen laborando desde el fin de siglo. Es, en cierto sentido, el rostro longevo de esa señal.
Sentado en una cabina de la emisora vecina Radio 26, mientras concede una entrevista para un podcast testimonial sobre matanceros destacados en cualquier faceta, enumera diferentes pasajes de su recorrido.
Habla de la suerte de conquistar premios nacionales y concursos 26 de Julio con trabajos de crónica y entrevista, “dos géneros que se prestan mucho con los deportistas”, y de ser el conductor titular de Con voz de pueblo durante los últimos 15 años.
—Lo disfruto mucho, en vivo. Las personas llaman y cuestionan lo que sucede socialmente, siempre con el objetivo de mejorar. Y, bueno, también tengo que mencionar la radio. Me ha marcado mucho, y llevo varios años como narrador oficial.
Responde las preguntas con una prisa bien atenuada, incluso juega con las llaves sin que suenen porque sabe lo nocivo que sería para la grabación. Se hace tarde y le espera un largo recorrido en auto, pero se debe al micrófono que tiene enfrente.
—La relación con el público, a partir de la radio y la televisión, es fantástica. Soy una persona de pueblo, me gusta relacionarme, escuchar, aprender de las críticas, tratar de superarme siempre y saber que me debo a ese público, a esos aficionados que me quieren y respetan, y lo que hago es pensando en ellos. A veces con grandes sacrificios y limitaciones, en los últimos años teniendo que trasladarme 40 o 50 km por vivir fuera de la ciudad de Matanzas. Pero bueno, más que un trabajo es un placer.
Una pregunta le plantea si tiene algo que reprocharle a la vida.
—Quizás que pude haber sido más integral en algunos aspectos, mucho más de lo que fui de intenso con todas las personas que me quisieron tanto y hoy no están. Trato todos los días de ser la imagen de ellos, y su prestigio, porque también soy su resultado.
Se toma una pausa. Reflexiona, con la vista perdida al otro lado de la pecera, y prosigue. Tal parece que no ha contado a muchos lo que está a punto de registrar de puño y voz.
—Hoy tengo la posibilidad, por una captación que me hicieron, de trabajar en el Noticiero Estelar de la Televisión Cubana, en momentos de una altísima audiencia. Y eso me hace ganar en responsabilidad, y sobre todo, que los espectadores sepan que cada día los respeto y admiro más. Así soy yo, Alejandro Michel Castellanos Díaz.
“—Y para actualizarnos del acontecer deportivo, específicamente del béisbol, ya está listo en el estudio Alejandro Castellanos. Buenas tardes.
“—Efectivamente, saludos para ti, Carlitos. También para los amigos televidentes. Según dice un viejo refrán, no hay peor astilla que la del mismo palo, y eso sucedió hoy en el juego entre Industriales y los Cocodrilos…”