Vida en Series: Cuatro estaciones y un Conde

Serie Cuatro Estaciones en La Habana

Hace ya bastantes estaciones desde la irrupción de esta miniserie y, sin embargo, sigue nueva. El buen noir es siempre nuevo, se ambiente en Los Ángeles, en La Habana o en la Viena de Graham Greene. En novelas y películas, escritas y filmadas hace décadas, tándems como Hammett-Huston, Chandler-Hawks, Cain-Wilder o Padura-Viscarret nos siguen sacando en los titulares de la condición humana.

Por allá por 2017, aunque gestada el año anterior, sonó como un portazo huracanado. El mercado doméstico subió unos cuantos quilates de calidad desde que Jorge Perugorría exhaló la primera bocanada de niebla portátil en una noche noventera. “Son los vientos de Cuaresma”, le oímos decir mientras se acercaba a una mujer sola en la noche. A los pocos planos, resulta que Mario Conde ya tenía rostro para siempre.

Salvo que otro proyecto la supere en su mezcla de autenticidad y estilización o aspire a durar más y mejores capítulos, a poco menos de una década Cuatro estaciones en La Habana no solo es para mí la más vívida traslación a la pantalla del universo Padura, sino también la más oportuna posible: Conde no pudo contar con mayor suerte al escapar del papel.

Lejos de lamentar que nombres tan insólitos como España y Netflix hayan materializado este disfrute, agradezco el azaroso devenir que hizo posible esos encuadres, ese elenco idóneo, esa adaptación minuciosa y sentida.

Ya después de disfrutados, queda siempre el pesar de que nuestro policiaco audiovisual contemporáneo diste tanto de la planificación, el rigor, la fuerza y el arte que transpiran los fotogramas de Cuatro estaciones

En respuesta, ahí está el talento de cubanos como el propio Padura y Lucía López Coll en el guion, o Perugorría y el indispensable soporte de Molina, Almirante, Guerra, Delgado, García, Cruz…, incluso de rostros recuperados como el de Laura Ramos. Como digo, Conde no pudo contar con mayor suerte. Sus pocas aventuras filmadas sobrepasan en intensidad y vigencia a temporadas enteras de otros detectives, de otras latitudes. De esas que no cuesta hallar en la programación.

Vientos de La Habana (originalmente largometraje), Pasado perfecto, Máscaras y Paisaje de otoño son las historias que integran la tetralogía y, todas juntas, conforman una saga uniforme de largo aliento y emoción acumulativa.

A través de una dirección de fotografía que sabe buscar la belleza donde pocos la hubieran visto, a unos niveles de insólito equilibrio entre el texto hablado y el visual, con un ritmo prodigioso y un montaje que hasta en las persecuciones rehúye lugares comunes, no me importaría votar el conjunto miniseriado como una de las mejores películas de su año, de su género, qué se yo. Gracias a mi recomendación, alguien podría gozar de cuatro joyas por el precio de una.

Corrupción, traición, perversidad y fatalismo, entre otros elementos naturales de la narrativa universal, impulsan las andadas del investigador hard boiled mejor curtido de Cuba.

El Conde investiga mientras fuma, bebe y resiste los embates de cuatro episodios cruciales en su vida, con una firmeza solo comparable a la de una isla asolada por ciclones y penurias. Es decir, una firmeza que se resiente y, para seguir existiendo, tiene que recurrir de vez en cuando al quebranto, a las cuartillas, al sexo, al alcohol…

Repasar de nuevo esta Habana sin fin, sublime ejemplo de televisión “cinematográfica”, es como pararnos frente a un temporal y, después de retarlo con un “Llegaste, cabrón”, dejar abiertas las ventanas en vez de cerrarnos al torbellino que viene por nosotros. Una vez más, el play va a desatar diálogos como rayos e imágenes de estruendo. No nos lo podemos perder.


Lea también

Perseverancia

Redacción Periódico Girón – Muchas gracias, Marcos, por tu dedicación y el valiente ejemplo que das sobre la importancia de la perseverancia. LEER MÁS »


Recomendado para usted

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *