El primer año es una celebración muy particular, marca el comienzo de un ciclo de vida. La Compañía Circo La Rueda lo festejó el pasado 14 de diciembre en el Teatro Sauto, rememorando la herencia de donde parten históricamente los circos de antaño; pero, en especial, el Circo Atenas, con su carpa y sus números fascinantes; y luego, más cercana en el tiempo, la Compañía de Variedades Circenses Espectro, que fundó William Martínez Reyna en el 2002, con sus espectáculos concebidos con creatividad, sus espacios comunitarios y trabajo teórico, que más tarde, con una corta vida, se transformó en el 2020 en América, liderado por Enrique Martell Rosales.
El nacimiento de La Rueda tuvo en Yoilen Sánchez la esperanza de revitalizar el arte circense en Matanzas o perderse, diseminado en mínimas estructuras, en lo que muchas veces se prioriza, la comercialización por encima de la relación con un público ávido, que de alguna manera ponía en peligro la existencia del circo como institución, parte del diálogo espectacular con los espectadores.
El gran mérito de Yoilen, que proviene en esencia de Teatro Papalote y su escuela, de su labor como payaso, de su inserción en la complejidad del arte circense, ha sido cohesionar y dinamizar la existencia de la agrupación, darla a conocer entre el público matancero, que en gran medida no sabía que Matanzas tenía un circo, según encuestas, porque en los últimos años pocas veces se le vio, como conjunto, en presentaciones en nuestras instituciones.
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Más allá de que un año es solo un inicio, una brújula de lo que puede hacerse en el futuro, Yoilen Sánchez, más conocido por El Chino, ha propiciado espectáculos con una coherencia dramatúrgica, con una visualidad renovada, buscando caminos en los que la colaboración con muchos, incluidos los del mundo del teatro y la danza, ha sido un punto orgánico desde la primera vez que se presentaron en el Cine Teatro Cárdenas el 23 de diciembre del año pasado; lo que también se pudo ver en el espectáculo de cumpleaños en el Teatro Sauto, aunque apunto que el primero tuvo mayor consistencia dramatúrgica en la creación de la historia, personajes, y por la selección de los números, armónicamente tejidos, propiciando la síntesis y el uso del tiempo y ritmo como un todo.
Yoilen, en este año intenso, ha trabajado en la imagen y promoción de su colectivo, ha creado espacios y se ha propuesto una intensa y bien correspondida programación, que ha sido efectiva para ir condicionando al público respecto a la existencia de La Rueda. Es un joven con deseos de mover la rueda. Y enfatizo su nombre porque su liderazgo es fundamental, para el presente y para lo que se propone en el futuro nuestro circo.
El espectáculo de aniversario, que fundió a varias generaciones de artistas, incluido el legendario Tomás Araujo, varias veces nominado al Premio Nacional de Circo, que rindió homenaje al Charro Negro, el experto en látigo, se caracterizó por el uso del audiovisual, la potenciación de espacios múltiples, la mixtura de lenguajes; aunque algunos no mostraron lo mejor que pueden dar.
Asimismo, defiende el sentido de entrecruzar lo tradicional y lo contemporáneo, en un viaje que podía haber contado con una selección más rigurosa y una síntesis que influyera en la dinámica del uso del tiempo y el espacio, por ejemplo, demasiado largos los números introductorios, para formar parte de un todo de la dramaturgia.
La selección musical de los números aún no logra ser la mejor y es algo que no se consigue concientizar.
Lo cierto es que agradecemos este encuentro en el Teatro Sauto, escenario de muchas de nuestras historias del circo sin carpa; también lo agradeció el público, que gusta de la manifestación como entretenimiento, espacio para el riesgo, la audacia, la gracia y la belleza.
El logo de La Rueda, diseñado por Frank David Valdés, ha dado su primera vuelta sobre los caminos de la creación circense en Matanzas, y el ímpetu de una generación de artistas que le insufla vida a las banderolas ondeantes de las carpas de la memoria y a las pistas del futuro.