Hay quien dice que a los isleños la Isla nos queda estrecha, mas esos que nacieron cerca del mar no suelen necesitar un avión para alejarse, hallarán la inmensidad desde una playa. Aprendieron a atisbar el universo desde la orilla. La línea insondable del horizonte, donde el cielo y el mar se abrazan, les facilitó la evasión.
En una playa siempre afloran los recuerdos como olas: tras la respiración sosegada del mar surgirá el pasado, y los ausentes, más presentes que nunca, como delfines retozan en la cresta de la ola.
A orillas de una playa siempre se amó, se leyó un libro o se mitigó una pena.
Dicen que Adán y Eva nacieron en el Paraíso, pero nadie dijo si fue cerca de una playa. Porque a orillas del mar, sin dudas, surgió el mundo y emergieron los primeros habitantes de la tierra.
Allí fue el comienzo, y también el final de muchos: en una playa se aprende a nadar, a morir, y hasta a aprisionar los recuerdos para no zambullirnos en la nostalgia.
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