San Miguel de los Baños fue un sitio famoso, concurrido. La arquitectura lastimosamente deteriorada no logra disimular la belleza de cuando era un próspero centro turístico debido a sus manantiales de aguas medicinales.
Está lejos de la ciudad de Matanzas, y otro tanto de la cabecera municipal de Jovellanos, localidad a la que pertenece este consejo popular. San Miguel puede haber perdido la mayoría de sus atractivos de antaño, pero jamás el sentido de pertenencia y la hospitalidad de su gente.
Para llegar, es necesario desviarse unos siete kilómetros de la carretera central desde el poblado de Coliseo. Cuando llegó el Jeep que la Unidad Militar ubicada en San Miguel prestó, recogimos el audio de la Casa de Cultura de esta comunidad, la cual tiene a su cargo una Sala ubicada en el vecino San Miguel de los Baños, allí nos comentó la directora que están apoyando el recién creado Proyecto Sociocultural y piensan presentarlo oficialmente en septiembre al Gobierno del Municipio: «para que tenga un instructor profesional, con su salario y otras facilidades, porque hasta ahora han estado trabajando con mucho esfuerzo de los coordinadores, que ni siquiera son del sector de la cultura».
Y es que el motivo que nos llevó hasta San Miguel no fueron sus míticos baños, sino la iniciativa de un matrimonio: la maestra Mayelin y Edisbel Chill, hijo orgulloso de San Miguel, de crear un Proyecto Sociocultural para los niños, niñas y adolescentes, al cual han llamado «Sol naciente. Conquistando corazones».
Porque bailar es soñar con los pies
No sé si ellos conocen la canción de Sabina, pero esa frase me parece un resumen de sus motivos para emprender este proyecto, en tiempos tan difíciles:
«Me impulsa el simple hecho de ver felices los niños y realizados sus sueños ya que existe talento, pero desgraciadamente la fatalidad geográfica no les da chance en todos los casos de desarrollarlo. Esperamos seguir creciendo y nuestro mayor deseo y también la mayor compensación es ver la alegría de esos pequeños cuando pueden, o al menos intentan realizar lo qué les gusta», expresó Edisbel.
Su esposa, Mayelin, se las ingenia para organizar todo en el trabajo cuando tienen ensayos y «dejar adelantadas las cosas en casa, para eso también cuento con la ayuda de mi esposo, tanto en el proyecto como en la casa. Son tareas agotadoras, pero las hago con mucho amor porque me encanta el trabajo con niños y cada día me siento más orgullosa de lo que hacemos, porque a los niños le divierte, lo disfrutan, y eso me me hace muy feliz».
Cuando uno pensaba que ya todo tenía un precio, te encuentras este grupo de gente apasionada donde una u otra mamá le garantiza la comida al compañero del audio, entre todas consiguen los vestuarios, algún vecino o los oficiales de la Unidad Militar ponen sus transportes en función de lo que haga falta, nada es perfecto, pero cuando se pone el corazón, las cosas funcionan increíblemente, aún sin presupuestos ni ganancias.
De eso va la razón por la que la maestra María Elvira Carmenate, una institución del trabajo sociocultural en la provincia de Matanzas, se ha incorporado a este empeño:
«Me sumé porque creo que los proyectos son necesarios para que los niños puedan recibir educación desde otra perspectiva. El proyecto me da vida, es lo que siempre me ha gustado hacer y el pago lo recibo cuando veo que los niños han logrado lo que uno se había propuesto, cuando veo cómo cambia su personalidad».
La instructora de arte, compositora y hace unos años profesora de Historia en la Secundaria de San Miguel, agregó: El proyecto es necesario porque vivimos en un lugar de difícil acceso, que está sufriendo las mismas situaciones que el resto del país y quizás más crudas por la lejanía que tiene de la cabecera municipal, de la cabecera provincial y los niños no tienen todas las opciones recreativas, pues esta es la manera que tenemos de que ellos sean felices, que salgan, conozcan, porque son invitados a presentarse en otros municipios, en la cabecera provincial… es la manera que encontramos para que los niños de San Miguel de los Baños sean felices».
San Miguel no es lo que fue, pero estos niños le espantan a la nostalgia cierta cuota de tristeza, más bien se empeñan en convertirla en esperanza. Ellos cantan y bailan como si la pequeña Sala de Cultura fuera la puerta mágica a un mundo soñado y, mientras tanto, Celia sonríe al fondo del escenario, su presencia motiva y bendice…