Tany Allende es un nombre que, cuando lo escuchamos, enseguida nos lleva a la radio de la cual fue una de sus voces inolvidables; medio al que entregó gran parte de su vida como actor y locutor. Pero la labor de Tany va más allá de la radio.
Su vínculo con el teatro está en diversos momentos, anteriores a lo que sería el origen del Conjunto Dramático de Matanzas (que tuvo varios caminos antes de 1960, cuando evolucionó desde aficionado, semiprofesional y profesional en una interesante historia que revelan los documentos y testimonios de algunos integrantes de esa etapa, como son la historiadora Gladys Pérez y el propio Allende).
Tany aportó varios años de entrega al teatro como actor, participando en algunas de las puestas más representativas de esa etapa, que contó con talleres de formación de lo más renombrado del teatro cubano y un repertorio muy particular.
Las imágenes donadas por Tany nos llevan a instantes de las simientes, anterior a 1960, como el grupo Atenas, dirigido por Roberto Cazola, que tuvo una pequeña sala a la que llamaron Milanés, en la calle Matanzas, entre Medio y Río, en lo alto de lo que es actualmente la Escuela de Economía; pero también la Academia Municipal de Arte Dramático, que funcionó en el Teatro Sauto, y en la que se formaron varios de los que después integrarían el teatro profesional con la Revolución, como Miriam Zulueta, Hugo Araña Anneris y la mencionada Gladys Pérez, quien ofreció testimonios iluminadores.
Tany, en el mismo lugar, donde actualmente se encuentra su casa en Milanés, que fue una de las librerías particulares más importantes de la ciudad, hasta su fallecimiento, no solo ensayó obras teatrales, sino también radioteatros con un grupo de jóvenes artistas.
En la vorágine de las tablas en los 60, se puede ver a Allende interpretando varios personajes, así como viajando a zonas inhóspitas en un camión del Consejo Nacional de Cultura, preparando un escenario o montando una escenografía.
Sus aportes pueden reconocerse, por lo que dijo sobre él la prensa de la época, de la misma manera que refleja acontecimientos culturales que forman parte de un acervo patrimonial, que no se pierde en el vacío por el registro de sus protagonistas y por un posterior trabajo de conservación y difusión.
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A Tany hay que recordarlo de muchas maneras, por su trabajo como actor, locutor, promotor y como archivista de una etapa fecunda.
Una visita a su casa, o de él a la nuestra, era encontrarse con la memoria de décadas pasadas, de conocer los vericuetos de la historia por sus testimonios y por la manera en que conservó carteles, programas de mano y fotos, muchas de las cuales tenemos gracias a su gentileza y sentido del valor patrimonial.
Nombres como los de Efraín Dávila, Gladys Pérez, Dulce Santiago y Tany Allende, entre otros, contribuyeron a que las décadas del 50, 60 y 70 llegaran a nuestros Fondos; y no se perdieran, como ocurre constantemente con los que se nos van y no dejan su legado, a veces abandonado en lugares inverosímiles o que cae en manos de archivos individuales, que no se usan para el bien colectivo.
La memoria también se construye por seres como Tany Allende, minuciosos, sensibles, comprometidos con la cultura, capaces de afianzar los nexos con otra generación, como un camino eficaz para contrarrestar el alzheimer de la historia, pero también vacuna contra la desidia, la ineptitud y la irresponsabilidad con la nación de los que dejan perderla.
Los Fondos Tany Allende, en la Casa de la Memoria Escénica, son una de las vías para recordar su ejemplar trayectoria.