El duelo entre Las Tunas y Matanzas parece una final adelantada.
El béisbol, como la vida, da segundas oportunidades. Y terceras. Y cuartas. Y quintas… Hay quien las aprovecha, otros lo intentan sin poder y algunos ni las ven pasar.
Este año Camagüey estuvo cerca de «insubordinarse» a Papá Santiago, pero al final este se impuso y le dijo: no es en esta, espera tu sexta ocasión.
Ahora le toca a Las Tunas, víctima de Matanzas en los tres playoffs en que se han enfrentado. Siempre los Leñadores comienzan ganando el primer juego y después los Cocodrilos se comen a trozos los pedazos de leña.
Hoy empieza la semifinal que muchos, y me incluyo, consideran una final adelantada, entre dos de los mejores equipos de los últimos años. Son, como en la economía cubana, los nuevos actores, pero en la escena beisbolera.
Matanzas empató un difícil récord de once semifinales en 12 campeonatos seguidos. Lea bien: 11 en 12. Eso solo lo había hecho Pinar del Río, de los cuatro históricos, pero solo poseen los Cocodrilos un título, que es, en definitiva, lo que distingue el currículo.
Las Tunas venía eslabonó una cadena de cuatro preseas seguidas hasta que el año pasado chocaron con Papá Matanzas en cuartos de final, y ahí mismo quedó trunca la seguidilla. En los dos años anteriores el mismo depredador los había dejado en bronce.
Se viene una batalla campal entre dos poderosas tandas ofensivas dispuestas a seguir camino a la final. Una, con más caché en eventos internacionales; la otra, compacta, que juega con mucha soltura en los predios nacionales y tiene hombres igualmente probados.
Si Matanzas tiene a Erisbel Arruebarrena, Yadil Mujica, Yurisbel Gracial, Rubi Silva y Andrys Pérez; Las Tunas dispone de los hermanos Alarcón, Roberto Baldoquín —ojo con ese muchacho, no creo que quede fuera del próximo equipo Cuba—, Rafael Viñales, Dánel Castro, ohh, el viejito-niño que sigue repartiendo palos a la hora buena, y el líder en bateo de la campaña regular, Héctor Castillo.
Ambos cuerpos de lanzadores están menguados, con bajas sensibles por contratos en ligas foráneas, pero la dupla Naykel Cruz-Renner Rivero pudiera hacer la diferencia en la rotación, mientras sus rivales necesitan que los marcadores lleguen con ventaja a su matador Alberto Pablo Civil, segundo en juegos salvados de la temporada (15).
Si me obligan a decidirme por uno, digo que Matanzas, pero es un vaticinio que en términos porcentuales dejo en 52-48. El rango de error puede voltear la historia y no me sentiría un pronosticador frustrado.
Fueron ambos equipos los primeros en asegurarse el cupo a semifinal con dominio visible sobre sus contrarios, Ciego de Ávila y Artemisa.
De las cuatro nóminas sobrevivientes. Repito: de las nóminas, que tiene que ver con nombres, son Matanzas y Las Tunas las más balanceadas; otra cosa es la sinergia de los equipos, que en instancias como estas se crecen y muchas veces no es el de más caché el que alza la corona. Sobran los ejemplos.
La otra semifinal, que comienza el sábado, pondrá frente a frente a dos históricos: el Industriales que se convirtió en el plantel que más veces ha avanzado a semifinales en series nacionales (18), una más que Pinar del Río y Villa Clara, y el Santiago de Cuba que desde 2008 no llegaba tan lejos.
De ellos escribiremos en una próxima entrega. Un viejo conocedor del béisbol cubano me dijo que cuando los históricos están en pelea no se les puede dejar fuera de los vaticinios. Y esos juegos de Wilber Reyna ante el camagüeyano Pepe valen tanto como el fildeo de Yosvani Peñalver para matar a unos Gallos que estuvieron a un centímetro de una sensacional victoria.
Se vienen días intensos, por el calor y por el béisbol. Con revancha o sin ella, pero a estadios llenos, y eso siempre es ganancia pura.
(Por: Norland Rosendo González/Cubahora)
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