Expresión cabal de la determinación del pueblo cubano de responder a cada agresión imperial con más Revolución y más socialismo fue su decidida reacción ante los ataques aéreos a los aeropuertos de San Antonio de los Baños y Ciudad Libertad, en La Habana, y el Antonio Maceo de Santiago de Cuba, al amanecer del 15 de abril de hace 62 años.
Calificados por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz como el preludio de la agresión armada con que pretenderían derrocar el victorioso proceso (tal como ocurriera horas después con la invasión por Playa Girón), los enemigos jamás calcularon la disposición de defenderlo a toda costa, ni la unidad de los fogueados combatientes rebeldes y los jóvenes incorporados a las Milicias Nacionales Revolucionarias con ese propósito.
Fieles a los manuales de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), los bombarderos B-26 procedentes de Puerto Cabezas (Nicaragua) se aproximaron a la Isla amparados en las escasas luces del alba y mostrando a baja altura insignias de la Fuerza Aérea Revolucionaria y la bandera cubana en la cola, para dejar caer cobardemente sus bombas y ametrallar las naves e instalaciones en tierra.
Quisieron aparentar así una sublevación de pilotos. No obstante el nutrido fuego de los bisoños antiaéreos, entre los daños provocados fue más sensible la pérdida de siete personas en Ciudad Libertad, entre las cuales se cuenta la del joven miliciano Eduardo García Delgado dejó para la historia, poco antes de morir, el nombre de Fidel escrito con su sangre generosa.
La más contundente denuncia del crimen fue hecha precisamente en el sepelio de las víctimas por el Comandante en Jefe, quien echó por tierra la ruin versión de pilotos sublevados, y ante la multitud de milicianos con los fusiles en alto proclamó que esta Revolución Socialista la defenderían con el valor con que el día anterior los artilleros antiaéreos acribillaron a balazos a los aviones agresores.
Sus argumentos demostraron con infalible visión militar las intenciones de la que sería la invasión de Playa Girón, y terminó llamando al combate y a la movilización general con las estrofas del himno nacional entonadas por todos. Cuba entera estaba ya en pie de guerra, combatientes y pueblo en general juraron defender hasta la muerte la Patria Socialista.
Puede decirse que así, desde el mismo preludio de una agresión a mayor escala, el imperio y sus mercenarios comenzaron a recibir derrotas, tanto en el plano militar al no poder destruir la Fuerza Aérea Revolucionaria que le asestaría importantes golpes en el aniquilamiento de la invasión pocas horas después, como también en el contexto político mundial, y particularmente en América Latina.
Cuba irradiaría con más intensidad, validando la apreciación de Fidel años después, de que: «El socialismo es y será la esperanza, la única esperanza, el único camino de los pueblos, de los oprimidos, de los explotados, de los saqueados; el socialismo es la única alternativa. Y hoy, cuando lo quieren cuestionar los enemigos, debemos defenderlo nosotros más que nunca».