Si algo definiera a Leinys Cabrera Valdés, además del inmenso talento o la entrega con que asume cada interpretación, sería definitivamente su sonrisa y esa energía que la acompaña dentro y fuera del escenario. Quienes la observan por las calles de Matanzas -a pie, montada en zancos, sobre una bicicleta, rodando encima de un barril o saltando frente a los cientos de niños que rodean las funciones– podrán confirmarlo.
Más de diez años junto a El Mirón Cubano avalan su ya extensa trayectoria en las tablas matancera; sin embargo, prefiere asumir con humildad este tiempo en el que asegura no haber dejado de aprender. No aspira a mucho más que hacer teatro y disfrutarlo, así de simple.
Lea también: El Mirón Cubano atrapó con su versatilidad al público colombiano
“Mesitas nos recordó todo el tiempo al público cubano” (+Fotos)
A propósito de uno de los más recientes reconocimientos a su obra, el premio de actuación Adolfo Llauradó en la categoría de Teatro Infantil, desde el Periódico Girón conversamos con esta joven pasional, alegre y comprometida con el teatro.
— Te conocemos principalmente por tu trabajo en varias de las puestas en escena de El Mirón Cubano. ¿Cómo llegas a este colectivo?
—Llegué en 2012, luego de seis años en el Taller de Jóvenes de Teatro Papalote. Fue Pancho quien me invitó a formar parte del elenco de “La palangana vieja”, una obra que querían presentar en aquel momento en el Festival de Teatro de Camagüey.
“Soy graduada de la Escuela de Instructores de Arte René Fraga Moreno de la especialidad de teatro. Empecé en Papalote justo después de concluir los estudios. En aquel momento René Fernández Santana, su director, me invitó a formar parte de ese taller que integré junto con otros egresados de mi generación.
“No entré directamente al elenco principal, pues eran tiempos donde resultaba complicado formar parte de un grupo de teatro profesional siendo instructores de arte. No se comprendía nuestra labor como artistas, pues se tomaba en cuenta solo la parte pedagógica de nuestro perfil profesional. Sin embargo, aprendimos mucho durante ese tiempo, unos siete años, hasta que empecé definitivamente con El Mirón.
“Comencé aquí durante un proceso de tránsito de Papalote, donde ya terminaba mi servicio social. En ese mismo período me llega la “entrada oficial”, se podría decir, al sector, donde comienzo a trabajar ya de manera profesional. En esa misma época también inicié en paralelo un trabajo creativo junto a Rocío Rodríguez dentro del propio grupo, era una especie de laboratorio donde montamos obras tan queridas como “Este maletín no es mi maletín”, o “Wake up alone”; proyectos que me dieron esa posibilidad tan añorada de establecerse dentro del mundo teatral.
“El Mirón es mi casa y aquí somos una familia, con todo lo que eso lleva. Tengo por ejemplo un hermano muy majadero que se llama Javier Martínez, y unos compañeros espectaculares. La experiencia con ellos ha ido más allá de lo laboral. Es el sitio donde he estado la mayor parte de mi carrera y ha sido un camino de mucho aprendizaje y de muchos momentos agradables. Es también el lugar que me ha permitido crecer fuera y no solo eso, que es muy importante, sino que son amigos que se alegran por ti también con esos otros logros que a nivel personal nos llegan. Eso para mí ha sido muy significativo, además del cariño y el respeto con el que siempre me han tratado. Es muy bueno formar parte de un lugar así”.
— Precisamente has tenido la oportunidad de trabajar en importantes espectáculos con Teatro de Las Estaciones, ¿qué ha representado para ti esta experiencia?
— A Estaciones se podría decir que llegué por casualidad. Hace dos años estaba viendo un espectáculo donde actuaba Javier Martínez, mi compañero de acá del Mirón, y de pronto me dice Rubén: “Ay, ¿por qué tú no estás aquí?”, y eso fue todo, no se había dado la posibilidad, pero la idea me encantó y así comencé.
“Lo hice con “Todo está cantando en la vida”, un recital de afectos para Teresita Fernández donde estrené el personaje de “la sabelotodo” doblando a María Laura Germán. Fue un experiencia muy bonita para mí, además de que me permitió reencontrarme con Laura, con quien mantengo un vínculo de muchos años y trabajar juntas ha sido una experiencia muy rica.
“Desde entonces me he mantenido vinculada a las Estaciones. Lo más reciente que hicimos fue el espectáculo “Cuatro”, con el que participamos en las actividades por el centenario de Haydeé Santamaría. Muy feliz de haber formado parte del elenco de “Cuatro” y de haber encarnado a esta heroína del Moncada que ha sido recordada, lamentablemente, de manera muy sesgada.
“A mí me gusta mucho y me aporta, en lo personal, este proceso de trabajar en dos montajes o en dos proyectos completamente diferentes. Disfruto mucho tener ese encuentro de estilos, porque te fuerza a prepararte y te ofrece un entrenamiento desde el punto de vista dramático muy interesante.
— ¿Cómo recibiste la noticia del Premio Adolfo Llauradó por tu actuación en “El arroyo de la sierra”. Coméntanos un poco de esta obra.
— Muy feliz con el premio, por supuesto. “El arroyo de la sierra” es un compendio de música en vivo, videos, poesía y actuación. Dirigida por Rocío Rodríguez Fernández, este espectáculo es en mi opinión un resumen o una devolución de todo el trabajo que se hizo durante la pandemia.
“En esa etapa, desde El Mirón, empezamos a trabajar en pequeños videos que compartimos a través de las redes sociales. Fue un proceso experimental a partir de la necesidad de seguir creando y ante la imposibilidad de seguirlo haciéndolo a la manera tradicional. Así, por ejemplo, empezamos a trabajar en diferentes series con música de cantautores cubanos, con versos sencillos de Martí, poemas, juegos de mesa, sombras, etc.
“Sucedió que, levantadas las restricciones de la pandemia y retomadas nuestras funciones, nos quedó mucho material para escenificar. De esa manera hicimos “Canto para mi niño”, pero también teníamos el trabajo de sombras que hicimos con los versos sencillos de Martí y a esto se le incluyó la música en vivo y los textos-musicalizaciones que conforman el espectáculo.
— ¿Qué proyectos te ocupan en estos momentos?
— Recientemente comencé a colaborar con el Circo de Matanzas, que está apostando por un espectáculo variado, con presencia de otras manifestaciones artísticas, en un momento en el que el arte es cada vez menos puro.
“También trabajamos en el montaje de “Flores de carolina y ajonjolí”, de Teatro de Las Estaciones; y con El Mirón, acabamos de presentar una nueva temporada de “El arroyo de la sierra”, además de continuar con un proyecto que nos encanta que es El Patio del Abuelo Pancho.
“Este proyecto surge como homenaje a Francisco Rodríguez Cabrera, nuestro abuelo, nuestro padre, en un tiempo muy difícil para nosotros, de extrañarlo y en momentos donde la logística y los presupuestos han hecho mella en este empeño, sin embargo es un espacio que defendemos, no solo por lo que representa para nosotros como colectivo, sino la acogida que ha tenido por parte del público matancero, a pesar del poco tiempo que lleva funcionando.
— ¿Qué sientes que te falta por hacer o qué debes en tu carrera profesional?
— Yo he disfrutado mucho mi carrera hasta hoy y siento que me quedan por hacer muchísimas cosas. Me gustaría hacer algo, quizás, de teatro clásico, obras más dramáticas tal vez, pero no siento que me haya perdido nada, porque he tenido de alguna manera esos acercamientos. Mi meta es seguir trabajando y seguir disfrutando, yo creo que eso es lo que cuenta. ( Fotos: Raúl Navarro y Cortesía de la Fuente)