La peña La rumba soy yo, de los Muñequitos de Matanzas, se creó para celebrar los 70 años de esa legendaria agrupación y se ha establecido como una cita fundamental para los amantes del género que hunde sus raíces en África, pero resulta profundamente cubano.
Desde hace aproximadamente un año, las paredes de la filial matancera de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) se estremecen cada mes con el repicar de los tambores y los movimientos cadenciosos y acompasados de los bailadores.
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Las conductoras de este espacio, las narradoras orales Ileana Hernández y Leónides de León (Mamita), le ponen un toque especial de cubanía y disfrute, con comentarios, anécdotas y toques jocosos, que convierten cada entrega en una auténtica fiesta.
A Mamita, el vínculo con la rumba le viene de sus orígenes, de una infancia ligada a los solares, los bailes improvisados sin un motivo especial, cucharas percutiendo sobre cualquier superficie, viejos de voz cascada entonando cantos en una lengua sonora y dulce.
“Me crié en La Marina, en Salamanca número 87, la misma casa donde vivió Estanislá Luna, una de las rumberas mayores.
“Cuando digo el nombre de Los Muñequitos en la peña siento que estoy representando a toda mi gente, a tantas mujeres que enseñaron a sus hijos las habilidades del canto y el baile: las Chapalapo, Cundunga la China, las Mesa”.
Para ella, cada etapa de esta agrupación ha tenido algo meritorio, desde sus inicios, su gestación en los bares y otros espacios públicos, hasta convertirse en estandarte y símbolo de todo un barrio.
“La Marina no solo da agua y salitre, también ha parido muchos artistas. Es un lugar que respira rumba y venera a sus ancestros. Los músicos y bailarines viven inmersos en estas prácticas, son parte de su cotidianeidad. Ellos van a prevalecer siempre porque no dejan morir a su gente”.
En el caso de Ileana Hernández, su conexión viaja por el torrente profundo de la identidad, a través del fuerte lazo que une a cada cubano con los rasgos más distintivos de nuestra cultura.
“Muñequitos constituye un orgullo para todos: es Matanzas, familia, herencia, acervo. Cuando suenan sus tambores nadie puede permanecer quieto. Tienen un sonido singular, una rítmica única. Así como la gente sabe que está tocando Van Van solo con escuchar algunos acordes, a ellos se les reconoce por su sonido inimitable.
“Este grupo representa a la auténtica música cubana en escenarios del mundo entero. Existen personas que ya no están físicamente, los fundadores y algunos continuadores de la tradición; mas, permanecen en la firmeza de su legado”.
Para esta narradora oral y excelente anfitriona de la peña, la labor del conjunto rumbero ha ido más allá de interpretar y mantener las raíces, también se han preocupado por asegurar el futuro de su género.
“Ellos organizan talleres para la formación de niños y adolescentes, donde las nuevas generaciones aprenden los cantos, los bailes, el toque espectacular de Muñequitos. La continuidad está garantizada. Además de todo lo bueno que han hecho, eso tiene un mérito indiscutible”. (Fotos: Franco/Uneac)