Un vigía que extraña su paisaje

Fotos: Julio César Gracía

Ernesto Croas Hernández quizás fue de los pocos matanceros que tuvo la triste oportunidad de observar el impacto del rayo sobre el tanque de combustible de la Base de Supertanqueros en Matanzas. Así lo asegura, mientras permanece sentado en la sala de su casa, junto a un gran ventanal desde donde se aprecia una vista panorámica y precisa del lugar del suceso.

Desde su jubilación, hace tres años, permanece largas jornadas sentado en un sillón y teniendo como paisaje la gran bahía, el puerto y el sistema de tanques y oleoductos de la zona industrial.

Justo el viernes en la tarde pasaba uno de esos ratos que tanto disfruta, a muy pocos metros del mar. Por donde entra una brisa placentera y goza de una vista envidiable.

Tras la fuerte lluvia y las tormentas eléctricas que recuerda con gran nitidez, inclinó un poco las persianas, y justo en el momento en que las entreabrió divisó un relámpago caer en el área donde se almacena combustible.

En un momento inicial pensó que había impactado en la termoeléctrica Antonio Guiteras, ya que desde la perspectiva en la que se encontraba destaca la gran torre de la planta.

Cuando apenas logró balbucear unas palabras sintió el trueno, pero ya desde uno de los tanques emanaba un humo negro y asomaban las llamas.

Desde entonces, le cuesta mirar hacia el lugar que considera su paisaje preferido desde que vive en esa zona, hace más de 30 años.

“Ahora siempre que miro para allá siento un profundo dolor. Se trata de mi paisaje cotidiano durante más de tres décadas. Amo a esta bahía, siempre disfruté ver los barcos. Desde que vivo aquí nunca vi algo semejante”.

Ernesto Croas siempre fue una especie de vigía de la entrada de la bahía. Los altos pitos de los barcos le anunciaban la llegada o partida. Disfrutaba ver las operaciones de los remolcadores. Mas esa nube gris permanente le estruja algo adentro. Solo espera que de un momento a otro todo regrese a la normalidad, y más pronto que tarde, ese, que considera su paisaje cotidiano, recobre la belleza de siempre.

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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