Decir amistad es decir lealtad, fidelidad, confianza. Un sentimiento identificado por muchos como el más perfecto de los que posee el hombre; por ser libre, puro, profundo.
Desde la antigüedad, ese vínculo tan especial ha sido motivo de referencia para músicos, poetas y filósofos. Así, por ejemplo, el sabio Aristóteles estableció, al respecto, una célebre teoría, en la que alegó la existencia de tres tipos de amistades: de utilidad, de placer y de virtud.
Según él, las primeras eran relaciones útiles de las que se obtenía algún beneficio; mientras las segundas estaban basadas en la cantidad de goce y alegría que pudieran proporcionar, o sea, individuos que se reunían únicamente para pasarla bien en determinados momentos.
Pero Aristóteles concedió a la última, la de la virtud, una significación especial: personas que afrontan los buenos y malos momentos, unidos por un fuerte lazo de afinidad, honestidad y desinterés. Decía: “Cuando los amigos comparten tiempo juntos, no tardarán en comprender que ven con los mismos ojos, sienten con un mismo corazón y piensan con una misma mente”.
Un antiquísimo proverbio chino, sentencia que “si al morir cuentas con cinco buenos y verdaderos amigos, significa que tuviste una vida hermosa”; mientras que el antropólogo argentino Ricardo Yepes propone aprovechar la oportunidad brindada por la realización de una tarea o trabajo para conocer nuevos camaradas, válido argumento si se tienen en cuenta las relaciones amistosas surgidas al calor de años de estudio o labor. Ello implica, además, el reconocimiento en dicho vínculo del respeto, la admiración y la extraordinaria confianza.
También este sentimiento ha sido objeto de la ciencia. Investigaciones confirman sus efectos benévolos sobre la salud, entre los que figuran la activación de nuevas áreas del cerebro, la liberación de sustancias hormonales favorecedoras de la relajación y el bienestar, así como su contribución a la formación de la personalidad. El apoyo emocional que conlleva la alegría compartida, impulsa el sistema inmunológico.
Otras indagaciones revelan la disminución del riesgo de enfermedades al reducir la tensión arterial, las afecciones cardíacas y los niveles de colesterol.
Sorprendentes resultan las derivaciones de una interesante tesis de la Universidad de California, en Los Ángeles, que sugiere que la simpatía entre mujeres tiene un efecto muy positivo. Según el análisis, nosotras reaccionamos a las tensiones con una cascada de químicas cerebrales que nos permiten entablar y mantener lazos sólidos con otras féminas.
Un Estudio de Salud de Enfermeras, desarrollado hace varios años por la Escuela de Medicina de Harvard, comprobó que mientras más amistades tenemos nosotras, menores son nuestras posibilidades de desarrollar enfermedades psicofisiológicas en la medida en que envejecemos y mayores las probabilidades de disfrutar de una vida sana.
Las deducciones fueron tan abrumadoras que las investigadoras concluyeron que el hecho de no poseerlas era tan dañino como el consumo de cigarro o el sobrepeso.
Sin embargo, más que los aportes científicos, todos: hombres y mujeres, sabemos cuánto influyen en nuestras vidas esos seres que nos brindan cariño, tiempo y preocupación. Por eso, es tan importante contar con ellos.
A los que ya posees y has dejado algo olvidados, llámalos, hazles saber que no solo los tienes presentes; dedícales un espacio de tu tiempo, comparte con ellos y verás cómo se anima tu alma y se estimula tu corazón.