Sumidero: la voluntad de resistir

Batey Sumidero

Sumidero es un pueblo de paso, nos dicen al llegar y uno pudiera creer que se trata de un asentamiento sin raíces, sin vínculos. Si fuera así, cualquiera entendería que no todos están dispuestos a sortear ciertos obstáculos: un batey alejado, distante, con escasas opciones recreativas, laborales, con carencias y muchísimas otras complejidades sociales. Sin embargo, basta hablar con su gente para borrar cualquier predisposición al respecto y mostrarnos otra cara de un panorama que por instantes se torna desolador.

A este pueblito de apenas 650 habitantes llegan también moradores que insisten, que trabajan, que se forjan la vida en medio del batey de calles rojas como el suelo donde crece la caña que lo envuelve. Es, de hecho, un territorio conformado por gente de paso, gente que llega y se va, pero también por muchas otras que pretenden quedarse. Gente que no decaen en su empeño de perfeccionar y fundar, a pesar de las dificultades.

La voluntad de confiar

Para Marlenis González Osorio la vida en Sumidero se define por la tranquilidad, una característica que aprecia la mayoría de sus habitantes, además de la cordialidad entre vecinos. Para ella, el batey no está exento de problemas, pero siempre reciben una solución a tiempo.

José Miguel Otero, campesino de Sumidero. Foto: Ayose S. García

“Este es un pueblo muy tranquilo, pero estamos en una coyuntura difícil. No obstante, el batey siempre ha estado a la altura, y cuando hay un problema siempre se ha planteado directo y con valentía. Aquí nadie se anda con dobles tintas. Soy de las personas que las cosas que no me gusta las enfrento. Hemos tenido problemas con el agua, con las guaguas, con los quioscos de TRD que apenas surten, pero también tenemos circunstancias que hacen que no todo salga como se espera”, reconoce por su parte José Miguel Otero, campesino del lugar mientras sostiene las bridas del caballo y se acomoda en el carretón.

“Lo que más golpea aquí es el agua. La turbina es muy vieja y se rompe a cada rato, pero lo cierto es que ahora mismo estamos resolviendo a base de pipa. Es cierto que no es todos los días y no da para distribuir tanto por la escasez de petróleo, pero hasta ahora vamos tirando”, asegura Adolfo Santana Pérez, trabajador de la zona.

Foto: Ayose S. García

“Lo que si no podemos es sentarnos y mirar el juego desde las gradas. Toda mi vida he tenido ganado y ahora quiero pasar mis tierras a cultivos varios para sembrar café, plátano, calabaza, a precios que no sean abusivos y le voy a entregar a Acopio y los que nos toca producir tenemos esa gran responsabilidad en nuestras manos. Si en momentos más difíciles hemos hecho parir a la tierra, cómo ahora no lo vamos a lograr”, dice con énfasis José Miguel.

Foto: Ayose S. García

La voluntad de hacer

“Hay que entretenerse un poco, que todo no puede ser trabajo en la vida”, nos dice cuando nos quedamos mirando las bocinas incrustadas en el techo de su coche Hector Damián Alarcos, agricultor de Sumidero.

Sentado sobre el asiento delantero reconoce sin más preámbulos que su vida está hecha aquí, el sitio al que llegó hace 40 años y en el que espera pasar los años que le queden.

Hector Damián Alarcos, agricultor de Sumidero. Foto: Ayose S. García

Para este guantanamero de nacimiento, el campo, el ganado y la paz que encuentra en Sumidero le son suficientes para sentirse pleno. Más de una vez en estos años le han propuesto salir, vivir en el pueblo, incluso viajar, sin embargo, ninguna de esas posibilidades ha superado la pasión por su finca, el centro de su vida que describe con orgullo. “Yo tengo que tocar lo mío con la mano todos los días”, resume.

“El problema es que el que nace para una cosa, se muere siendo así. A mi toda la vida me ha gustado esto. Yo tengo mi casa aquí en el pueblo, con todo adentro, y que va, lo mío es en la finca. Yo quisiera que tú la vieras, limpiecita, bien cercada con cardón para que no se escapen ni los puercos ni los carneros. ¿Dónde voy a encontrar un lugar como este?», nos pregunta.

Unos metros más abajo, sentado en el mismo sillón donde pela a los muchachos del barrio, Jorge Luis Ricardo Vargas, liniero, DJ y barbero, es sin dudas uno de los jóvenes más emprendedores del lugar.

Jorge Luis Ricardo Vargas, liniero, DJ y barbero. Foto: Ayose S. García

Refiere que las opciones recreativas son escasas, por lo que “no puede ser que si esto es un barrio que ha crecido, uno se pase el día trabajando y llegue a la casa sin ningún tipo de diversión, de opciones.

«Por eso he tratado de ayudar. Aquí no había barbero, así que fui y pasé el curso. También poco a poco he ido comprando cosas para poder poner música, ya tengo mi licencia para eso, por ejemplo.

“Lo otro para lo que me reunido con el delegado es para ver si podemos hacer un parquecito para que los niños y las personas mayores se sienten en las tardes tardes. A mí me gusta vivir aquí, y mientras pueda apoyaré en lo que haga falta.  Creo que, como bien dice ese cantante, “Esta es nuestra casa y hay que hacerle algunos cambios, pero siempre manteniendo los cimientos”.

Foto: Ayose S. García

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Sobre el autor: Lisandra Pérez Coto

1 Comment

  1. Increíble como la autora toca los verdaderos problemas que tiene Sumidero por arribita como si no tener agua y distribución de productos de primera nesecidad ni fuente de empleo ni algún tipo de recreación fuera algo trivial y nada nesesario. Ninguno de esos problemas los pueden resolver los pobladores de Sumidero sin ayuda gubernamental. Parece que nadie le contó el precio de las pipas de aguas que tienen que pagar los pobladores así como los mucho días que se pasan si recibir venta de las tiendas

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