Tras la economía del arroz

Decía mi abuelo que un plato de arroz es tranquilidad, certeza de que el hambre no rondará el seno familiar. Mientras, un tío asegura que nada de almorzar con panes: si no come arroz es como si no hubiese probado bocado alguno.

Más allá de ser un renglón económico, se trata de un alimento esencial en la mesa del cubano. Según datos ofrecidos por el Ministerio de la Agricultura, su amplia demanda tiene que ser satisfecha en más de las dos terceras partes por la vía de importación, y no viene de países cercanos.

Y es que a la par de los múltiples esfuerzos que se realizan para incrementar la producción nacional, se levantan no pocos obstáculos. Para Matanzas la cosecha de primavera del año pasado fue compleja debido a numerosas afectaciones en cuanto a la maquinaria y este 2021 ha sido también convulso para los productores.

Los diferentes reajustes en la ficha de costo, surgidos al calor de la Tarea Ordenamiento, colocaron ante la disyuntiva costo-ganancia, sobre todo teniendo en cuenta que si se desea obtener el rendimiento adecuado, dicho cultivo precisa un paquete tecnológico en momentos puntuales.

Aunque muchos campesinos han invertido su sudor en la tierra, convencidos de la necesidad de este cereal, la escasez de fertilizantes, la compleja disponibilidad de maquinarias para la preparación de suelos, los gastos que supone la contratación de la mano de obra, acumulan no pocos sinsabores.

La Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Juan de Mata Reyes, ubicada en Pedro Betancourt, el segundo polo productivo arrocero de la provincia, ha tenido que ajustar, por ejemplo, la planificación de horas de vuelo de 220 a 50, pues los precios de los servicios aéreos siguen estando por las nubes a pesar de las modificaciones efectuadas.

Es cierto que los fungicidas, herbicidas, insecticidas, pueden aplicarse también con mochilas fumigadoras como antaño, pero ¿cuánto representa negar el desarrollo y la eficiencia?

A ello se suma el hecho de que este año la Empresa Agroindustrial de Granos no le proporcionó a la CCS la semilla certificada y no quedó otra alternativa que sembrar un arroz que no se había planificado para este fin y que por lo tanto restará calidad a las producciones.

Por otra parte, fue una realidad que los créditos bancarios no se actualizaron de inmediato, ni todas las formas productivas conformaron las solicitudes con prontitud y seriedad lo cual retrasó el proceso.

Más allá de ello, el monto necesario para enfrentar la producción gira alrededor de los 300 000 pesos y ya sea del fondo propio o de un crédito, la tensión por el desenlace de la cosecha es considerable cuando está en juego una suma así.

Muchas otras preocupaciones permanecen, como el estado deplorable de algunos caminos por donde se trasladan grandes volúmenes del cereal y que a veces obliga a desviarse por otras vías que implican mayor gasto de combustible.

No podemos obviar que estas vicisitudes tienen lugar en instantes complejos debido a la situación epidemiológica que ha afectado a diversos productores y sus familias; ni que el bloqueo norteamericano golpea la agricultura con intensidad.

Sin embargo, ¿cuántas dificultades pueden solucionarse desde lo interno? ¿Cuán importante resulta escuchar y seguir acompañando al campesinado que se hunde en los lodazales para que las espigas germinen con fuerza?

Es una tranquilidad saber que el arroz destinado a la canasta básica está garantizado. No obstante, se conoce que muchas familias tienen que hacer milagros a fin de que alcance para todo el mes. A algunos no les queda otra opción que acudir al mercado informal lleno de precios abusivos, algunos por encima de los 40 pesos.

En instantes donde la soberanía alimentaria es una prioridad, urge dirigir una mirada a la producción arrocera, esa que sueña con satisfacer la demanda del país sin acudir a importaciones y de la cual depende también la estabilidad del grano que no puede faltar en la mesa cubana

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