Todos en Colón conocen a Roberto Capote Peón, Tirilli para los amigos. Más allá de convenciones, él se describe como una persona sociable, a quien le gusta hacer el bien, don que heredó de su madre. Servir, ayudar y no dañar a nadie han sido premisas en su vida.
La pasión por el arte, unida a la lealtad hacia su terruño, lo hacen diferente y feliz porque encuentra su realización personal allí, donde se siente más útil. La plástica colombina le debe mucho, pues ha dedicado gran parte de su vida a la galería municipal José Miguel González.
Con ojos acuosos y la voz quebrada, Tirilli aún parece el mismo muchachito que empezó a trabajar en 1986, al que se le descubre el nerviosismo antes de una exposición y se despide con un “te quiero”. Accedió a conversar con Girón sobre su mayor pasión: el trabajo.
—Usted comenzó a estudiar Historia en la Universidad de La Habana, y dos años después abandonó la carrera. ¿Cuáles fueron sus motivos?
—Había mucha intolerancia, prefiero utilizar ese término, estábamos atravesando el quinquenio gris y fue un momento difícil. Vine para acá como asesor literario, empírico. Siempre he disfrutado mucho los libros, leer es un placer y desarrolla la imaginación, viajas, como decía Lezama Lima.
“Gracias a la municipalización de la enseñanza y los cursos a distancia, me matriculé en la carrera de licenciatura en Estudios Socioculturales”.
—Desde 1988 ha dirigido la galería. Cuéntenos sobre sus inicios allí.
—Empecé en una galería de reproducciones del arte universal, con obras donadas por Alejo Carpentier a Cuba. Pasé de ser asesor literario a director, gracias a la propuesta del arquitecto Ramón Cotarelo Crego. Desde ese momento me vinculé con las artes visuales.
“En 1989 nos dan esta casona para enlazar la Galería de Arte Universal con la municipal. La misma tiene una sala central donde se inauguran las exposiciones mensuales. También posee salas colaterales, en una de ellas se encuentra una muestra de la obra de José Miguel González, el más importante artista que ha dado Colón. Cuando murió, en el 2005, decidimos que esta galería llevaría su nombre”.
—¿En qué se basa Tirilli a la hora de hacer una crítica a una obra de arte?
—Es una pregunta muy necesaria porque en Cuba se aborrece la crítica, y a veces hacemos una crítica benévola, por amistad, por no buscarnos problemas.
“La crítica es importante y se debe basar en la experiencia, en la lectura de la obra, en muchos años de entrenamiento visual. La manera de analizar una pieza debe ser sugiriendo ideas, dando opiniones, y para esto es imprescindible un ejercicio intelectual, conjugación de experiencias sensoriales, visuales. Cuando me enfrento a una obra empiezo a desentrañarla, a descubrir qué emociones puedo sentir”.
—Entonces, ¿para usted tiene la misma importancia la técnica que utiliza el artista que los sentimientos que transmite?
—Exactamente, para mí son vitales las emociones, siempre las busco en la experiencia artística, porque el arte es disfrute. Me interesa que la obra exprese algo. Tiene que conmover para uno hacer las reflexiones, los planteamientos.
“Esas emociones pueden o no coincidir conmigo, con mi experiencia, quizás no me agraden, pero uno debe reconocer la pieza que tiene delante, su factura, si hay oficio”.
—Tirilli ¿Cómo cree que adquirió el llamado “ojo de galerista”?
—Se forma durante años. Siempre he exigido en nuestras instituciones el rigor y el profesionalismo, para no ser simples colgadores de cuadros, sino que sintamos el respeto de los creadores. En muchos momentos el artista llega y da una opinión; uno debe ser capaz de confrontarlo y que él sienta la solidez de nuestro cuestionamiento.
“El galerista es una persona entrenada, apegada a un sistema de documentación de las artes visuales que debe mantenerse actualizada sobre el acontecer cultural a nivel mundial, para no caer en errores.
“En estos momentos es muy difícil establecer el límite entre lo que es arte y lo que no. Por eso nuestro trabajo consiste en descubrir lo valedero, la obra que puede trascender”.
—¿Qué proyectos desarrollan tanto dentro como fuera de la institución?
—El principal proyecto es la propia institución. Residir en Colón, a 90 km de Matanzas y a 200 de La Habana, quizá pueda ser malo para muchos, pero siempre he creído que si se trabaja con rigor y responsabilidad se puede ser nacional, sin importar donde vivas, con un pensamiento cultural bien amplio, abierto a todas las opiniones, a la diversidad.
“Con estudio y trabajo arduo hemos logrado un proyecto con alcance más allá de la ciudad de Colón. Por estas paredes han pasado obras de Amelia Peláez, Carlos Enríquez, Zaida del Río, Choco, entre otros.
“Hemos promovido tanto el talento local como el nacional, para que el público colombino no tenga que ir a La Habana a ver una muestra de artistas nacionales, porque ya la tuvo aquí.
“En este empeño no hemos estado solos, porque siempre creímos en la pluralidad, en unir fuerzas. Por eso la galería tiene la sede de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y de la Sociedad Cultural José Martí en Colón, y el vínculo con la sede universitaria municipal Pelayo Villanueva”.
—Entre su desempeño como curador, crítico o profesor: ¿cuál de todas sus facetas es la que más disfruta Tirilli?
—Es muy difícil descifrar los límites. Dirigir una institución y hacerla tuya como si fuera una obra personal está unido a la labor pedagógica en las visitas dirigidas, en los encuentros, en la educación a los trabajadores, y a inculcarles una sensibilidad hacia la cultura.
“Cuando José Martí dijo: ‘Ser culto es el único modo de ser libre’, puso la cultura a la altura de la libertad, de tener capacidad de razonar con ideas propias, sin atrincherarse, y aceptar cuando uno se equivoca para enmendar la falta y seguir.
“Toda esta labor implica educar, involucrarse en cuestiones técnicas, en los trabajos de curaduría, participar en la promoción, y todo hay que hacerlo con rigor y profesionalidad”.
—Sé que disfruta de la lectura y el arte, pero, ¿tiene Tirilli otras aficiones?
—Una de las cosas que más disfruto en mi vida es estar con mi mamá. Todos los días cuando salgo del trabajo voy a verla y darle un abrazo, es un vínculo que tenemos. Me gusta mucho ver películas. Tengo un amigo que dice “lo que te recomienda Tirilli no lo veas”, porque considera que son “clavos”. Adoro compartir con mis amigos, nos reunimos y me río muchísimo, me sacan un rato de los problemas. Mi familia, mis amigos y extrañar mucho a mi esposa, eso soy yo. (Por: Ana Bárbara Rabelo Sánchez, estudiante de Periodismo)
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Tirilli. Hermano. Una de las personas más cultas y buenas de Colón. Su galería un lugar de paz, arte y armonía, que abre sus puertas también a cursos, eventos y talleres. Imprescindibles esencias de esta ciudad que agradece su entrega y su existencia..
Me place que a Roberto Capote Peon, nuestro Tirilli, se le reconozca desde ya, su valor como ser humano, como fiel martiano y su excelente labor y entrega a la cultura colombina. Mucho más saber que su amor por sus raíces es tan grande que ha decidido quedarse en su pueblo natal, Colón, y no ser un colombino ausente.
Padre de familia, esposo fiel e hijo excepcional, la Galería de Artes es una extensión de su hogar.
Felicidades Tirilli, te queremos, tu obra es imperecedera.