En la confluencia de las cálidas aguas del Mar Caribe con las que provienen del escurrimiento en el Gran Humedal Ciénaga de Zapata algo está por ocurrir. Transcurre el mes de marzo y lo que parecen troncos arrastrados por la corriente, vadean de un lado a otro de los estrechos canales o esteros, que cuentan con una rica historia, digna de contar y que quedará pendiente para otra publicación. A intervalos se detienen y presumiblemente se hunden por el vertiginoso movimiento del agua. Un sonido aterrador, una especie de fuerte bramido, que se puede escuchar a grandes distancias, rompe con la tranquilidad del ecosistema: los “troncos” convertidos en vigorosos cocodrilos, cobran vida y contra toda probabilidad nadan a contracorriente, como evadiendo la presencia de una gran amenaza; otros, inmóviles, permanecen en el espejo de agua, quizás desafiando el peligro o animados a vivir la experiencia.
Sin hacerse esperar, un gigantesco cocodrilo de aproximadamente cuatro metros, con características externas que lo hacen suponer de la especie americana /Cocodrylus acutus, haciendo gala de robustez se acerca al resto en señal de advertencia. El territorio evidentemente es dominado por la bestia que impresiona por su talla y comportamiento, aun así, otro rival lentamente se acerca para disputarse a las hembras que curiosas esperan, como si nada ocurriera para elegir al más dominante, con el que se aparearán en un ambiente más tranquilo. La pelea comienza con demostraciones de poder, señales de advertencia en las que el lenguaje corporal, mediante posturas agresivas unidas a sonidos agudos frecuentes, alertan al contrario de las intenciones de establecer una pelea encarnizada que solo terminará cuando el intruso sea expulsado del área.
El apareamiento, momento sublime que ha sido descrito para la ciencia por notables científicos y naturalistas, será esta vez con una cocodrila cubana /Cocodrylus rhombifer, especie endémica de Cuba, hoy exclusiva de la Ciénaga de Zapata. Como resultado, en unos pocos meses unos pequeños cocodrilitos híbridos o mixturados como se les nombran por acá, custodiados por sus madres comenzarán a realizar sus primeras actividades en el pantano y con ello aumentará el riesgo, junto a otras amenazas, de que a lo largo del tiempo la especie endémica desaparezca, de ahí la gran importancia que hoy reviste la existencia del más grande y exitoso criadero de cocodrilos de toda la Isla de Cuba, cuyo principal propósito no es otro que salvaguardar el banco genético y así la especie, a partir de programas de reintroducción en el medio natural.
Adentrándose en los más inhóspitos parajes, justo en el corazón de los herbazales y sabanas que se mantienen inundadas durante todo el año, aún goza de buena salud la población núcleo de este símbolo de la también Reserva de Biosfera. Limitados por la caza furtiva y excluidos a esta zona, cada año llegan los especialistas para realizar estudios de vida silvestre que permitan conocer en profundidad la biología de la especie y otras posibles amenazas que surjan.
Allí donde se hace muy complejo el acceso para el ser humano, el confiado cocodrilo ha sido sorprendido, justo en el estrecho canal que ha construido con su paso constante de una zona a otra. Una cuerda a modo de trampa lo ha inmovilizado. Por suerte esta vez han sido los naturalistas, quienes en breve habrán de liberarlo. No han tenido el mismo destino los que, curiosos, se acercan a los límites del Parque Nacional y son capturados por los pobladores de los alrededores. Entonces cabría preguntarse ¿cuál es la mayor amenaza? ¿El temeroso cocodrilo que vive en el pantano o el hombre que le da caza sin cesar?
(Por: Yoandy Bonachea Luis )
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