Guardabosque rescata a un cocodrilo de depredadores

Guardabosque rescata a cocodrilo. Fotos: Cortesía de la fuente y del Autor

Aunque hace más de 24 años que Didie Hurtado Turnes se desempeña como guardabosque, nunca había interactuado con un cocodrilo en su hábitat natural, y mucho menos verse en la obligación de cargar a un ejemplar sobre la espalda y atravesar una larga distancia a través de un punto intrincado de la Ciénaga de Zapata

El cocodrilo inspira respeto y temor. Mucho más cuando se encuentra en su medio, donde puede zamparse de cuajo la extremidad de un ser vivo sin apenas esfuerzo. Pero más que miedo, Didie sintió compasión por aquel animal que permanecía inmóvil a orillas de una zanja.

En uno de sus habituales recorridos por la zona occidental de Zapata, donde se ubica el Circuito de Protección de Montaña del Cuerpo de Guardabosque, logró distinguir a lo lejos una silueta que se transformó en un joven cocodrilo de tipo rhombifer, de unos cuatro pies de longitud.

Guardabosque rescata a cocodrilo. Fotos: Cortesía de la fuente y del Autor

Al aproximarse, notó la debilidad del animal, que apenas se inmutó ante la proximidad del hombre. Yacía quieto e imperturbable en aquella orilla de la zanja, como esperando el desenlace final.

El guardabosque detuvo la vista en una de las extremidades traseras del animal. Estaba sujeta por un fragmento de soga que ya comenzaba a trozar la carne. La inflamación hacía evidente que, de no acontecer aquel encuentro fortuito, seguramente la pobre presa perdería una de sus patas.

Solo en el amplio humedal el temido cocodrilo se convierte en presa de uno de los depredadores más viles que habitan ese territorio: los cazadores furtivos. No cazan para comer, sino para enriquecerse. Se trata de uno de los espacios geográficos más hermosos y mejor conservados del archipiélago cubano, a pesar del azote de estos individuos, a quienes no les importa la devastación que provocan en la flora y la fauna con sus acciones.

Atraviesan el pantano y no se contentan con una captura. Van dejando presas atadas a las orillas. Cuando acumulen las suficientes, en ese afán insaciable por enriquecerse, regresarán por el botín. 

Guardabosque rescata a cocodrilo. Fotos: Cortesía de la fuente y del Autor

Los aprisionan por las extremidades, con fuerza y con furia. Del otro extremo de la soga, harán un lazo en cualquier tronco, donde la captura permanecerá durante horas, quizá días.

En los planes de un cazador nunca aparece la posibilidad de toparse con un oficial del Cuerpo de Guardabosques. Saben escabullirse y parapetarse entre la espesura. 

Por suerte, los integrantes de esta institución también emplean sus métodos para enfrentarse a estos cacos. Conocen muchos de esos senderos intrincados, en uno de los cuales Didie se topó con el joven cocodrilo que se libró de un triste final.

Con un machete cortó una horqueta con la que le presionó la cabeza, mientras la libraba de aquella soga que comenzaba a hacerle daño. Luego, se desató los cordones de sus zapatos; con uno le amarró las patas delanteras al lomo, y con el otro la boca, para evitar cualquier acción defensiva y desesperada del reptil.

Después, lo tomó en sus manos, se lo colocó a la espalda y recorrió casi tres kilómetros con él encima. Si bien no sintió demasiada fatiga tras el largo recorrido, se desesperó un tanto, al no poder alejar con un gesto de sus manos los continuos insectos que se le posaban en el rostro.

Guardabosque rescata a cocodrilo. Fotos: Cortesía de la fuente y del Autor

Finalmente, llegó a un punto próximo a la Estación Biológica de San Lázaro. Justo a orillas de una cañada, de esas que crearon los carboneros hace décadas para sacar el carbón, depositó al afortunado cocodrilo. 

Con cierto recelo, le desamarró los cordones y se alejó, pero el “bicho” permaneció inmóvil durante un largo período de tiempo. Cuando había avanzado varios metros por el camino de regreso a la estación de montaña, decidió volver la mirada y nada encontró en el lugar.

Por supuesto que no esperaba una despedida, tampoco aguarda por el reencuentro. Al final, el cocodrilo seguirá siendo una animal temido por su apetito voraz. Sin embargo, a Didie si le queda el sano orgullo, como integrante del Cuerpo de Guardabosques, de haberlo salvado de la ambición irracional del mayor depredador del humedal. (Fotos: Cortesía de la fuente y del Autor/Edición web: Miguel Márquez Díaz)


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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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