El 3 de noviembre se celebra el Día del Archivero Cubano, en saludo a Joaquín Lleverias Martínez. En tal fecha del año 1922, este fue nombrado director del Archivo Nacional de Cuba.
Lleverias se destacó como militar en la contienda de la guerra del 95, donde alcanzó los grados de capitán. Se le considera el precursor de la mencionada labor en el país, por su accionar en la garantía y difusión del patrimonio documental de la nación.
La condición de archivero escénico se desprende del propio concepto de archivo escénico en construcción, y de una especialidad dentro de las artes escénicas que tiene características muy particulares. Eso he defendido desde la Casa de la Memoria Escénica, en un contexto de la nación en que los espacios concebidos para defenderlo se encuentran dispersos en zonas muy específicas, como Santiago de Cuba, La Habana y Matanzas, con experiencias diversas, en su historia, resultados y sistematicidad; mientras, en provincias como Camagüey y Granma, se gestan núcleos que contribuirán a rescatar, conservar y difundir la memoria escénica, como parte de la identidad cultural.
El archivero escénico se encuentra al margen de la de los otros, también entre las especialidades de las artes escénicas; que lo ven como un pariente lejano. Sin embargo, es una especialidad de excepcional importancia, que salvaguarda el patrimonio del pasado y del presente, en un arte efímero, como la danza, el teatro olas artes escénicas, en un escenario caótico, en que la mayoría de las veces, la historia de agrupaciones, instituciones y creadores desaparece, contribuyendo a la desmemoria.
El paradigma de archivero escénico, en la historia cubana, se halla en la figura de la doctora María Lastallo, creadora del Archivo del Teatro Nacional, que rescatado actualmente lleva su nombre, liderado por la teatróloga Marilyn Garbey. Significativa también es la labor de la doctora Lillian Manzor, con el Archivo Digital de Teatro Cubano.
El 9 de junio de 2009 es la fecha que indica el primer Encuentro de Archivos Escénicos, realizado en la Casa de la Memoria Escénica. Este evento propició, con los que existían en esa época, algunos desaparecidos, trazar estrategias de trabajo y seleccionar esa fecha como el Día del Archivo Escénico.
Pero el trabajo en esta área, se ha mantenido, en mi criterio, solo por la persistente y sistemática labor de los que tuvieron el ímpetu de continuar defendiendo el patrimonio, con diferentes resultados, y del apoyo del Consejo de las Artes Escénicas.
El archivero escénico se forma en la experiencia de años, con conocimientos esenciales de la especialidad, pero especialmente de informática, conservación, fotografía, investigación, promoción, y algo que es esencial, el vínculo directo o indirecto con la escena, desde la sensibilidad y el respeto, con una vocación ética.
No se puede hablar de archivero escénico sin permanencia en la profesión; como tampoco se puede hablar de archivo escénico sin un trabajo sistemático, orgánico, enriquecedor, de diálogo multidisciplinario constante con la escena. La escena es la vida del archivo.
La profesión de archivero es un sacerdocio. Es un diálogo vivo entre los documentos, en los anaqueles y el que genera la escena, efímero y a la vez eternizado por la profesión y el archivo.
Dignificar y reconocer al archivero escénico es todavía una cuestión de futuro.