“A las cosas que son feas…”
La basura en la calle, la hierba crecida y los vertederos de agua (aun cuando escasea el preciado líquido) que por estos días abundan en cualquier barrio matancero, además de afear el entorno, constituyen síntomas evidentes de la falta de higiene que hoy presenta la ciudad, y que abarca desde las céntricas arterias hasta los barrios más apartados como el Naranjal, Versalles o Pueblo Nuevo.
Son, además, causa directa de la proliferación de vectores e insectos, huéspedes indeseables que amenazan con poner en peligro la salud y la tranquilidad de muchos yumurinos, más cuando virus como el dengue y el Oropouche se encuentran en alza en la provincia.
El riesgo de que prolifere el mosquito, ya sea el aedes aegypti o cualquier otro, está presente en cada cuadra, situación que empeora con los insoportables apagones que aumentan las probabilidades de sufrir una picada. A ello se suma la escasez de recursos y limitación de combustible, que no permite, como en años anteriores, desarrollar campañas de fumigación masivas que ayudaban a disminuir la posibilidad de contagio y, por ende, sus consecuencias.
No obviemos que el momento del año que transcurre, y con mayor énfasis desde finales de septiembre hasta inicios de noviembre, es la etapa en la cual se registra históricamente un pico máximo en la infestación del mosquito aedes. Por tanto, resulta el período más peligroso, porque es cuando se acrecientan los factores desencadenantes de los focos.
Otra cuestión a subrayar es la escasa atención prestada a su labor por algunos de los encargados de visitar las viviendas para detectar focos de mosquitos, la cual muchas veces se restringe a anotar su presencia en el visto y pasar de largo sin detectar o ayudar a eliminar peligros potenciales que pueden aparecer en cualquier hogar.
Ante un panorama que se torna complejo y le complica la vida a más de uno por estos días que sufre los molestos y peligrosos síntomas del dengue o del Oropouche, se impone apelar a la responsabilidad individual y comunitaria como única forma para, al menos, cuidar nuestra salud y la de quienes nos rodean.
Desempolvar el famoso autofocal para, en primera instancia sanear el hogar y los centros laborales, pudiera ser una solución a tener en cuenta, puertas adentro, para eliminar nuestras vulnerabilidades. Tan solo nos llevará un momento cambiar el agua de los vasos espirituales, cepillar los pozuelos de las mascotas, revisar los depósitos de agua, entre otras acciones efectivas para destruir los huevos existentes e impedir de esta forma la reproducción.
Claro está, no avanzaremos mucho si en nuestro entorno más cercano se hace cotidiana la falta de higiene. Si bien es real que en muchos barrios proliferan las indisciplinas sociales, causantes del aumento de los basureros, también es una realidad que el saneamiento de la urbe es casi inexistente.
Emplear alternativas urgentes para la recogida de desechos como los vehículos de tracción animal y apelar a la sensibilidad de los matanceros porque boten de forma organizada sus residuos son medidas necesarias que no debemos dejar a la espontaneidad, pues en ello puede irnos la vida. Como decía nuestra querida Teresita Fernández, “a las cosas que son feas”, pongámosle un poco de amor, y eso va para todos desde los naturales hasta las instituciones.