Vida en Series: Los amos del aire
Las historias de aviadores en la II Guerra Mundial no son simplemente bélicas, sino thrillers en toda regla. Hay pocas situaciones tan prestas al suspense genuino y al horror inminente como la perspectiva de un ser humano encapsulado entre las nubes. Las auténticas y las de la batalla.
El fuego, la congelación, el derribo, el miedo… Estos personajes enfrentan tanto y a tanta altura que sería injusto no situarlos entre los más valientes del género. Algunos no resisten la presión, otros no viven para describirla, pero los hay que sí. Y si eso es posible, también lo es dedicarles una gran serie a todos ellos.
En complemento a Band of Brothers y The Pacific, el Steven Spielberg productor vuelve a exhibir su toque Midas y convierte en oro la historia verídica de John «Bucky» Egan y Gale «Buck» Cleven. Quienes la desconocíamos somos privilegiados de descubrirla mediante los respectivos rostros de Callum Turner y Austin Butler, más el respaldo de un gran equipo actoral y técnico, incluyendo varios directores.
Uno de ellos, Cary Joji Fukunaga, se sigue abriendo nombre en el medio tras su True Detective, y ratifica el potencial para la acción a gran escala que demostró hace pocos años en la bondiana Sin tiempo para morir. Pero esta vez el espectáculo es distinto. Se siente mucho más real que varios productos épicos de los últimos años, sobre todo porque en ocasiones nada le va tan bien a la épica, irónicamente, como restarle épica.
Sobrecoger a los héroes, humanizarlos al punto de que no se reconozcan como tales, enamorarlos, frustrarlos, desorientarlos y enfrentarlos a pruebas que los pudieran aplastar, dispensarles en ficción un trato similar al de la realidad, es algo que el público contemporáneo agradece mucho. Han sido demasiados años de íconos y este es un espectáculo sobre personas.
Quizá por eso maraville tanto esa escena de diálogo y duelo moral entre Bucky Egan y su interrogador de la Luftwaffe, donde el primero se arriesga a caer en manos de la Gestapo por no ceder información y el segundo… Diablos, el segundo. Cuánta dignidad llena la pantalla, a un lado y otro del escritorio.
Ojalá siempre se retratara a los nazis con semejante verosimilitud y quedara lejos el cliché en el que por lo general nos sentimos más cómodos. Ese en que les reducimos a enemigos de andar por pantalla, como si fuesen simples berserkers de las ametralladoras e incapaces de contar entre ellos con un solo rival digno de encarar diálogo y desafío psicológico con die Amerikaner.
De hecho, ya que adelanto que existe confrontación entre uno de los protagónicos y un oficial del eje del mal, señalaré un punto muy a favor de la serie, desde mi absoluta subjetividad: el hecho de que eso suceda.
De por sí me agradan las ficciones de este tipo por toda clase de razones, desde lo estético de esos uniformes hasta la tensión del suspense. Pero lo más probable es que me ganen para siempre si incluyen el derribo de un as sobre territorio ocupado. El clásico «tras las líneas enemigas» que hace poco convirtió en obra maestra a Top Gun: Maverick. Aquí los últimos capítulos son los que más partido sacan a esta variante del drama aéreo.
No en vano decía Howard Hawks, el cual sabía lo suyo de la aviación filmada y de cómo atrapar con ella al público, que no hay mejor tema que el hombre en peligro. Ay, Howard, amigo… Creo que, habrías amado Los amos del aire como el que más. Yo lo hago por ti.