Crónica de Domingo: Veo veo

Crónica de Domingo: Veo Veo
Crónica de Domingo: Veo Veo

– Veo veo.

– ¿Qué cosa ves?

– Una cosa de color negro

– Es la ciudad apagada, donde las ventanas de las casas parecen ojos de pescados muertos y las puertas vomitan vida, cientos de personas que huyen del interior de sus hogares en busca del fresco, porque en esta Isla el antónimo de calor no es el frío, sino el fresco. Al sumar ese calor – que te licua, que te despelleja – con la oscuridad se siente como petróleo. Ojalá esas noches pudieran almacenarse en barriles con los que luego alimentaríamos a las Termoeléctricas con que amainaríamos el hambre de los grupos electrógenos.

– Veo veo

– ¿ Qué cosa ves?

– Una cosa de color azul.

– ¿Hablas de las rutas de escape? El cielo y el mar son azules, y ambos constituyen rutas de escape. Para marcharte de aquí debes rajarlos a la mitad, como si abrieras un zipper y dejaras al descubierto sus entrañas, tanto la raya del avión en el firmamento como la estela – con forma de triángulos superpuestos – en el agua. Quizás por eso a algunas personas les fascine el azul. A otros quizás no le agrade, pero están rodeados de azul: pantalones de mezclilla, las franjas de la bandera.

– Veo, veo

– ¿Qué cosa ves?

– Una cosa de color naranja

– ¿Será el sol arriba de nosotros, como el recordatorio de aquellas frutas de las cuales no chupamos los hollejos con alevosía y lujuria hace años? Sin embargo, al sol no podemos sacarle sus jugos; él es quien nos exprime a nosotros. Nos transforma la piel en corteza de naranja, rugosa y cuarteada. Y no podemos escapar, porque incluso en la sombra nos persigue, porque calienta la Isla completa como la resistencia de un fogón, como si lo único que nos quedara es hacerle resistencia.-

Veo veo

– ¿Qué cosa ves?

– Una cosa de color verde

– Verde que te quiero verde dólar. La esperanza era verde y se la comió un chivo. ¿Quién soltó el chivo en mi patio? ¿Por eso es que ando así, desesperanzado, porque se comieron mi esperanza? La esperanza cuando no se controla, se desborda. De brote, se convierte en yerbajo y de ahí en matorral y seguirá creciendo en los huertos informales, hasta que nos cubra por completo, hasta que no podamos ver el horizonte por su culpa. Mientras tanto yo, en mis bolsillos, lo que cargo es “marabú”, tras varias horas de trabajo.

– Veo veo

– ¿Qué cosa ves?

– Una cosa de color gris.

– Eso no creo que lo veas, aunque sepas que está ahí. Tus ojos no son tan incisivos como para observar el alma de alguna de las personas. Esos parece que entre pecho y espalda cargan un nubarrón, como si a los fumadores en vez de botar la ceniza en el suelo se les acumulara en el cuerpo vacío. Me refiero a los que no entienden que se come para vivir, no se vive para comer y quieren venderme el primer pollo astronauta, el café de los emires, los cerdos del rey Midas. También son aquellos que no comprenden que el prójimo no son los demás, sino tú mismo. Gris que no te quiero, gris al descorazonado, al garrotero, al especulador, al antipático.

– Veo veo

– ¿Qué cosa ves?

– Nada. No juego más. Realmente hoy estoy cansado de ver. Solo quiero descansar. Me duele la vista y algo más, algo que no puedo describir.

Lea también

.

Recomendado para usted

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *