Reynaldo Escobar Hernández, lector que reside en la calle 121, entre 142 y 344, edificio 19 B, torre 1, apto. 2, en el yumurino reparto Armando Mestre, entregó a nuestra Redacción un breve comentario titulado ¿Quién le pone el cascabel al gato?, en el cual reflexiona acerca del actual proceso de bancarización.
“Si bien esta experiencia ha sido un importante paso para el desarrollo tecnológico del país, hoy buena parte de los ciudadanos cubanos no tienen posibilidades de adquirir un teléfono celular, medio imprescindible y valioso para hacer efectivo dicho proceso.
“Para el trabajador común que ha dedicado casi su vida entera a laborar con el Estado resulta evidente que su salario no le alcance para comprar el artilugio, si no es con la ayuda económica desde el exterior. Sin embargo, muchísimas personas no cuentan con esas ‘benditas remesas’, además de lo impensable de poseer otras monedas que les permitan satisfacer necesidades básicas. Ello no constituye secreto alguno.
“Por otro lado, cuando las circunstancias exigen acudir al banco o a los cajeros automáticos para extraer el presupuesto mensual, que se dilapidará en un día en cualquiera de las denominadas mipymes, ahí mismo comienza otra odisea.
“Muy desagradable resultan las colas extensísimas en bancos o cajas de ahorro de esta ciudad. Algunas personas permanecen incluso toda la madrugada, so pena de que a las 8:00 a. m. el directivo asome su figura e informe: ‘No tenemos efectivo disponible’, o que, de existir dinero, solo sea posible la entrega de mil pesos per cápita. En el primer caso, habrás perdido el tiempo miserablemente; y en el segundo, tal vez con mejor fortuna, llegó el momento de hacer malabares con lo que habías planificado comprar.
“Con un poco de habilidad e intuición en estos complicados menesteres hay quienes ‘marcan’ en varios establecimientos bancarios, pero tropiezan, por ejemplo, con un grupo de cinco ‘coleros’, aproximadamente, que han hecho el ‘favor’ a otros 10 ciudadanos de resolverles un espacio de privilegio, servicio que es remunerado con cifras de hasta 500 pesos.
“A estos grupos de ‘coleros’ no es difícil de identificarlos. Se apostan todas las noches en los alrededores de la intersección de las calles Milanés y Jovellanos, en esta ciudad, donde se ubica el Banco de Crédito y Comercio. De hecho, la obligada vigilia del que aspira a llevarse una parte de su salario al amanecer puede verse frustrada por determinadas patrañas de estos seres metalizados”.
Si a lo relatado por Escobar Hernández le adicionamos que en las ferias dominicales del Viaducto yumurino la bancarización entra por el aro, o mejor dicho, algunos vendedores aceptan transferencia en la compra de carne de cerdo o de pollo, valgan los ejemplos, solo cuando asisten las autoridades políticas y gubernamentales, porque su presencia exige del cuerpo de inspectores; o en los quioscos de la otrora Plaza del Mercado se arrogan el derecho de expender ¡apenas dos libras de pollo! sin que medie efectivo, entonces, al decir del remitente, “ese gato nunca tendrá cascabel”.
En la otra cara de la moneda está el desempeño de la empresa matancera Labiofam. Soy asiduo a su stand en las ferias de domingo y ¡siempre! ofrecen la posibilidad de comprar sus productos en efectivo o mediante transferencia. ¿Por qué este ejemplo no puede ser dominante? Lo que todos deseamos es que el cascabel lo lleve el gato.
Lea también
APARTADO 1433: El martirio de legalizar un espacio en la copropiedad
Las diversas estructuras gubernamentales también deberían responder a esta columna por qué crece la insatisfacción popular ante trámites LEER MÁS »
