La mañana apenas despierta y en la isla tropical tres grados Celsius menos se sienten como brisa ártica. Aun así, nada evita el conglomerado en la oficina donde se paga la Asistencia Social, porque el dinero hace falta, y más en estos tiempos, cuando el azúcar se cotiza a 300 pesos cada libra, igualando algunas bolsas de pan catalogadas de “lujo”.
Allí estaba él, en brazos, vencido por el sueño, con su ropita modesta y sus crespos al descubierto, diminuto e indefenso ante la vida. Pocos meses en este mundo y ya sabe de colas interminables, de fríos, de insolaciones, de la lucha diaria por sobrevivir. No está solo, le acompañan otros pequeños que comparten su linaje y se agarran de la saya de mamá para no perderse entre el tumulto. Esperaban su cuota de ayuda para mantenerse en pie.
Aun cuando los números muestran un decrecimiento de la natalidad en Cuba, debido a factores como el envejecimiento poblacional y la emigración, en los últimos años se hace notable una mayor presencia de las madres con más de tres hijos, a quienes según el Programa Nacional Demográfico, se les garantiza un hogar si sus infantes son menores de 17 años y su actual vivienda no esté apta para residir en ella.
El asunto, que pudiera resultar alentador para revertir el fenómeno de envejecimiento que afecta a la población cubana, puede traer aparejadas otras problemáticas igualmente serias que ya comienzan a dar señales de alarma, pues en no pocos casos quienes se aventuran a la maternidad múltiple no tienen ni las más mínimas condiciones para hacerlo y lejos de vivir plenamente este proceso, con la planificación que lleva, lo ven como una vía para salir de su situación económica.
Esto implica, en ocasiones, que mientras llegue la ayuda los pequeños duerman en el piso (algo que puede dilatarse), “anden casi en taparrabos y apenas se lleven bocados a su boca”, como comentaba una pensionada, refiriéndose a la manera en que vivían sus pequeños (que eran cinco) “hasta el otro día”, pero que gracias al Estado ya tenían “lo elemental”.
En Matanzas, más de 1 000 mujeres con más de tres hijos esperaban beneficiarse del programa a finales de 2023, por presentar necesidades constructivas de diversa índole. A ello súmese otras que ya poseen un techo, pero que al hogar solo le entra como inyección de capital la pensión devengada por la Asistencia Social.
La maternidad trae consigo responsabilidades que no se pueden obviar. Los niños tienen derechos inviolables amparados por la Unicef, que incluyen el derecho a la vida, a la identidad, vivir en familia, en condiciones de bienestar y sano desarrollo integral.
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Si bien el Estado tiene responsabilidades sobre sus ciudadanos, no es justo que se le recargue y reclame por las consecuencias de malas decisiones de algunos, y menos justo es que ellas pongan en peligro la estabilidad y salud de un menor.
Felizmente, no todas las historias son negativas, y hay excelentes madres, responsables, que crían a sus infantes en ambientes favorables y sanos, y encuentran en el Programa Demográfico una ayuda muy bienvenida.
Hay que incentivar la natalidad, sí, pero siempre fomentada desde el amor. La maternidad es un regalo, un privilegio, un derecho que no puede volverse un negocio del cual sacar beneficios, porque entonces habríamos perdido lo que nos hace diferentes del resto de la especie animal: la humanidad.
Esa situación es consecuencia de las politicas trazadas sin acotar bien las reglas en que se basaron para tomar esa medida hace ya unos cuantos años. Se debió haber hecho un levantamiento de las familias en esa condición en aquel momento y fueran estas las que debieron recibir ese beneficio pero al dejar abierto el banderín esa ayuda se convirtió en negocio porque habría que preguntarse por que se crearon mas familias con esa condición? Pasaron a vivir en lugares inhabitables y a tener los hijos en condiciones de indigencia creada o ficticia para lograr el objetivo? Los Delegados del PP deben saber sobre eso o los trabajadores sociales y evitar que ahora esto sea un problema de presión al estado.