El 11 de febrero de 1903 Juan Llufrío y Manzano, vecino de la neopoblana calle de San Juan de Dios, Nro. 135, escribía al gobernador provincial Domingo Lecuona, solicitándole autorización para extraer unas balas de cañón, localizadas en el fondo marino frente al castillo de Peñas Altas, para venderlas como “hierro viejo”.
Se le concedió el permiso el 17 de abril, con la advertencia de que entregara la tercera parte del producto de la venta, pues los proyectiles eran considerados material de guerra y por tanto propiedad del Gobierno. Cuatro días después le comunicarían otras condiciones al solicitante, como informar a la aduana el día y hora de la extracción.
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Finalmente, el 24 de julio, como atestigua el viejo legajo del Negociado Orden Público y Policía, conservado en el Archivo Histórico Provincial, quizá contrariado ante tantos obstáculos, Juan Llufrío renunciaba a extraer las balas.
Décadas después, en el año 1998, en ocasión del centenario del bombardeo yanqui a la ciudad de Matanzas, como parte de su intervención en la Guerra Hispano Cubana, un equipo de exploradores, dirigidos por el autor de este artículo, extrae del lecho marino contiguo a la Batería de Costa El Morrillo una decena de proyectiles cilíndricos tipo obús, que esta vez no serían para Materias Primas, sino para engrosar los fondos del Museo Memorial El Morrillo.
Por último, en agosto del 2023, un equipo de buzos y arqueólogos extraen del área contigua al emplazamiento donde existió la Batería de Peñas Altas un total de 12 proyectiles, ocho ojivales lanzados por la armada estadounidense y cuatro esféricos de la defensa hispana del lugar. (Ilustración: Carlos Junior Hoyos)