Tiburón atrapado… en las redes de la polémica

La noticia sobre la captura de un tiburón de grandes dimensiones en las costas matanceras, publicada el pasado domingo 24 de septiembre en nuestra página web y redes sociales, desató una verdadera tormenta comunicativa.  

En pocas horas se hizo viral, la replicaron numerosos medios de comunicación, y suscitó toda clase de comentarios, desde el asombro por el tamaño del animal hasta cuestionamientos sobre la veracidad de los hechos, su legalidad, el daño al medio ambiente y reclamos por “exhibiciones de crueldad injustificadas”.

¿Cuál es la historia detrás de esta singular caza? ¿Realmente se cometió un acto punible por la ley? ¿Qué papel tienen autoridades como el Citma o la Oficina Nacional de Inspección Estatal (Onie) en estos casos? ¿La pesca de tiburones en Cuba es una actividad que atenta contra la sustentabilidad de los ecosistemas marinos? ¿Informar sobre esto demuestra poca sensibilidad?

UNA CAPTURA INUSUAL

Un equipo del periódico Girón conversó con Raudel, patrón del barco que pescó al cañabota, un marinero joven pero de experiencia, de esos que desde chiquitos están pegados al agua. En su relato nos contó cómo lo que inició por un infortunado accidente se convirtió en la mayor captura de su vida.  

“Habíamos tirado el palangre en línea a la costa cuando comenzó el viento y un mercante suelto al pairo se fue moviendo para arriba de él. Por la tercera baliza de la orilla lo cogió, pero, en vez de brincarlo y que se cortara solo una boya, lo caminó a la par y las arrancó casi todas, hasta que reventó la madrina principal y, como es lógico, se hundió por todos los pesos que tiene”.

Los marineros marcaron la zona para regresar al rescate de su avío extraviado. Suponían que, como aún conservaba algunos elementos de flotación, la línea permanecería suspendida en algún punto entre la superficie y el fondo. 

“Al día siguiente, armamos todo de nuevo y salimos a pescar. Volvimos a echar en el mismo lugar y gracias a la virgencita nos salió bien porque agarramos el palangre perdido ‘de chiripa’ con un anzuelo. Aquello estaba durísimo, parecía que se había enganchado con cualquier cosa en el fondo, no sabíamos aún que traía un peso extra. 

“Llamamos a otro barco para que nos ayudaran y entre tres hombres nos pusimos a subirlo. Fue un esfuerzo tremendo, todavía me duelen las manos al cerrarlas. Empezamos a sacar palangre y allá abajo, entre nailon y anzuelos enredados, estaba el animal. 

“Parece que llevaba un tiempo pegado. Si ese tiburón hubiera estado halando, con el tamaño y la fuerza que tiene, nosotros no habríamos podido con él, habríamos tenido que picar la línea y dejarlo ir. No tenemos los medios para enfrentarnos a ese caballo. Cogerlo fue un milagro”.

Pescadores matanceros capturaron el pasado 24 de septiembre un tiburón de grandes dimensiones conocido como cañabota.

Como no pudieron izarlo a bordo, lo amarraron a la lancha y lo remolcaron. Una vez en tierra, hizo falta más de dos docenas de brazos y un trabajo bien coordinado para arrastrarlo, a duras penas, sobre el suelo fangoso de la ribera.

Los jóvenes marineros lucían emocionados, para ellos esta representaba la mayor presa de todos sus años de faena. Algunos pescadores viejos confesaron no haber obtenido nunca un ejemplar de semejante calibre. Las caras asombradas de la mayoría eran un testimonio más que elocuente sobre lo inusitado del hecho. 

Según nos contaron, los tiburones más grandes que llegan con regularidad en sus embarcaciones rondan las 200 libras o poco más, y a este se le calculaba, “a ojo de buen cubero”, unas mil. 

Sin embargo, Raudel sí conocía al cañabota desde su infancia en Puerto Escondido, cuando la flota cubana realizaba la captura de esta y otras especies de escualos con la tecnología propia de la pesca industrial.

“Los ferros (como se nombra popularmente a los barcos pesqueros) hacían esas capturas, pero con un palangre de soga y de fondo. Ellos empezaban a echarlos en 200 brazas y terminaban por 500 o 600, y lo elevaban con maquinilla. 

“Recuerdo una vez… yo era muchachito y estaba pescando en la orilla y entró el barco a media mañana con uno que ni la grúa lo pudo levantar. Una hembra, tuvieron que subirla con un tractor, así, por el lado. Nunca se me olvida eso.

“En Cárdenas lo cogen también, porque nosotros hemos ido hasta Cayo Cruz y por allá se ven las boyas de los palangres y las mandíbulas secándose al sol. Por algunas de ellas, agachado, cabe un hombre entero. Es decir, que eso que yo cogí es un pichón. Crecen grandes, grandes”.

TIBURONES EN MATANZAS

La pesquería de grandes escualos en nuestra ciudad es un fenómeno con siglos de antigüedad, como queda reflejado en el libro inédito Tiburones en la bahía de Matanzas, historias desde el mar, de la autoría del historiador e investigador Adrián Álvarez Chávez y de Eduardo Daniel González, investigador y poeta.

Este texto, fruto de una década de trabajo, aborda desde las comunidades aborígenes hasta el año 2000, incluyendo capturas de tiburones, sucesos insólitos, avistamientos y las especies que se reportan por primera vez, todo enfocado desde un prisma histórico y arqueológico.

“En las comunidades de recolectores, cazadores, pescadores que vivieron en el Valle del Yumurí hace cinco mil años, han aparecido evidencias de tiburones tigre, entre ellas muchos dientes perforados para collares”, refiere Álvarez Chávez, asiduo colaborador de Girón en su sección Postales Matanceras. 

“Históricamente las márgenes del Yumurí y el San Juan han albergado comunidades de pescadores. La más antigua se situaba en torno a la playa de Chiquirrín, en el actual Versalles, y se dedicaba a la pesca de tiburones”.

Para su investigación los especialistas consultaron documentos del Archivo Histórico Provincial y los periódicos La Aurora de Matanzas, luego Aurora del Yumurí, El Republicano, El imparcial y Girón; además de entrevistas a protagonistas de los hechos.

“En el siglo XIX, en la Playa del Judío, lo que hoy sería el área del Tenis, era usual capturar tintoreras (tiburón azul). Se acostumbraba a revisar el contenido de sus estómagos y en una ocasión apareció uno con restos humanos”, aseguró el experto.

“Es significativo que durante toda la década de 1860 se hace referencia muy a menudo a la entrada de tiburones por el cauce del San Juan, hasta más allá del Puente de la Plaza y la zona del matadero. Aproximadamente en 1862 la guardia civil adopta medidas porque los asiáticos que trabajan en condición de semiesclavitud en los muelles de Pueblo Nuevo se arrojaban al río”.

Un siglo después, en la década de los 80, se produjo el mayor auge de la pesca del tiburón en Cuba. Según la nota registrada por el periódico Girón el 24 de enero de 1982, un palangre de la empresa pesquera local sacó un cañabota de gran tamaño. En 1987, en las mismas aguas se capturó un pez dama que posee el récord de talla hasta la actualidad.

Edición correspondiente al 24 de enero de 1982 de Girón donde se anunció un hecho similar, encontrada como parte de la investigación de Adrián Álvarez Chávez.

“La bahía de Matanzas es visitada a diario por tiburones: tigre, azul, enormes cornudas, pero hay muy pocos ataques reportados. El primero en la historia de Matanzas sucedió en 1844, cuando una embarcación estaba en el puerto y el cocinero, un esclavo, cayó al agua por accidente y fue despedazado por un grupo de escualos”. 

BAJO LA MIRADA DE LA CIENCIA

El doctor en Ciencias Biológicas y máster en Manejo Marino Fabián Pina Amargós es el autor, junto a su esposa y colega Tamara Figueredo Martín, de la idea original del Bojeo a Cuba, un expedición científica que tuvo lugar durante los pasados meses de verano y quedó plasmada en los capítulos del programa Naturaleza Secreta de la televisión nacional. 

Para este científico, especialista ambiental de la empresa turística Avalon-Marlin, el proyecto surgió de la necesidad de conocer más sobre los ecosistemas marinos de toda la Isla, y uno de sus objetivos de investigación fueron los tiburones; pues “siguen siendo una asignatura pendiente para nuestro país, con una situación presumiblemente complicada de la que no se tiene mucha información”.

Casi acabado de desembarcar y con muchísimas horas de trabajo de campo a cuestas, el doctor Pina Amargós accedió a conversar con Girón sobre las características del cañabota, el impacto de la pesca sobre las poblaciones de escualos y la salud de nuestros litorales.

“El tiburón reportado en Matanzas, Hexanchus griseus, conocido también como marrajo o tiburón de seis branquias, es una especie muy grande, con algunos especímenes documentados como cercanos a los 6 m de largo y 600 kg de peso, que madura sexualmente como mínimo a los 4 m.

“En nuestro país habita en ambas costas, en profundidades de entre 200 y 1 110 m, llegando hasta los 2 500. En mares templados son vistos con frecuencia en aguas someras, por lo que pueden ser observados por buzos durante sus actividades turísticas, como sucede en la costa oeste de Canadá y Estados Unidos. Además, usan las aguas someras para parir y como sitios de crianza, pueden dar a luz hasta 100 crías. Se sospecha que son longevos. 

Según el especialista, el marrajo permanece en las profundidades durante el día y asciende hasta cerca de la superficie en la noche para alimentarse, lo que lo hace susceptible a la pesca sin que sea el objetivo de captura. Se consume su carne y se extrae el aceite del hígado. 

“Esta especie se considera ‘Casi Amenazada’ por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, debido a su vulnerabilidad ante la sobrepesca, por lo que requiere un manejo cuidadoso. Por ejemplo, su pesca colapsó en el archipiélago de Las Maldivas en poco tiempo.

“La mayoría de las especies de tiburones de las que se cuenta con evaluaciones de sus poblaciones muestran muy bajos niveles de abundancia, con tendencia a la disminución, por lo que muchas de las que tienen un ciclo de vida largo se encuentran amenazadas, y son parte de convenios internacionales para la regulación de las pesquerías y el comercio. 

“Un estudio sobre los tiburones en Cuba basado en información pesquera señala una disminución de la captura del 79 %, siendo la causa principal la sobrepesca. Los tiburones que habitan los arrecifes coralinos están ausentes en el 20 % de los arrecifes del mundo. Los datos preliminares del Bojeo a Cuba revelan cifras más alarmantes en el archipiélago cubano”.

Por su función como depredadores, los tiburones ejercen un papel clave en el equilibrio de los ecosistemas; puntualizó el experto, haciendo hincapié en que podemos obtener beneficios económicos de su disfrute como organismos vivos, y no solo como alimento. “Es el caso del turismo de buceo con tiburones que tanto ha proliferado en todo el mundo en los últimos años y al que Cuba no es ajena. 

“El Bojeo a Cuba muestreó los arrecifes coralinos al sur y al norte de Matanzas. Los resultados preliminares son similares a los obtenidos para el resto de las zonas visitadas, y revelan elevados niveles de blanqueamiento de los corales asociados a las altas temperaturas del mar. La biomasa de peces de gran talla, como los meros y pargos, es baja en la cercanía de los asentamientos humanos y elevada en las áreas marinas protegidas. La revisión de los videos para el estudio de los tiburones no ha concluido y hasta el momento se han observado ejemplares al sur de Matanzas, pero no al norte.

“En Cuba existen regulaciones para la protección y uso racional de los tiburones. No obstante, la complejidad de los asuntos relacionados con ellos y con el mar, en general, hace necesario un enfoque holístico que rebase el marco de las leyes e involucre a todos los actores socioeconómicos vinculados con su diversidad biológica, para sumar pasos a la meta de prosperidad y sostenibilidad que nos proponemos”.

TRAS LA LEGALIDAD DE LA PESCA

La Onie es donde recae la misión de fiscalizar el cumplimiento de todas las regulaciones existentes para la Industria Alimentaria y la Pesca. Entre otras acciones, chequean el orden de las licencias de las embarcaciones, controlan las modalidades empleadas, los avíos y las especies a bordo. 

Su competencia por el mar va trazando una línea imaginaria por el Norte, desde Bacunayagua hasta Villa Clara; y por el Sur, desde Mayabeque hasta Cienfuegos; rutas que cubren con una embarcación por el Sur y con salidas esporádicas por el Norte. 

Explica César Reyes Manso, director de la Onie, que “la Isla no es ejemplo de depredación de tiburones, pues desde hace muchos años no se realiza una caza indiscriminada, a diferencia de otros países. Incluso, en 2015 se elaboró el Plan de Acción Nacional de Conservación y Manejo de Condrictios de la República de Cuba”. 

Según se especifica en el propio documento, está dirigido a “orientar acciones para salvaguardar tanto la fuente de alimento como el empleo de las comunidades costeras que de esta pesquería dependen, además de preservar el estado de salud de las poblaciones de este valioso recurso”.  

Sin embargo, asegura Reyes Manso que en Matanzas la captura de tiburones es casi siempre fortuita, pues resulta una labor sumamente compleja, en la que se pierden muchas artes de pesca, lo cual es un problema para los pescadores por los elevados precios que tienen los avíos, de ahí que prefieran enfocarse en otras especies.  

“La ley autoriza los palangres, técnica de captura artesanal compuesta de unos tramos de nailon con anzuelos, boyas y pesos, los cuales bajan a una profundidad determinada y la corriente marina los va arrastrando. En el caso de los tiburones, deben tener un máximo de 50 anzuelos y las embarcaciones pueden portar hasta tres palangres.

“Los pescadores deben ir al lado con el motor apagado, vigilándolo, mientras flota a la deriva durante la noche. Al amanecer empiezan a elevarlo y hacen la captura. A veces caen tiburones, porque se enredan, incluso, pueden ahogarse porque necesitan estar en movimiento para poder respirar. Esta sería una captura incidental”. 

El directivo argumenta que en el caso del ejemplar atrapado en Matanzas no se violó la legislación vigente. “En Cuba existen regulaciones para la pesca del tiburón blanco y el tiburón azul, pero no para el cañabota. Son más comunes aquí el toro, el nodriza y el batea o cabeza de martillo que, por lo general, son muy nobles. 

No obstante, sí están prohibidas la comercialización y el consumo de otras especies como la picúa, el coronado, el jurel gallego o la cubera, entre otras, cuando están fuera del peso autorizado. 

“El procedimiento es que, si capturan las no permitidas, las suelten al mar para su conservación. Además, tenemos estipulado que el tiburón no se puede desembarcar hecho filete para poder identificar la especie. Debe llegar en troncho, con sus aletas y la cabeza”, aclara Reyes Manso. 

Aun cuando no infligen las normativas legales para el aprovechamiento de los tiburones como recurso pesquero, desde la delegación del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medioambiente en Matanzas, organismo con una función orientadora, encargado de dirigir, ejecutar y controlar la política del Estado y del Gobierno en materia de ciencia, tecnología y medio ambiente, nos alertan.   

“Es oportuno hacer un llamado a la sensibilidad de los pescadores y la población. Cuando los ejemplares sean capturados de manera involuntaria en redes u otras artes de pesca y se puedan liberar al medio, sin peligro de supervivencia, se debe realizar la acción como aporte a la preservación del medio ambiente, en especial de la diversidad biológica”, advierte Nelvis Elaine Gómez Campos, subdelegada de Medio Ambiente.

PUNTO Y FINAL

En base a los conocimientos aportados por los estudios científicos más recientes, nuestras poblaciones de animales marinos sí se encuentran diezmadas, en buena medida, por la pesca; pero la solución es mucho más compleja que proponer regulaciones de mayor severidad, las cuales dejarían sin trabajo a miles de personas para las que el mar, más que un modo de ganarse el sustento, representa una tradición y una parte indispensable de su vida.

Por otro lado, el periódico Girón nunca estará a favor del maltrato animal, pero tampoco de posturas absolutistas que arremetan contra un oficio secular como es la pesca. 

Lea además: El mundo más allá de la propia nariz

La publicación contenía imágenes realmente sensibles, es cierto, pero se decidieron sacar a la luz para dar a conocer a las audiencias, en su justa medida, la trascendencia del hecho.

Además, estemos claros, a diario periodistas y fotorreporteros realizan coberturas sobre sucesos en extremo sensibles, y en los que se pone en juego incluso la vida humana, como sucede en las caravanas de migrantes, guerras civiles, grandes hambrunas, sin que dichos testimonios, por su impacto, dejen de publicarse en los medios. Al contrario, esclarecen y comunican, desde el lenguaje visual, lo que de otro modo hubiese sido imposible transmitir.

Como medio de prensa, nos interesa mostrar los sucesos que acontecen en nuestro contexto con la mayor objetividad, veracidad e inmediatez, premisa del periodismo que practicamos y que nos exige el pueblo matancero.

(Por Ana Cristina Rodríguez Pérez, Jessica Acevedo Alfonso y Giselle Bello)


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Foco de Atención: El tiburón


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