Rogelio López Fernández lleva muchos años viviendo a orillas del río San Juan. Su casa es de las primeras que uno encuentra cuando baja desde el puente de Tirry y accede a la calle Comercio, que comunica con la calzada de San Luis. Durante años el veterano señor pasó su vida en total soledad, malviviendo en una casucha con serios problemas constructivos.
Prefiere deambular por la ciudad en las mañanas, para regresar por las tardes a su pequeño reino de bienes escasos y desvencijados. Antes pasaba el mayor tiempo ignorando al mundo y el mundo ignorándolo a él; aunque dice que de vez en cuando le gustaba saludar a los pocos transeúntes de la zona con su frase habitual de “¿tiene un cigarrito ahí, compadre?”. Su espontaneidad a veces surtía efecto y las personas cedían a esa petición, que le calmaba la ansiedad a costa de sus pulmones.
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Desde hace algunas semanas ese aislamiento cambió bruscamente, para bien, según confiesa. Frente a su casa permanece una brigada de constructores para transformar una de las áreas más insalubres de la ciudad.
Mientras el sexagenario permanece sentado en el quicio de la entrada de su hogar, varios albañiles de la cooperativa Sancof repellan las paredes exteriores de su baño.
“Mi casa estaba malísima y me la están arreglando. Hicieron una acera, me conectaron la electricidad, cercaron mi patio; esto está quedando muy bonito”, comenta mientras dirige una mirada bonachona a la decena de personas que laboran allí sin descanso.
A escasa distancia se puede ver al arquitecto Juan Herrera Hernández sosteniendo varios planos y documentos. Supervisa el trabajo de las fuerzas constructivas que intervienen con el fin de reanimar la margen sur del río San Juan.
“En estos momentos se trabaja en la calle Comercio para dotar a esta arteria de aceras, contenes y reestructurar el vial. El proyecto comprende la mejora en los sistemas sanitarios de todas las casas y entidades del área.
“Aquí estamos haciendo un badén, una acera para que las personas transiten, y en la parte de los pescadores se hará un muro de contención”.
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A cualquier hora del día se pueden contemplar desde las alturas del puente de Tirry las continuas labores en la margen más desfavorecida del río. Con cierta regularidad se observarán también las constantes reuniones para chequear los avances o retrocesos en las obras.
Hidobaldo Díaz Martínez, coordinador de objetivos y programas del Gobierno en Matanzas, supervisa cada aspecto que atenta contra la ejecución del ambicioso proyecto.
Junto a él se encuentran directivos de Vivienda, de las Cooperativas Sancof y Triple C, de la brigada número 3 de la Empresa de Construcción y Montaje, entre otras entidades inmersas en las actividades de remozamiento.
“El programa obedece al trabajo en las comunidades más desfavorecidas. Esta zona se ubica muy próxima a los viejos almacenes de la ciudad, muy antigua y desatendida”.
Sin duda, se trata de un lugar con dificultades acumuladas de muchos años, donde la insalubridad y los problemas sociales de los habitantes crecieron como las montañas de basuras que se amontonaron durante décadas cerca del área.
Nadie sabe por qué ni cómo alguien bautizó al asentamiento como la Yuca Agria. Las moradas fueron aumentando en número, pero no en espacio. Los almacenes se transformaron en hogares sin más pretensiones que agenciarse de un techo; otros servicios elementales, como el baño, la cocina o el piso, fueron surgiendo o no, en dependencia de las necesidades o los recursos de cada quien.
Familias que con el tiempo se agrandaron y aprendieron a vivir con poco, o que simplemente no les quedó más remedio.
Ainara Drake Pérez, coordinadora de los Trabajadores Sociales en el Consejo Popular Pueblo Nuevo, advierte que pese a las problemáticas acumuladas la Yuca Agria nunca estuvo desatendida del todo. Ella misma la recorrió en incontables ocasiones, y señala muchas de las situaciones que complejizaban la existencia de estos moradores, entre ellas el alcoholismo, desvinculación laboral, mal estado de las viviendas, madres con numerosos hijos, sancionados. Son aspectos que definen a un lugar como vulnerable, término que se puede cambiar por marginal.
Fueron estas las no pocas razones que atrajeron la mirada de las máximas autoridades del territorio a este espacio geográfico de la ciudad. Justo allí se proyecta, quizás, una de las obras transformadoras de más impacto de la provincia, que abarcará desde la margen del río San Juan hasta la calle San Sebastián.
“Nos hemos propuesto trabajar en varias áreas fundamentales. Se construirá un malecón con un vial a orillas del río. Con las obras en la calle San Sebastián, que comunica el Viaducto con la calzada de San Luis, descendería la carga vehicular en el interior de la ciudad. Hoy se labora intensamente en la extracción de los desechos, y se rellena con rocoso buscando firmeza”, explica Hidobaldo Díaz Martínez.
Lo más complejo, según destaca el directivo, es el drenaje por donde llega al río todo el vertimiento de la barriada de Pueblo Nuevo, mediante cinco canales, con un grueso manto verde de limo que intenta camuflar la fetidez y los desechos sólidos que contaminan el río.
La obra comprende el tratamiento residual de las aguas albañales y sellar los canales.
En una zona próxima a San Sebastián se han retirado varios metros cúbicos de turba y desechos sólidos, donde se almacenaba toda la basura y escombros de una parte considerable de la ciudad.
Aunque distante del río, la humedad entorpece las acciones, algo que constata Marcial Méndez Armas, un operario de equipos pesados que observa a su bulldozer Komatsu atascada en la turba.
Mientras aguarda por el auxilio de otro compañero para lograr desatascar el poderoso vehículo, explica que el sitio está a nivel del río, por lo que si se excava mucho surge el agua. “Sacar esa turba de ahí no es fácil. Hay que raspar hasta el firme y echar piedra y rocoso para darle solidez”.
Un poco más allá del hondo hueco donde el equipo quedó apresado por el fango, ya se logra ver la transformación. Justo en la amplia zona apisonada se construirán varios módulos habitacionales y una plaza multipropósito, entre otras obras sociales.
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A pocos meses de iniciado el ambicioso plan de rehabilitación ya se palpan las transformaciones en las vidas de los habitantes. Basta con mirar la cara de satisfacción de Irisay Luna Verdura, joven con tres pequeñas hijas con quienes comparte una compleja situación de vivienda.
Nació allí y siente un amor especial por las aguas del San Juan, donde corrió de niña hasta marcarse la piel con más de una cicatriz. Hoy allí corretean sus gemelas de seis y la más grande de 10 años. Los ojos de Irisay tienen ese brillo especial de las personas cuando aguardan por una noticia eminente: de un momento a otro le avisarán que ya puede mudarse para su nueva casa.
“Aunque regresaré a este espacio que tanto me marcó, a la hora que me llamen para darme la llave de mi nuevo hogar salgo corriendo para allá”.
De esa forma iría a hacerle compañía a su hermana Irismary Luna Verdura, “la niña de los huesos de cristal” que se ha convertido en el símbolo más estremecedor de cuanto se acomete en las márgenes del río.
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La pequeña ya disfruta de su nuevo hogar y ahora intenta ayudar a su mamá en las labores hogareñas. La enfermedad bajo el nombre de osteogénesis imperfecta no le impide subirse a la meseta y lavar el arroz. Luego conecta la olla eléctrica a la corriente. Comenta con orgullo sano que hace unos días hizo un picadillo que se chuparon los dedos. Algo que reconoce su mamá con una mirada afirmativa.
La vida de esta familia se transformó como sueño de hadas, aunque la oración ronde lo cursi. Si no, que le pregunten a su papá Juan Rafael, quien asegura que le cuesta regresar al barrio de la Yuca Agria, donde su piso era de tierra y las paredes de zinc.
“Junto con la llave de esta nueva casa, nos entregaron un juego de comedor, uno de sala, fogón de inducción y calderos. A la niña le obsequiaron una cómoda, una cama, una mesita con silla. ¿Dime si no es lo más cercano a una de esas historias felices de la televisión?”.
Entre los ejecutores de ese sueño se pudiera mencionar a Orlando Mesa Méndez, jefe de obra de la empresa de proyecto, uno de los directivos al frente de la construcción de las primeras seis casas que se entregarán a madres con numerosos hijos.
Las viviendas se construyeron en tiempo récord si se toma en cuenta que las obras de cimentación iniciaron en julio, y desde octubre la familia de Irismary disfruta del confort de su nueva casa, y hasta pueden presumir de ser los fundadores de un nuevo barrio.
En cambio, la Yuca Agria seguirá con el ritmo que imponen sus habitantes, aunque quizás comience a perder el nombre para asumir otro más a tono con los tiempos que corren, mucho más favorable, sin dudas.
Bien lo advierte Rogel Cabrera Pérez, quien llegó a la zona como tantos otros, hace más de una década. Él sí logra hallar la belleza del paraje, y hasta cierta poética también.
“Tiene su poesía vivir cerca de un río. Siempre corre diferente en su búsqueda del mar. Cuando llueve cambia la tonalidad, en tiempo de ciclón sube el nivel, pero siempre ha sido benévolo con nosotros”.
“Yo agradezco todo lo que están haciendo en esta porción de la ciudad. El solo hecho de pavimentar la calle es un regalo, es señal de que importamos, imagínate que se logren todas las proyecciones restantes. Como nunca antes me llenará de orgullo vivir en esta margen del San Juan”.
Muchas felicidades por tan eficiente labor,Barbarito un hombre que necesita que lo ayuden yo mientras estuve en Cuba lo ayude mucho con su aimentcion, realmente le hace mucha falta, un hombre bueno y noble,gracias por tan bonito gesto.