En otra época, la idea de que solo nuestros genes determinan quiénes somos parecía irrefutable, pero la ciencia ha demostrado una vez más que el desarrollo del individuo también depende considerablemente del entorno. La epigenética ha respondido a muchas de las interrogantes, como disciplina que explica ese diálogo entre genes y ambiente, incluso desde los primeros años de vida.
Con el Programa de Atención Materno-Infantil disminuyen las tasas de mortalidad infantil en Cuba. Para el pediatra Jorge Rodríguez Fernández, director del Centro de Atención a Trastornos del Neurodesarrollo Rosa Luxemburgo, en Cárdenas, los niños que antiguamente tenían dificultades para rebasar el parto ahora sobreviven, pero presentan riesgo neurológico, por ejemplo, al nacer prematuros o bajo peso.
Lea también: Centro de Neurodesarrollo: Dos décadas de ciencia y amor
La estimulación temprana resulta esencial, pues permite que mediante un conjunto de acciones adquieran las habilidades funcionales que necesitan. El periódico Girón conversó con el presidente del Capítulo de Neurodesarrollo de la Sociedad de Neurociencias de Cuba sobre este tema, a partir de la experiencia de su equipo en la atención a menores con factores de riesgo adversos, que pueden manifestarse en las cuatro áreas del desarrollo: cognitivo, físico, del lenguaje y social.
—¿Cómo influye el entorno en el desarrollo del cerebro infantil?
—El ser humano es producto de la interacción entre la carga genética aportada por sus progenitores y el medio. Debe existir una serie de condiciones adecuadas, no solo después de que el niño nace, sino antes de la fecundación del óvulo y cuando está dentro del útero materno, pues se está exponiendo a múltiples factores de estímulos negativos o positivos.
“Si la embarazada consume drogas o alcohol, si tiene estrés emocional, eso influye en el niño que viene en camino. Por tanto, esto predispone al parto prematuro, al crecimiento intrauterino no adecuado o retardado; o sea, una serie de factores que van a incidir en el desarrollo máximo de las células, y las células nerviosas son la base del desarrollo del niño. Esto es la epigenética, aquellos factores exógenos que modifican la expresión de los genes para esa generación nueva; no para la futura, porque la alteración genética no es permanente”.
—A partir de las experiencias del centro, ¿cómo puede ayudar la estimulación temprana a estos niños?
—El principio de la rehabilitación neurológica tiene que ser siempre la interdisciplinariedad: un equipo dedicado a la evaluación y el diagnóstico, y otro a la habilitación o rehabilitación. Estos niños que tienen un daño cerebral, no adquieren funciones superiores por el daño de la estructura del sistema nervioso. Por los mecanismos de neuroplasticidad, logramos que establezca funciones a través de conexiones que hacen sus grupos neuronales con estímulos externos, ya sean físicos, motores, de la socialización, del lenguaje. Todos los pacientes no tienen la misma necesidad, por eso los programas se diseñan individualmente. A veces acuden a consulta gemelos con afectaciones, pero requieren distintos esquemas de estimulación. Mientras uno necesita el tratamiento del logopeda y del terapista ocupacional, otro precisa de un fisiatra y la rehabilitación motora.
—¿Qué rol desempeña en los primeros años de vida y su sistematicidad?
—La estimulación en esa etapa es decisiva. Cuando el niño nace no tiene control muscular. Sin embargo, a los 12 meses ya se enderezó contra la gravedad, adquirió la postura bípeda e inició la marcha. Si tiene afectación motora por daño en las estructuras que dominan la motricidad, ubicadas en el lóbulo frontal, considerado el que más sufre dentro del útero y en el nacimiento, no va a lograr los hitos del desarrollo motor en tiempo adecuado.
“En los últimos 10 años del centro, entendimos que esta etapa desde el primer mes hasta los tres años de edad es clave para hacer un intensivo en cuanto a motricidad fina (destreza de la mano), lenguaje y socialización. Por lo tanto, se creó una consulta de neuropsicología temprana, donde neuropediatra, psicólogo y defectólogo evalúan estos aspectos. Si los pacientes siguen hasta los seis años en el centro, se pueden detectar pequeños defectos que después repercuten en el aprendizaje.
“Muchos padres, cuando ven que su hijo avanzó, que, por ejemplo, ya camina, no regresan, y luego en la escuela lo remiten. En un test de inteligencia compruebas que rinden bien, pero no aprenden porque tienen trastorno de atención, en la conducta, en el control de impulsos, en la memoria de trabajo o en el lenguaje. Ya al pasar por neuropsicología escolar mejoran, pero no se compensan completamente estos defectos si no hay sistematicidad. Precisamente nuestro objetivo es contribuir a que sean competentes socialmente”.
—¿Cree que los hábitos de estimulación se han perdido en el entorno familiar?
—El niño que no tiene afectación, si lo mantienes sin contacto con el medio ambiente, interactuando solo con un televisor o un celular, está carente de socialización. Esto ha ocurrido en el mundo entero y en Cuba. Tras dos años de pandemia, llegan a nosotros pequeños que no tienen daño cerebral anterior y ahora presentan dificultades importantes, sobre todo del lenguaje, de la socialización, de la conducta, del sueño. Ya con cuatro años carecen de un lenguaje necesario para enfrentar un preescolar y una vida académica.
“Aquellos que genéticamente tienen una predisposición para padecer autismo pueden desarrollarlo. Por la epigenética, aunque un niño tenga genes autísticos, si se estimula tempranamente no proliferan. La estimulación va a desarrollar conexiones sinápticas del cerebro entre una zona y otra, en favor de habilidades superiores en el ser humano”.
—Sus recomendaciones a la familia.
—La familia debe ser protagonista directa en el proceso de rehabilitación o habilitación. Esas técnicas que aplica un licenciado en nuestro centro se van enseñando para ponerlas en práctica en casa. No hay vacaciones para estos ejercicios, el padre y la madre son los responsables principales en ese aspecto. En un niño sano, que no tiene ninguna afectación o factor de riesgo, la primera recomendación es priorizar la lactancia materna, porque ahí se crea el vínculo madre-hijo-sociedad. Después debemos seguir el ejemplo de las abuelas: sentarnos en un sillón a cantarles y conversar con ellos desde pequeños. Cuando empiezan a caminar, llevarlos a lugares de socialización, como parques, permitirles juegos entre otros niños; eso es muy importante.