Cuando en 1929 Nilo Menéndez Barnet le puso música a unos versos de Adolfo Utrera, que exaltaban la belleza de su adorada Conchita, estaba lejos de sospechar el nacimiento de una canción que pasaría a la historia como uno de los más notables aportes de un creador de la Isla al repertorio vocal universal del siglo xx.
A Nilo le había impresionado, favorablemente, la estampa física de la muchacha, pero como no se sentía inspirado para poner la letra que exigía la partitura bullente en su cabeza, le pidió a su amigo Adolfo, tenor, que completara la ofrenda.
Desde entonces, Aquellos ojos verdes se convirtió en una canción de amplio arraigo y venturosa ruta. Ese mismo año la estrenó en La Habana, María Cervantes. Pero fue en Estados Unidos donde se popularizó y se extendió a otros lugares del mundo.
Junto con El manisero, de Moisés Simons, la pieza se instaló en el gusto de lo que en aquella época comenzó a llamarse en la nación norteña the cuban tinge, corriente en la que soplaban los aires de sones, boleros y rumbas que sazonarían para siempre una significativa zona del ambiente sonoro estadounidense, y que alcanzaría su altura mayor con la marca cubana en el desarrollo del jazz.
Para muchos, Nilo Menéndez es el autor de Aquellos ojos verdes, y nada más. Hay que tomar en cuenta cómo en 1941 Jimmy Dorsey y su orquesta la colocaron en la preferencia popular, en una versión interpretada por Helen O’Connell y Bob Eberly. Producido por el sello Decca, con número de catálogo 3698, Green Eyes ocupó, durante 21 semanas consecutivas, un sitio entre los diez éxitos del hit parade nacional de Billboard, cuatro de ellas en el lugar cimero.
Una década después, Nat King Cole entregaría su versión en español, muy difundida, solo comparable con la que hizo de Quizás, quizás, quizás, del también cubano Osvaldo Farrés. Suman más de 50 interpretaciones registradas de la obra entre 1941 y 1990.
Pero de Nilo no es solo Aquellos ojos verdes. Cuentan boleros como Alma, Perdóname, Tenía que suceder, Besos bajo la luna; congas como Negra soy y Rumba en la noche; y hasta la partitura de Tu antifaz, para el Ballet de Alicia Alonso. Abundante y consistente resultó su colaboración con las industrias del cine en México y Estados Unidos.
Desde 1924 el músico radicó en Estados Unidos, donde falleció en 1987. Había nacido en Matanzas, el 26 de septiembre de 1912, por lo que hoy se conmemoran 120 años de su advenimiento. Nunca olvidó su origen –era fanático a los frijoles negros y los plátanos maduros fritos–, al punto de que su última voluntad fue reposar definitivamente en tierra cubana. Su primo, el poeta Miguel Barnet, contribuyó a cumplir ese deseo. El 11 de diciembre de 1990 sus cenizas fueron depositadas en la necrópolis de Colón. Allí el dúo hermanas Romay, y en presencia de la notable cantante Esther Borja, entonó Aquellos ojos verdes.