«El fuego no quemó el amor que sentimos. ¡Ustedes están en nuestros corazones!» escribió el niño en un cartel. Del brazo de su madre, entró al Museo de Bomberos de Matanzas y lo dejó entre las flores, este viernes, para honrar a quienes cayeron cumpliendo su deber durante el combate al incendio en la Base de Supertanqueros.
Después de leer su mensaje se sentía que todo estaba dicho desde la más hermosa sencillez, porque habló de gratitud y de amor, y eso, precisamente, inundó las almas de los miles de matanceros que fueron también a cumplir un deber inexcusable, el de honrar.
A pesar del sol inclemente y de la lluvia, nadie se fue a casa sin haber dejado, a su modo, una ofrenda: una rosa, dibujos, banderas cubanas, un saludo, un gracias murmurado, un silencio.
Al interior de la Estación de Bomberos Enrique Estrada todo conmovía hasta el quebranto: los familiares que besaban desconsolados las fotos, los rescatistas que llegaban con los ojos llenos de lágrimas, los miembros de la Cruz Roja que pusieron rodilla en tierra ante las 14 urnas sin nombres.
Emocionaban, además, quienes pasaron con las quemaduras aún sin sanar, y temblaban ellos, y sus flores, y lloraban con un desgarro tan hondo, que solo se explica en su condición de testigos, de sobrevivientes de aquella madrugada terrible.
Todos los grados militares, los niveles de autoridad, las edades, procedencias, ocupaciones… rindieron tributo a los héroes del siniestro en la Zona Industrial.
La gente expresó su dolor genuino, porque sentían que debían agradecer a quienes lo dieron todo y más aún, por despejar el cielo de Matanzas.
En la Plaza de la Vigía, sobre la honda tristeza, se impuso el respeto, el de una ciudad y el de un país. Además de la presencia de las máximas autoridades de la nación, incluido el Presidente Díaz-Canel, fue prueba rotunda de esa veneración de la Isla por quienes han dado su vida en pos de defenderla, el homenaje de Raúl. Saber allí al General de Ejército, líder de la Revolución, fue como recibir un largo abrazo.
Cuba honró a los caídos, porque Cuba no olvida a los suyos. Es cierto, el fuego no pudo contra el amor, no puede. Y los 16 hombres que dejaron sus existencias en esa lucha épica contra las llamas, están para siempre en nosotros, en el corazón de su país. (Por: Yeilén Delgado Calvo)