
En la pared izquierda de la dirección general de la Empresa Victoria de Girón —la que una vez fue gran productora de cítricos— hay un gran mapa. Ahí se refleja, con detalle, el área de 622 km2 que abarca. Parece una mano que se cierra sobre el sur de Matanzas; la palma se apoya sobre la totalidad de Jagüey Grande, pero los dedos se extienden hasta Unión de Reyes, Perico y Jovellanos. La Autopista Nacional, en cuyo costado poseen tierras, luce como una línea que trazaron entre el índice y el pulgar.
Fundada el 14 de junio de 1977, la Empresa Victoria de Girón estaba destinada a convertirse en el mayor polo citrícola de Cuba —y lo fue, al menos hasta hace un par de décadas—. Para cumplir dicho objetivo, cambiaron la infraestructura completa de Jagüey, su principal asentamiento: separaron el territorio en cuadrículas bordeadas por carreteras internas que funcionaban para moverse entre las diferentes unidades empresariales básicas (UEB).

Construyeron, asimismo, una serie de edificios estéticamente idénticos, que funcionaron por mucho tiempo como escuelas al campo, donde se fusionaban el trabajo y el estudio. Ahora, la gran mayoría se encuentran abandonados. Muchos matanceros cosecharon naranjas como si les fuera la vida en ello, incluso, antes de conocer los ácidos de la adultez.
Como ocurrió —y ocurre— en disímiles poblados, el desarrollo social de estos se apoyaba en cierto renglón económico. Más de un batey, cuando desarmaron por piezas los ingenios azucareros alrededor de los cuales crecieron, sufrió, no una muerte lenta, sino una súbita, fulminante. Este nivel de codependencia, pero a mayor escala, existe entre la Empresa Victoria de Girón y el municipio de Jagüey. Más que en un centro de producción, se convirtió en un hacedor de identidades; pequeño dios que manipuló el paisaje a su antojo y semejanza. La suerte de ese conglomerado agrícola, en cierta medida, rige el bienestar de los habitantes de estas tierras.
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En 2001, la Empresa Victoria de Girón llegó a producir 500 000 toneladas (t) de cítrico, un récord histórico. Sin embargo, en la actualidad, más allá de pequeñas áreas donde se da la lima persa, estos cultivos han desaparecido por completo. Ello ocurrió por el ataque de varias enfermedades: primero la tristeza del cítrico —poético nombre para una afección que tanto daño causó— y luego el Huanglongbing (HLB), fatal para el crecimiento de estas plantas.
Según explica Norberto Torriente Plutín, director de desarrollo de la Empresa, no se pudieron adquirir los paquetes tecnológicos necesarios para detener la propagación de estas epidemias. Así murió un proyecto tetragenario que le otorgó a una región de Matanzas esencia y azahar. “Al jagüeyense aún le corre el zumo del cítrico por las venas”, sentencia el directivo.
Hubo que reinventarse para no morir; efectuar una reencarnación forzada y así no caer en la quiebra y la depauperación. No obstante, incluso con los cambios realizados sobre la marcha, la entidad sufrió una gran reducción. De 26 UEB que poseyó en un tiempo, ahora solo quedan ocho, entre ellas: dos granjas integrales, una de viveros, una pecuaria y una dedicada a la comercialización.
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Además, debieron romper el esquema monoproductor que mantenían y ampliar su oferta. Actualmente, sus materias primas estrellas son el mango y la guayaba —sobre todo el primero—; aunque también desarrollan la ganadería, la elaboración de carbón y otras plantaciones varias. De igual forma, apuestan por las minindustrias como vía para aumentar su valor en el mercado. Destacan sus enlatados, como las mermeladas, que se comercializan a través de su marca registrada: La Cubanita. Asimismo, se planea retomar el chile habanero, cuyo objetivo sería la exportación.
En un primer momento, se decidió utilizar esta parte de la geografía matancera para el arraigo de los naranjales, debido a su topografía. Al ser rocosa y cavernaria, no soportaba aquellos especímenes de raíces largas y, a su vez, las fuentes de agua se hallaban bastante cerca de la superficie. Algunos pobladores del municipio aún recuerdan las explosiones de TNT que se utilizaban para romper las rocas que abundaban en el suelo. Por tanto, al tener que recurrir a sembradíos diferentes, no aptos del todo para las condiciones del terreno, su recuperación ameritó un esfuerzo extra.
Por falta de fertilizantes y otros insumos para llevar a cabo los cuidados que solicitan los sembradíos, aplican técnicas naturales como la crianza de lombrices para recolectar su humus. Sin embargo, aunque esta técnica sea más sana en lo que a cuidado de la tierra se refiere, puede ser insuficiente si resulta demasiado extensa la cosecha. También experimentan con nuevas formas de cultivo, como la del plátano extradenso, con la cual se persigue que, en una menor área, este se reproduzca en mayor cantidad y durante todo el año.

A la vez, han presentado serios problemas con el hurto y sacrificio de ganado mayor, por lo que implementaron medidas al respecto, como juntar las reses en un mismo sitio o aumentar la seguridad. También los golpea, como al resto de la economía del país, los cortes constantes y extensos del fluido eléctrico, que merman la asiduidad de los riegos —con los cuales existen ya bastantes dificultades, por la disponibilidad de equipamiento— y detienen procesos industriales que requieren, para funcionar, un elevado consumo de energía.
El año pasado, según recuerda Torrientes Plutín, se produjeron 400 t de mango para un plan que estimaba miles; recias lluvias que cayeron en la época de maduración de la fruta disminuyeron los números. Para este 2025 se calculan unas 7 000 t, si el clima ayuda. No obstante, al comparar cifras (500 000 t de cítrico logradas en 2001 contra las 400 de mango del período más reciente), se nota la crisis que ha tenido que enfrentar la entidad: un pulseo apretado con la ruina financiera.
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La UEB de Mercadotecnia y Venta es un lugar amplio, con dos o tres hangares y un olor dulzón a mango que se cuela por la nariz y empalaga. José Ángel Alaya Ramos, su director, refiere que allí se realiza la culminación de ciclo de lo que se cosecha en las diferentes áreas de la Empresa Victoria de Girón.
Frente a una estera, los empleados seleccionan aquellos mangos que, después de efectuárseles un proceso de maduración artificial, cumplen con los requisitos para ser convertidos en jugos o jaleas. El resto se utilizará para alimento de animales. Corrieron con suerte: sus instalaciones se ubican en un sector priorizado, donde cortan la corriente un poco menos; aún así, las pocas interrupciones hacen peligrar la refrigeración del producto final.

Alaya Ramos argumenta que, en estos momentos, cuentan con la plantilla completa en el área de producción —los salarios ahí ascienden a 7 000 pesos—, pero les falta personal de oficina, especialistas en recursos humanos, control de la calidad, etc. Gran parte de la población local trabaja en las diferentes unidades del complejo agroindustrial que constituye la empresa. El bienestar de esta última incide en la disponibilidad del mercado laboral y, por tanto, en el nivel de vida de los lugareños. Si se tambalea, también lo hace la seguridad de muchos jagüeyenses.
La UEB trabaja en expandir sus operaciones. Quieren arreglar una máquina de enlatado para recuperar este ramo y estrechan lazos con el sector cuentapropista, lo cual les permite acceder a un sector financiero en ascenso. Ello amplía su mercado tradicional: la venta a la población —cuentan con ocho puestos entre La Habana y Matanzas—, al Turismo y la exportación; en acoplamiento con su encargo estatal. Asimismo, proveen a varias escuelas, hogares de ancianos, centros de protección social, entre otras instituciones.
La Unidad de Mercadotecnia y Venta, al igual que la Empresa en general, se abre paso como puede entre problemas con el suministro eléctrico, tecnologías arcaicas y embates de los aciagos espíritus del aguacero y la ráfaga. Incluso, los propios nombres de sus UEB resultan obsoletos, pues responden a una estructura anterior que se vio obligada a resetearse para no desaparecer. Iniciar desde cero cuando antes existía un sistema funcional y rentable no resulta sencillo; conlleva un gran esfuerzo y tenacidad de bestia de labranza u hombre que morirá de pie.
En el mapa de la dirección general de la Empresa Victoria de Girón se aprecia cuántas personas, cuántos lugares, roza la mano de este coloso; mas, el marco de madera pone coto a una extensión mayor, pues su influencia se extiende por toda Matanzas. Sin embargo, son los habitantes de Jagüey Grande, sobre todo, quienes le deben gran parte de su gloria —y sus tristezas—. En definitiva, lo que fue creado a golpe de dinamita no desaparecerá; o, al menos, no así de fácil. (Por: Guillermo Carmona Rodríguez y Humberto Fuentes Rodríguez)
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