Cementerio San Rafael de Colón: la Ciudad del silencio

Cementerio San Rafael de Colón: la Ciudad del silencio

A Jesús Agustín Fleites Martínez, quien trabajó durante quince años en el cementerio San Rafael de la ciudad de Colón, Matanzas, hasta el año 1998, los sucesos que tiene lugar allí, le indignan.

“El otro día me hacía falta comprar una cajita para sacar los restos de una amistad mía, y me dice una persona en la calle `compadre ve al cementerio y habla por debajo del telón con algún sepulturero, que ellos te venden una de las que están por ahí ´. Fíjate que en un arranque le dije: `No hables de lo que no conoces, cómo van a vender las cajas que tiene restos adentro´, pero bueno hoy en día no dudo nada.

“Cuando yo trabajaba, teníamos que hacer todos los mediodías esos osarios para la población. La empresa nos daba los materiales y el molde para hacerlas, cuando aquello eran de cemento y no se le cobraba a nadie, estaba prohibido. Pero es que tampoco podíamos hacer ninguna exhumación o dar sepultura a los difuntos sin ponernos guantes, overoles, o no tener alcohol para desinfectarnos las manos, eran otros tiempos”, expresa Jesús Agustín.

Fotos: Del autor

Este camposanto debería ser un lugar de reposo para quienes han fallecido. A primera vista el visitante percibe cierta limpieza en sus calles asfaltadas, libres de maleza. Sin embargo, basta adentrarse un poco para descubrir zonas descuidadas donde la vegetación oculta fragmentos de cráneos y osarios por todos lados, algunos abiertos y huesos humanos fuera de ellos. Cada vez queda menos espacio donde depositar estas pequeñas cajas en las que descansan los vestigios de una vida.  Capillas y panteones exhiben un deterioro evidente, consecuencia de la falta de interés tanto de los familiares como de la administración del lugar. 

En búsqueda de información y soluciones

Construido entre 1921 y 1923 durante el mandato del alcalde Rafael Águila —de quien toma su nombre—, el cementerio sustituyó a dos camposantos anteriores que enfrentaron problemas de humedad y espacio. Siguiendo las normas sanitarias y la costumbre de ubicar estos recintos en las afueras de la ciudad, se situó al final de la calle Concha, separado del casco urbano. Con los años, muchas familias adquirieron parcelas para erigir panteones privados, algunos adornados con cruces de mármol y esculturas de notable elaboración. 

Explica Luis Alberto Fernández Gonzáles, administrador del cementerio, que la plantilla es de 19 trabajadores, de las que actualmente están cubiertas 14 plazas.

“Nosotros tenemos todos los instrumentos de trabajo, hipoclorito para desinfectarnos las manos. Hace aproximadamente dos años pasamos a la empresa de Establecimientos de Servicios Necrológicos, la cual nos atiende directamente. Aquí los sepultureros y jardineros mantienen la limpieza de las áreas dentro del recinto, chapean y recogen la basura. A ellos se les entregan machetes, limas y guantes para que cumplan el trabajo. Además, nosotros revisamos siempre el cumplimiento efectivo del mismo; pero no reunimos el personal suficiente para ello.

“Por otra parte, de los dos custodios que tenemos contratados, estos laboran cada 24 horas de lunes a viernes, lo cual no satisface la necesidad a tiempo completo. La contratación de personal se dificulta debido al bajo ingreso salarial de 2 mil 600 pesos mensuales, tanto para la vigilancia como para las demás labores de mantenimiento”.

Fernández Gonzáles expresa que ellos tienen la relación de cada propietario de bóvedas, en caso de existir alguna anomalía contactan con los familiares, pero hay quienes nunca van, solo entierran a sus difuntos y jamás regresan. Por ende, ellos como entidad no pueden tocar, remover o irrumpir en las capillas de otras personas para solucionar las deficiencias.

“Antes se garantizaba a los familiares los osarios para depositar los restos luego de realizar la exhumación. Hoy, por la falta de recursos existente en el país, no lo podemos ofrecer; pero se están realizando gestiones con una fábrica en Villa Clara que produce estas cajitas de plástico, para que la población tenga el acceso a ella cuando la necesite, a precios asequibles”, aclaró Arístides Torres Díaz, director municipal de Servicios Necrológicos en Colón.

En un pequeño recorrido por el lugar, acompañado por el director municipal y la auxiliar de fuerza de trabajo, se observó gran limpieza en las calles principales. Aun así, la gaveta de una bóveda yacía abierta y dentro, se encontraba el ataúd; osarios destruidos en la misma área de las capillas o panteones de la propia familia. Arístides reitera que no pueden hacer nada al respecto porque es de la familia y dentro de su jurisdicción de trabajo no pueden manipular los restos sin permiso. En cambio, el sellado corre a cargo de los sepultureros y de los servicios que se prestan en el recinto sagrado.

El área de cremación de los féretros no posee las condiciones necesarias para su funcionamiento, por ser solo menos de la mitad de una pared hacia un lado y otra, en la parte de atrás, bien deterioradas. El cercado izquierdo y trasero se encuentra completamente destruido.

Arístides comenta que ya se tienen en cuenta proyectos para reparar la cerca perimetral y el área de incineración. No obstante, deben esperar por las gestiones que realiza la empresa.     

Al preguntar por el reglamento del lugar, informaron que se envió a Matanzas para una actualización; solo tenían una copia. Doce días después se contactó por teléfono con el director (Arístides) para obtener el documento, mencionando este que no habían podido recogerlo.

“El principal requisito en cualquier centro, local o institución, es la limpieza y desinfección del área, equipos y útiles de trabajo. En el caso del cementerio, cada zona dentro del lugar debe mantenerse chapeada, sin residuos que sirvan de criaderos para los mosquitos, al igual que las áreas aledañas deben permanecer libres de desechos. Al estar rota gran parte de la cerca perimetral, se produce la entrada de personal ajeno y animales. No cumple los requisitos higiénicos sanitarios” aseveró Gladys Rodríguez Reyes, licenciada en Higiene y Epidemiología.

Cuando algunos familiares visitan las tumbas de sus fallecidos, depositan recipientes de agua para las flores, trayendo consigo focos de mosquitos. Aunque los trabajadores tratan de erradicar esto de forma constante, mucha gente continúa con la indisciplina. Arrojan papeles, desechos de comida, nailon dentro y fuera del cementerio, en vez de echarlos en los tanques para recoger la basura.

Desde que Gladys es inspectora, cada mes reporta a la necrópolis como centro no saneado. “Ninguna bóveda, capilla o panteón pueden estar abiertos y eso sucede debido al mal cuidado por parte de la población y las deficiencias administrativas del lugar. Desde el administrador hasta los sepultureros tienen la obligatoriedad diaria de revisar las calles y corregir los errores; si hay osarios destapados con agua dentro, deben botar el agua y cerrar la cajita, al igual que las capillas o bóvedas destapadas.”

“Otras de las cuestiones importantes por las cuales no clasifica como centro saneado son la inexistencia de las condiciones para el aseo de los sepultureros y jardineros. Carecen de duchas para el baño frecuente al entrar a trabajar y luego de cumplir con las labores; no tienen soluciones desinfectantes; no poseen los medios de protección necesarios, guantes, overoles de trabajo, botas, mascarillas para efectuar las inhumaciones, exhumaciones y labores de limpieza; las palas, picos y carretillas están en malas condiciones.

“El estado del desagüe es deficiente por el desnivel del terreno y al caer las aguas fluviales, quedan estancadas. La cisterna tiene la tapa rota y es constante el vertimiento de agua para la calle. La empresa no le suministra jabón para el lavado de las manos. El servicio de incineración es deficiente, ya que no hay crematorio, incineran las cajas en un local con pésimas condiciones estructurales; existe poco abasto de agua, carecen de instalación hidráulica. No hay mapa ni proyecto de trabajo, carecen de capacidad de terrenos para la construcción de más bóvedas y capillas, el cuarto de la morgue no funciona, no reúne las condiciones para su uso” declara Rodríguez Reyes.

Testimonios

¿Cuántas bacterias pueden esparcirse por el ambiente, hasta llegar a hogares cercanos al cementerio? Frente a la bóveda familiar de Eleonora Rodríguez, hay un panteón que reúne innumerables huesos, donde son incinerados al aire libre. La señora, visiblemente afectada, narra como en una de sus visitas un sepulturero le dijo «ni mires para ahí, que ese es el crematorio».

Ana, vecina del reparto Frank País, de Colón, comparte su historia: «Siempre vengo a limpiar la bóveda familiar. Para mí es una terapia contra el dolor y los malos sentimientos, pero es desgarrador que un lugar tan espiritual como el cementerio, este en tales condiciones. Nadie le pone freno a esto”.

 “Cuando la Covid-19 se construyó una bóveda grande para enterrar a las personas fallecidas por esta enfermedad. Requerían de un mayor tiempo para ser exhumadas. A pesar de haber custodios, robaron el techo, rompieron la reja, ultrajaron la puerta y encontramos el candado roto dentro de la misma bóveda. Nunca se encontró culpable”, afirmó Sergio, cuyo nombre cambiamos tras la petición de respetar su identidad.

Lo esencial es invisible a los ojos

El deterioro del cementerio no es un problema actual, proviene desde hace varios años.

En áreas menos transitadas, yacen tumbas cubiertas de maleza, cruces inclinadas sosteniéndose una a otra como borrachos para seguir en pie. En esa superficie están los huesos de quizás, un médico, maestro, funcionario de gobierno… cremados. Se pueden observar los restos de la fogata humana que alguien usó para calentar su conciencia inhumana.

Fuera del cementerio, y adyacente a la cerca destruida, se observan vertederos de basuras, heces fecales de animales y de personas dentro del recinto. Además, en zonas no visibles a simple vista, se aprecian restos óseos esparcidos fuera del lugar, con las coronas que se colocan dentro del sepulcro junto al ataúd o féretro cuando se realizan las inhumaciones. ¿Quién responde por esta agravante?

Muchos son los familiares como Ana Dueñas Zamora, visitante habitual que reflexiona: «Decenas de bóvedas tienen grietas o están destapadas. Si los familiares no nos ocupamos de nuestros muertos, ¿quién lo hará?».

Con perspectivas al cambio

Al no cumplir con la licencia de centro saneado, el informe de la inspección estatal de Higiene es enviado a la dirección municipal de Salud y esta se lo hace llegar a la Empresa, para para que corrija todo lo detectado, pues al existir la necesidad constante e inevitable de no prescindir de un cementerio, no se puede cerrar. La empresa debe de reunir los recursos, apoyándose del Gobierno y otras entidades, para solucionar los problemas.

Sin embargo, el tiempo avanza. Son muchos años en constante degradación. Urge la evaluación por parte de las autoridades pertinentes.

En una encuesta anónima, varios ciudadanos que residen en el municipio de Colón proponen la realización de trabajos voluntarios para contribuir a la limpieza de la necrópolis, organizados por barrios desde los CDR. También reconocen la necesidad de organizar charlas educativas sobre el valor patrimonial del lugar, el respeto a los difuntos y a la dignidad humana.

Asimismo, exigen que la entidad de Servicios Necrológicos responda debidamente ante sus funciones y controle la responsabilidad laboral de todos los trabajadores del cementerio, desde el administrador hasta el último de la plantilla. La población enfatiza que dejar de cumplir correctamente con las funciones de trabajo en el camposanto solo agrava la situación, porque esto es un problema de todos y tanto las entidades responsables como las personas deben trabajar en común para revertir el problema.

El derecho al descanso eterno es inviolable. La memoria de la vida transcurre por la luz y la sombra de la dignidad humana.  (Por: Elier Calvo Ariño, estudiante de Periodismo)

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