Ayer jueves las bestias andaban sueltas. Los chacales rondaron la carroña social. El trompetista del fin del mundo ensayaba debajo de un puente. Solo falta arreglar unos detalles para su gran concierto.
Todos los días, todos los jueves, todos los ayer mueren gente. Todos los días, todos los jueves, todos los ayer a gente le joden el sueño de ser felices. Sin embargo, que solo en 24 horas se amontonen tantos cádaveres, tantas desgracias provocan pavor.
Murió una repentista que, aunque le quitaron la visión del mundo al nacer, decidió cantarlo, como en viejas historias donde los dioses a través de la música crearon el universo conocido.
En la India como ángel apedrado, cayó un avión y murieron cientos. Aunque por estadística el cielo sea el sitio más seguro para viajar, cada vez que ocurre un accidente así, en que la carne se mezcla con los fuselajes de la aeronave y no reconoces dónde inicia el hombre dónde termina la máquina sientes un temor reverencial, el asqueroso vértigo de los sobrevivientes.
Porque para Trump la tierra no es de quien la trabaja, sino que toda es suya. Él olvidó que las antiguas trece colonias es un escupitajo de estados dentro de su mapa. Y que Estados Unidos llenó su bandera de parches de hombres y territorios de España, de Francia, de México, de Italia, de Cuba.
No son una raza antigua, sino de peregrinos refugiados, de emigrantes como mismo son los que les quitó el parole humanitario. A ti que mal rayo te parta, que te desaparezca de la faz de la tierra,te repito la pregunta: ¿No tiene un hombre sobre la tierra que trabaja, donde nacerán sus hijos como hermosos abetos?
Quizás Dios dijo que Israel era el pueblo elegido, pero no para qué. Al paso que va no traerá el reino de los cielos al de los hombres. Con tanto fuego, con tanto hierro candente de la metralla, con tanto cádaver acumulado, más se parece al infierno lo que traen consigo.
El ataque ayer a Irán que viene a incrementas una especie de Guerra Santa si algo como una guerra santa existiera, las dos palabras se niegan entre sí.
Este jueves estuvo potente. Dan ganas de echarse a llorar, de hacer el amor para combatir con vida a la muerte, de no salir de la cama, de rezar en el altar de la conciencia de los hombres. (Edición web: Miguel Márquez Díaz)
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