
El documental formó parte de la selección oficial del Festival de Cine de Málaga y aspira a exhibirse durante el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Fotos de la autora y tomadas de la web
Federico García Lorca ha regresado a Matanzas 95 años después de aquella primavera de 1930, cuando contempló el Valle del Yumurí a los pies de la Ermita de Monserrate y se rodeó de niños para tomarse un par de fotos.
En esta oportunidad volvió en forma de documental titulado Lorca en La Habana, aunque debió llamarse Lorca y Cuba, porque esboza de manera muy hermosa, casi poética, los vínculos que se forjaron entre el bardo y la Isla.
La cinta, con guión y dirección de los realizadores José Antonio Torres y Antonio Manuel, fue producida por Plano Katharsis, con la participación de Canal Sur de Andalucía. Su proyección, el jueves 5 de junio, en la sala White, se realizó como parte de la Jornada Lorquiana, un evento que reunió a artistas e intelectuales para rememorar la impronta del poeta granadino.

Estos creadores nos acercan un Lorca revivido a partir de su propia voz —encarnada por un actor que remeda una suerte de representación teatral del personaje real—, a través de la visión de sus contemporáneos —igualmente ficcionados y asumidos por actores—, y de la opinión de especialistas cubanos como Urbano Martínez Carmenate, Ciro Bianchi o Luis Machado.
Según cuenta José Antonio Torres, existen muchísimos hispanistas en la Península que podrían aportar sus opiniones sobre tan importante figura de las letras, pero ellos querían narrar la historia desde una perspectiva nueva, poco explorada.
“Teníamos en mente realizar un documental en el cual los protagonistas fueran Cuba y los cubanos. No estábamos conformes con hacer algo al uso y menos una película sobre Lorca encerrado en España”.
El viaje resulta una especie de deslumbramiento para el autor de La Casa de Bernarda Alba, y esta es la tesis que se maneja a lo largo de más de una hora de duración del audiovisual. Hay una celebración de Federico como ese trotamundos feliz, desprejuiciado, que se entrega al embrujo seductor de la Isla mestiza. Matices que se han difundido poco por temas relacionados, quizá, con su condición de mártir de la Guerra Civil.
“Él vino de alguna manera a disfrutar y también como una huida de muchísimos miedos, muchísimos nubarrones que tenía allá y en pleno escape hubo también descubrimiento y renacer.
“Al encontrarnos, Antonio Manuel y yo, con un material tan potente y absolutamente desconocido —refiere Torres— también nos dimos cuenta de que en Cuba se daba una circunstancia muy especial con relación a Lorca y a su huella. Todo el mundo le conoce, el Teatro Nacional tiene la Sala García Lorca, es difícil hallar una ciudad, un pueblo donde no se le recuerde. Creo que es el escritor extranjero, como dice Urbano Martínez Carmenate, más leído y representado aquí”.
El resultado final se lo plantearon como una suerte de tríptico donde se desarrollan a la par tres planos narrativos y se evaden, con total conocimiento de causa, los recursos más socorridos a la hora de contar un hecho histórico. La trama discurre con naturalidad entre pasado y presente, entre protagonistas y expertos.
“Hemos utilizado una ficción para Federico, aunque hemos querido dejar claro que es un actor, expone el coguionista y codirector, Antonio Manuel. Esto abre una distancia con el público, porque nadie sabe cómo se movía, cómo hablaba y le concede una libertad interpretativa, pero también redobla su credibilidad. Cuando el espectador sabe que no es él, de repente acaba creyéndolo.
“Ese monólogo, salpimentado de palabras del propio Federico, es el que equivale a la voz en off de un documental convencional, pero es una voz viva. El discurso ya no es historicista, sino sensorial”, asegura.
Una exhaustiva investigación bibliográfica dio como resultado otra parte de la narración, la relacionada con los personajes que conocieron a Lorca antes y durante su visita a Cuba, aquellos con los que disfrutó verdaderamente y tuvo una familiaridad, con los que se olvidó incluso que era una figura pública para ser simplemente “feliz”.
“Me siento muy satisfecho del trabajo actoral de los que han hecho las entrevistas ficcionadas —afirma quien también es parte del equipo que creó la banda sonora original de la cinta—, cómo han adaptado los textos y han hecho creíble que estemos ante Flor Loynaz, Lidia Cabrera, José María Chacón, Adolfo Salazar. No hay nada impostado, son ellos, Nicolás Guillén, es un actor diciendo palabras de Nicolás Guillén.

Para redondear la historia están los especialistas que aportan otros detalles y valoraciones: como el creador del Romancero gitano había sido invitado, nada más y nada menos, que por Don Fernando Ortíz, al frente de la Institución Hispanocubana de Cultura, para dar una serie de conferencias sobre la poesía, el cante jondo y la canción de cuna.
Anécdotas de cuando conoció en La Habana al compositor ruso Serguéi Prokófiev, su participación en una cacería de cocodrilos, que se especula pudo ser en la Ciénaga de Zapata, o su viaje a Santiago del que nació el poema Son de negros en Cuba. La parte vinculada a su teatro la abordan el director de Teatro de las Estaciones, Rubén Darío Salazar, y el joven Anthony Bernal, de El Trébol Gitano.
“Federico nació en Cuba”, se afirma a inicios del metraje, y este nacimiento metafórico lo explica Antonio Manuel a través de su hallazgo del alma común de Andalucía y de Cuba.
“Cuando vio al negro, vio al gitano, al judío, al morisco que todos llevamos dentro. Tomó consciencia de su alma caleidoscópica y entendió que dentro de la negritud estaba la persecución, la marginalidad, pero también la resistencia, esa es el arma más potente que nos han concedido a ambas culturas hermanas.
“Este pueblo, igual que el mío, es consciente de que la vida es efímera, que somos un arañazo en la eternidad y por mucho que nos duelan todas las persecuciones, todo lo que nos hacen, este pueblo, que también es el mío, sabe que la mejor forma de combatirlo es decir: ‘quítame lo que tú quieras, pero a mí no me vas a robar ni la dignidad ni la alegría’”. (Edición web: Miguel Márquez Díaz)
Lea también

Concluye Jornada Lorquiana en Matanzas
Con un Concilio de las aguas desde la Ermita de Monserrate, lugar que visitó Federico García Lorca en la primavera de 1930, llegó a su fin la Jornada Lorquiana… Leer más »