
Fotos: De la autora
A lo largo y ancho del mundo, se multiplican las historias de fuego y junto a ellas de hombres valiosos y sacrificados, indetenibles en su afán de preservar la vida, estabilizar situaciones de desastres como incendios, accidentes de tránsito, vertimientos de químicos, terremotos e inundaciones, y conservar bienes económicos.
En Cuba, la creación del Cuerpo de Bomberos se remonta al 13 de noviembre de 1696 en Santa Clara. Hoy, en cada territorio del archipiélago existe un comando debidamente equipado con central de alarmas, materiales de apoyo y personal capacitado.
En fecha en que se celebra el Día Internacional del Bombero, nos acercamos a Pedro Betancourt, uno de los 13 municipios contemplados dentro de los límites de la provincia de Matanzas, y en el que el surgimiento de los valientes que enfrentan las llamas se encuentra ligado al incendio de grandes proporciones ocurrido en 1960.
HURGANDO EN EL PASADO
Cuba Libre fue uno de los ingenios más importantes de Matanzas, aun cuando unos 80 kilómetros de tierra le separan de la cabecera provincial, de la ciudad de los ríos y puentes, de la Atenas del San Juan y el Yumurí.
El coloso de hierro por muchos años brindó prosperidad a Pedro Betancourt, en aquel entonces más notablemente agrícola, en momentos en que la caña era uno de sus principales rubros económicos, sustento del 70 % de su gente.
Pero los azucareros, un buen día, comenzaron no solo a preocuparse por aumentar las cifras de melao y azúcar, sino por asumir tareas que escapaban de su cotidianidad y los vinculaban con controlar llamas desbordadas.

De ahí que, de la historia de los bomberos de Betancourt, una parte importante esté ligada a la caña y a sus hombres. Ello lo propició que, desde hace varias décadas, a escasos metros del Cuba Libre esté ubicada la unidad de bomberos del territorio.
Hurgando en el pasado, el historiador del municipio Julián Rogelio Álvarez López aclara que los primeros protagonistas de las historias de fuego de la zona no estaban vinculados al ingenio ni allí radicó la sede original.
El movimiento hacia las cercanías del central ocurrió con el paso del tiempo, porque donde la unidad estuvo inicialmente enclavada se transformó en un centro telefónico en el que, actualmente, radica Etecsa.
Hay una historia mucho más remota, relacionada con Bolondrón, cuando era un municipio independiente. Allí, el español Ángel Albístur, considerado benefactor del lugar, durante su alcaldía pavimentó las calles del pueblo y lo dotó de un acueducto y un cuartel de bomberos de avanzada tecnología, de acuerdo a la época.
Según investigaciones realizadas por el historiador, casi todos los incendios más notables que afectaron a Betancourt ocurrieron en el mes de marzo, lo que pudiera estar relacionado con la sequía habitual de esa época del año y los llamados vientos de cuaresma.
“El 2 de marzo de 1953 ocurrió un incendio en el teatro Sport, mientras que el 14 de marzo de 1960 comenzó en la imprenta Cabrera, donde hoy radica el círculo deportivo Jaime López, nombrado así en honor al dirigente azucarero que falleció allí.
“El 31 de marzo de 1971 aconteció uno de grandes proporciones, en la calle 22, el cual abarcó toda una manzana, donde existían viviendas fundamentalmente de madera. Otro se desataría el 14 de marzo de 1986, en la antigua Sociedad Asiática, conocida como casino chino. El 17 de marzo de 1997 ocurrió un siniestro en la vivienda del desaparecido central Socorro”.
Curiosidad también es que tres de los incendios del territorio sucedieron en una misma cuadra. “Dos tuvieron lugar en el mes de marzo, mientras que el tercero se produjo el 27 de junio de 1955, en el antiguo hotel Noriega. Todos los siniestros ocurridos en el lugar se desencadenaron de domingo a lunes, alrededor de las 12 de la noche y 2:00 de la mañana”.
OTRA MIRADA AL FUEGO
Eduardo Márquez Pozo, aunque no es fundador del cuerpo de bomberos del territorio, ni siquiera de la unidad de la zona conocida como El Cuba, que radica a escasos pasos del ingenio ya desmantelado, sí ha dedicado muchísimos años de su vida a la profesión.

“Cuando niño sentí un carro con la sirena y me llamó la atención, y desde entonces supe que esto era lo que quería hacer”, comenta, mientras vuelve a pasar el trapo al vehículo como quien da brillo a su tesoro más preciado.
Una torre altísima recuerda que, muy cerca de donde se encuentra la unidad de bomberos, alguna vez existió un gigante de hierro, de los que convertían caña en azúcar.
También salta a la vista una nave de enormes proporciones, con una arquitectura diferente y poco convencional en el país. Ahora pertenece a la Empresa de Silos, pero, según cuentan los pobladores más longevos del lugar, por su interior antaño circulaban muchísimas rastras que movían los productos del central, y tal era la vida en sus adentros que parecía que había una ciudad dentro de otra.
Actualmente, en lugar se mantiene un solo carro que presta servicio a todo Pedro Betancourt y, de necesitar apoyo, cuenta con el mismo procedente de los comandos cercanos. Además de ocuparse de la limpieza del local y la técnica, Pepe, como todos le conocen y quien es el máximo responsable de la unidad, vela por el buen estado del vehículo, porque sabe que en su actuar oportuno hay demasiado en riesgo.
Salvar vidas y recursos del Estado es lo que más le motiva, y reconoce que, además de conocimientos y destrezas, ser bombero requiere de una entrega total.

“Lo que más me gratifica es saber que ayudo al prójimo, que salvo vidas y bienes, tanto individuales como estatales. Si se habla de peligroso, es entrar en un incendio de altas proporciones. Considero que el fuego más difícil de apagar, por su complejidad, es el derrame de combustible”.
En tantos años en el oficio, cuentan en demasía los riesgos que ha afrontado, aunque, si le obligas a ahondar en el recuerdo y escoger la huella más profunda, no la dejaron las llamas.
“En una ocasión, en Güira de Macurijes, hubo un accidente donde tuvimos que realizar un rescate porque un compañero quedó atrapado y, por desgracia, perdió la vida. Eso me marcó para siempre”.
Por su desempeño como bombero, se le entregó una casa justo al lado del comando, lo que significa que, prácticamente, Pepe vive en el trabajo. “Apoyo tengo todo el tiempo de mi madre, hermanos, de mi esposa que es casi bombero y de mi hijo que es adicto a esta profesión. Me siento satisfecho porque he cumplido, estoy cumpliendo y siempre cumpliré con la Revolución”.

Hoy, los bomberos que laboran en Pedro Betancourt en su mayoría son voluntarios. La Asociación de Bomberos Voluntarios, fundada en la Isla el 23 de diciembre de 1986, constituye una unidad organizativa complementaria del sistema de seguridad contra incendios, y a ella están afiliados trabajadores de entidades estatales y no estatales, así como pensionados y amas de casa.
Muchos son los hombres y mujeres que en el poblado juegan un rol importante en el rescate y salvamento. No solo articulan bombas y regulan válvulas. Son vigilantes del fuego, y por encima de todo: protectores de la vida.