
La edificación ubicada sobre la Peña de San Bernardino, en el punto más alto de Varadero, está considerada como una de las siete maravillas de Matanzas. Fotos: Fran Alexis Ortega Sosa
La Mansión Xanadú de Varadero, joya arquitectónica del estilo neocolonial cubano, hoy luce en todo su esplendor, gracias a un proceso recuperativo que le ha valido el Premio Nacional de Restauración 2025, por el meticuloso trabajo llevado a cabo en la preservación de sus valores artísticos e históricos.
Conocida también como Casa Dupont, en alusión a su antiguo dueño, el millonario franco-norteamericano Irénée Dupont de Nemours, es obra de la prestigiosa firma Govantes y Cabarrocas, autores del Capitolio Nacional y del Pabellón de Cuba en Sevilla, entre otros. Su fecha de terminación no queda clara en las fuentes bibliográficas, se data entre 1929 y 1930.
Tal como lo refiere el arquitecto Ramón Recondo, principal responsable del proyecto de restauración, Xanadú se encontraba bastante afectada por su cercanía con el mar y la intrusión salina, deterioro al que se habían sumado malas intervenciones realizadas sin el mínimo rigor necesario.
Además de la vivienda del conocido magnate de un imperio petroquímico, esta edificación fungió temporalmente como base de las fuerzas de guardafronteras; luego, se convirtió en el restaurante Las Américas y, al inaugurarse el Campo de Golf de Varadero, en la década de los 90, pasó a formar parte de él.

“Llevaba muchísimos años sin recibir un mantenimiento correctivo o preventivo, y esto produjo daños en sus elementos de maderas preciosas y en las cubiertas de mármoles italianos y cubanos. Los baños presentaban filtraciones, los elementos de bronce estaban sucios por el salitre, había grietas, desconchones en la pintura, humedades y malas aplicaciones de productos en los pisos, sobre todo de las terrazas”.
Según explica este especialista de la Empresa de Proyecto de Arquitectura e Ingeniería, la intervención tomó años. Lo primero fue hacer un levantamiento detallado, metro a metro, ya que no existía la documentación original. Ahora, la construcción cuenta con un juego de planos actualizados que incluyen su semisótano, el primero y segundo nivel y la terraza-bar mirador.
Las labores incluyeron la modernización de las habitaciones con detectores de incendios y el rescate de la climatización mediante los conductos originales del inmueble, que pasaban a través del falso techo. Se levantaron los pisos de los baños, se cambiaron las instalaciones sanitarias y los bajantes pluviales se empotraron de nuevo.
“Mejoramos la imagen de las fachadas con una pintura texturizada de calidad excepcional, la cobertura de este material ofrece 15 años de garantía. Esto representa un ahorro, porque allí se invertían grandes sumas en repintar, todos los años, y el resultado se veía poco, pues era erosionado muy rápido por las condiciones hostiles del medio ambiente”.

El proyecto incluyó una reorganización del área de almacenes, cumpliendo con la normativa más actualizada en la materia. Se renovó la cocina y su imagen exterior, que tenía una serie de elementos mecánicos que se apreciaban muy poco armónicos. Todos los muebles originales de la casa, especialmente los que están en el primer salón, fueron restaurados y se puso como premisa que ese espacio se mantenga como una suerte de museo.
“Me satisface el resultado, se hizo una labor minuciosa, de detalle, no solo para el presente, sino para mantenerla en el futuro —aseguró Recondo—. La restauración hay que hacerla con las manos del corazón, a través de ella se preserva el quehacer de las grandes firmas de la arquitectura, así como la huella de artífices anónimos. Quien no sienta por la cultura y el patrimonio no puede llevarla a cabo”. (Edición web: Miguel Márquez Díaz)
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