
Es imposible imaginarse la existencia de Ediciones Vigía sin una cuota inmensa de amor. Lo asegura Agustina Ponce Valdés, quien dirige y sostiene el inusual proyecto desde 1999.
La 33 Feria Internacional del Libro en esta provincia estuvo dedicada a honrar a la singular casa editorial, que este mes cumple cuatro décadas, y fue construida sobre la base del ingenio.
Los que hicieron posible el milagro pronto se hicieron amigos, con un horizonte en común: hacer una editorial manufacturada que pronto se caracterizó por el exquisito trabajo de selección y edición, la valía de deberse al trabajo humano, la poética visual y la búsqueda constante de conceptos cada vez más arriesgados y complejos.
Explica Ponce Valdés que en la institución se utiliza todo cuanto esté al alcance: papeles desechables, materiales rústicos, elementos naturales o textiles, residuos industriales, caracoles, piedras, hojas de árboles, cordeles. Todo puede ser parte de una propuesta en apoyatura del texto, subraya tras detallar que las publicaciones abrazan una variedad de formatos.
Su surgimiento, en 1985 –en uno de los edificios de la Plaza de la Vigía de la ciudad de Matanzas, donde aún permanece–, estuvo marcado por la entrega de impresos muy simples, pergaminos y pequeños plegables que motivaron al público a asistir a numerosas y variadas veladas.
Pero con el tiempo ya nadie fue feliz, ni los más ilustres escritores, hasta ver algunas de sus obras plasmadas en la editorial matancera. El gusto rebuscado se puso a un lado. Era, es, la fascinación por los libros convertidos en obras de arte, utilizando las formas más sutiles y en las que se funden la palabra y el diseño en piezas únicas.
Vigía ha publicado una larga lista de autores cubanos y extranjeros muy prestigiosos, y por eso y otros muchos valores que enriquecen las colecciones de su catálogo, además de ser la casa editorial más antigua haciendo libros-arte, es la más coleccionada en el mundo.
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Las publicaciones de Vigía, dice Agustina, figuran entre los fondos de prestigiosas bibliotecas y centros de arte del mundo y, de manera particular, en gran parte de las universidades de Estados Unidos, incluida una colección completa en la Biblioteca del Congreso y el prestigioso Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Al rememorar a creadores imprescindibles, Agustina Ponce menciona a Rolando Estévez, quien hizo trascender el proyecto con sus diseños, y a figuras fundamentales como Laura Ruiz, Alida Fernández y Marialva Ríos. A la casa editorial la hace universal el símbolo del quinqué, que alimentó los campos cubanos.
A Agustina nada le place tanto como evocar las palabras de la prestigiosa poeta, ensayista, investigadora y crítica literaria, Fina García Marruz, al comparar la labor de Vigía con la de los monjes renacentistas, quienes pasaban horas y horas escribiendo a mano los primeros libros que la humanidad conoció.
«Cuando en algún momento perdemos la fe, o creemos que no saldrá cierto libro por falta de algún material, nos alimentan y nos siguen esperanzado esas palabras de Fina».