Los frenos de la pedagogía

Los frenos de la pedagogía Fotos: Ramón Pacheco y Raúl Navarro

Sentada bien al fondo, a solo un curso de graduarse de la escuela pedagógica, una estudiante piensa en trabajar mientras el turno avanza. No se contempla impartiendo clases a un aula dentro de unos años ni tomándose el tiempo de preparar pruebas que luego de aplicar tendrá que evaluar. En absoluto: mejor irse a un bar de camarera y guardar el título de 12 grado por si acaso, aunque no le sirva para más nada.

En primera fila, donde se supone que se sienta porque él sí tiene interés, porque él siempre quiso ser maestro, un estudiante se pregunta si podrá continuar su especialidad en la Educación Superior. Es probable que el Centro Universitario Municipal de su territorio no la tenga disponible de aquí a allá, y él no podrá entonces seguir becado en el municipio cabecera. Lo que más le duele es la perspectiva de desvincularse, de no alcanzar su meta profesional y no convertirse en el educador consagrado que le hubiese gustado ser un día.

Al mismo tiempo, en una secundaria próxima, frente al aula de mayor matrícula, el profe no sabe qué hacer. Bueno, sí lo sabe: irse cuanto antes para “el Vara”, lo que no hizo cuando sus socios le aconsejaron coger algo de Gaviota. Al fin y al cabo, optó por la carrera para pasar solo un año de Servicio Militar, pero con la misma se mantuvo y ya no aguanta estas prácticas. Lo de trabarse en una ecuación frente a la pizarra y que tenga que pararse uno de los chiquillos a resolverla como le enseñó su repasador es ya demasiado. No se puede tener la mente en dos lugares al mismo tiempo.

Ejemplos como los anteriores, elegidos al azar durante la confección de este reportaje, se recogen en cualquier escenario. Máxime, cuando personas adultas, desconocidas, incluso, hallan como tema de conversación su inquietud ante la falta de buenos maestros. Una ausencia que impera en los últimos años y deja lugar a practicantes desmotivados de la enseñanza, quienes a su vez prolongan el círculo vicioso de no fomentar en nuevas generaciones el interés por enseñar.

El que acuda en estos tiempos al interior de las carreras pedagógicas y pregunte a buena parte de quienes las cursan si lo hacen por verdadera vocación, o si se ven a sí mismos ejerciéndolas una vez graduados, encontrará respuestas de todo tipo. Dentro de ellas, un considerable número son ambiguas o directamente negativas, basadas en una compleja serie de factores donde el económico es quizá el de mayor peso, mas no el único.

Es una ley no escrita en la Cuba de los últimos tiempos, uno de esos edictos que sentencia la población y asume como realidad agravada: ya no se forman maestros como los de antes. Dicho más explícitamente: la formación pedagógica actual es mala. Pero, ¿tan grave es el problema que no se soluciona por más que pasen los años? ¿Qué lo origina y qué lo empeora? ¿Cómo afecta a Matanzas en particular? ¿Hay esperanza de erradicarlo?

DONDE SE FORMAN LOS FORMADORES

La Escuela Provincial Pedagógica de Matanzas René Fraga Moreno fue en un inicio, como sus homólogas en todo el país, una Escuela de Formación de Maestros Primarios. Por ello, fieles a la costumbre, los matanceros la siguen llamando La Formadora, como desde su inauguración hace ya medio siglo. Al inicio se ingresaba con sexto grado, hasta que en 1976 se estableció que fuese a partir de noveno.

Hoy se estudian allí todas las especialidades, desde Educación Infantil (que incluye Primaria, Primera Infancia y Especial) hasta Secundaria Básica, más la parte artística (Educación Plástica y Educación Musical, para Primaria; Musical-Danzaria y Visual-Teatral, para Secundaria Básica). Los futuros maestros tienen la posibilidad de egresar y continuar sus estudios a nivel universitario.

Yasiel Flores Castillo lleva apenas un año en dicho centro, donde funge como director. De los más de 200 estudiantes que había antes de él llegar, este curso verá graduarse unos 90. Del casi centenar que queda, ¿cuántos se incorporarán de veras a la formación pedagógica?, ¿cuántos serán maestros?

“Seguramente ni la mitad —contesta el directivo ante su propia retórica—. La antesala para entrar aquí es la Secundaria Básica, y en los tres años que allí pasan los alumnos deben someterse a un proceso de formación vocacional y de orientación profesional. En el caso concreto de la formación pedagógica, es indicación, es prioridad, que en todas las secundarias haya círculos de interés con ese fin, por la necesidad de maestros que hay en el país y en el territorio.

“¿Cuál es la realidad, en modo general? Que el niño ya no quiere ser maestro. ¿Por qué? Número uno: economía. Número dos: la situación que vive el maestro aparte del salario, las condiciones laborales que se observan. Matanzas, en particular, tiene una afectación permanente tan decisiva como el Turismo. Todo el mundo quiere las especialidades de Gaviota, y ahí es donde está la mente del niño de noveno grado. Aunque limitadas, las capacidades para entrar a la formación pedagógica descienden cada año, mientras que las de Gaviota —y otras cadenas hoteleras— ascienden.

“De hecho, especialidades como Refrigeración o Electricidad Industrial, entre otras carreras técnicas de las estudiadas en el Instituto Politécnico Industrial Ernest Thaelmann, comenzarán a cursarse allí con perfil Gaviota. Es decir, en la falta de maestros incide enormemente la presencia del Turismo, pero desde el propio Ministerio del Trabajo muchas de las carreras que se ofertan hoy son para el Turismo .

“Entonces, ¿cómo podemos nosotros revertir eso? Se vuelve muy difícil encauzar por otro rumbo al niño, una vez que conoce las posibilidades a su alcance en Varadero. Aunque ni remotamente sean las de antes, todavía logran atraer en comparación con el camino de la pedagogía”.

A partir de que una gran mayoría no quiere ingresar a la formación pedagógica, también se hace difícil asegurar la calidad de los que sí entran. Es esa gran mayoría la que prefiere optar por Gaviota antes que por La Formadora, el Pre o la Vocacional, y servir mesas y ofertar productos antes que definir su potencial como científicos, intelectuales, maestros. Entonces, ¿qué calidad estudiantil queda para acceder a una escuela como la pedagógica?

“La media, y en muchos casos la mínima —afirma el director—. Estudiantes que a lo mejor son del más bajo promedio de una Secundaria Básica, y se les ayuda, se les impulsa, se trabaja con ellos para que lleguen a 80, que es el límite de entrada aquí.

De este modo, cuando alcanzan el cuarto año, tendríamos maestros poco capacitados, graduados de lo que, simplemente, les llegó. Formamos así una X cantidad de estudiantes, de profesionales, invirtiendo una X cantidad de recursos, aunque los haya muy buenos y talentosos en cada una de las especialidades, para, al final, no obtener un buen resultado”.

Mientras, la Facultad de Educación de la Universidad de Matanzas no es una excepción cuando hablamos de las dificultades que hoy conlleva lo educacional. Las matrículas que en primer año comenzaban con un determinado número, comienzan a bajar en lo sucesivo. Como en otras carreras, se hace sumamente difícil para sus cursantes el sustraerse a las necesidades económicas imperiosas del día a día y, en el camino, dejan de formarse con el rigor y el compromiso necesario muchos de los posibles maestros del futuro.

“No se debe tanto a la calidad de los estudiantes —explica el vicedecano docente del área, José Antonio Colomé Medina— como a las dificultades económicas que deben solventar en otros espacios. Ahora, también los estudiantes varones suelen optar por las carreras pedagógicas para pasar un solo año de Servicio Militar, y luego no acuden a matricular pese a haberles llegado el otorgamiento”.

El curso diurno, desarrollado en el presente bajo la modalidad Plan E de cuatro años, implica que los alumnos hagan prácticas laborales desde primero. Dicho sistema es la forma organizativa que los vincula desde el inicio con su futuro desempeño y va aumentando el tiempo por año académico.

En tercero tiene lugar la ubicación laboral adelantada, para relacionarlos con sus respectivos centros de trabajo, y la culminación de estudios pueden realizarla sobre la base de aquellos problemas que identificaron durante las prácticas. 

Desde la Facultad, el vicedecano coincide con lo antes descrito en la Formadora por Flores Castillo: hay quien escoge la carrera porque le gusta, se adapta desde que entra, mantiene la calidad como estudiante a lo largo del proceso, pero ni en un lugar ni en otro estamos hablando de una mayoría.

“Generalmente, los que escogen las carreras pedagógicas no hacen los exámenes de ingreso a la Educación Superior. Provienen del llamado Colegio Universitario Pedagógico, y muchas veces por no someterse a examen, por no esforzarse por estudiar, es que terminan aquí. Otros sí llegan por esa vía, pero la mayor parte se debe al caso contrario o al suspenso en alguna de las tres pruebas. Muy pocos entran tras aprobarlas todas, y en general porque no alcanzaron otra carrera”.

La modalidad de colegio universitario mencionada por el vicedecano se desarrolla en el preuniversitario, integrada por los jóvenes que aspiran a formación pedagógica una vez terminen el 12 grado, reunidos a nivel institucional y atendidos en los turnos de actividades complementarias. Así, la carrera les llega mediante otorgamiento directo.

EL PROBLEMA EN NÚMEROS

Lo que de insatisfactorio presenta actualmente la formación pedagógica en Matanzas, en cuanto a estadísticas y análisis de las mismas, quedó expuesto el pasado 26 de febrero durante el Balance de Trabajo de la Dirección General de Educación de la provincia. La lectura del informe tuvo lugar ante el viceministro Alexander Manso Díaz y el director provincial del sector, Edilberto Casanova Armenteros.

Por ejemplo, durante el pasado año, el plan de ingreso a estas carreras se comportó en un 53 %. De 615 incorporaciones previstas, solo hubo 326, incumpliendo así especialidades como Profesor de Matemática, Profesor de Química, Profesor de Física y Profesor Visual-Teatral. De esta matrícula inicial se aprobaron 11 bajas y dos altas; las especialidades más afectadas al respecto fueron Primaria (Jagüey Grande), Biología (Cárdenas), Historia (Matanzas), Inglés de Secundaria Básica (Martí) y Musical-Danzaria (Colón y Los Arabos). 

La eficiencia en la formación pedagógica del nivel medio superior alcanzó un 58,88 %. De una matrícula de 467 estudiantes se graduaron 275, perdiendo un total de 192 en el ciclo. Como especialidades más afectadas, figuran Geografía (16,66 %), Matemática (50 %), Historia (55,17 %), Biología (56,25 %) y Primera Infancia (57,33 %).

A su vez, en un 60,72 %, la matrícula de 275 graduados tampoco logró la meta (82 %) en alcanzar categorías de Excelente y Muy Bien en el desarrollo de sus habilidades profesionales pedagógicas. Esto representa una cifra de solo 167 estudiantes, creciendo en 13,32 puntos porcentuales con respecto al año anterior y decreciendo en 22,72 con respecto a lo esperado. Los mejores resultados se aprecian en la Escuela Pedagógica Roberto “Coco” Peredo, del municipio Colón, destacándose las especialidades de Primera Infancia y Especial.

La retención del personal docente (dirigentes, educadoras, maestros y profesores) se vio afectada, entre otras causas, por la pérdida de la idoneidad demostrada, el acercamiento a la residencia, una mayor remuneración, sanciones laborales, problemas personales y familiares, la emigración y el cambio para otro organismo. Al cierre de 2024, esta estadística se comportaba al 93,54 %, inferior al indicador deseado por la provincia.

Los territorios que aprobaron mayor cantidad de bajas por éxodo fueron Matanzas, Cárdenas, Martí, Colón, Perico, Jovellanos, Pedro Betancourt, Limonar, Unión de Reyes, Ciénaga de Zapata, Jagüey Grande y Los Arabos.

Los niveles educativos que aprobaron estas bajas fueron: Primera Infancia, con 57; Primaria, 306; Secundaria Básica, 101; Preuniversitario, 29; Técnica y Profesional, 36; Pedagógica, 17; y Especial con 16. Tampoco se cumple el porcentaje de retención deseado.

Todos estos números evidencian la inestabilidad en que operan cada vez menos educadores formados o en vías de formación. Y, pese a la primera impresión que nos podemos llevar al introducirnos en el tema, no es la economía el único aspecto que repercute. En este fenómeno también tiene incidencia el proceso de atención a estos profesionales.

A ese aspecto ineludible le presta especial atención Casanova Armenteros, por cuanto golpea en los diferentes niveles educativos —sobre todo en Secundaria Básica, Educación Técnica y Profesional, Preuniversitario y Pedagógica—, y dado que de ahí parten posibles soluciones o agravantes. 

La cobertura del personal docente se encuentra cubierta en Matanzas al 76,40 %, en unas 7 216 plazas de las 9 445 propuestas, y el directivo tiene claro que para sostenerla e incrementarla con calidad —y con los profesionales adecuados— es preciso crear una base favorable y convincente de atención al personal.

“Ante todo, la cobertura del personal no es más que un elemento de la gestión de fuerza laboral —señala Casanova Armenteros—. Por tanto, estaremos cubiertos en la medida en que también tengamos un buen proceso de atención a los maestros. Primero hemos de lograr que el director de escuela se sienta gestor de esa fuerza, y no un mero consumidor de ella. A nivel socioeconómico la competencia es muy fuerte para nuestro sector y eso no lo vamos a resolver a corto plazo, pero al mismo tiempo hay un grupo de elementos subjetivos, más allá de atraer personal con estímulos laborales, que no en todas partes acabamos de entender.

“Cuando hacemos un análisis por diversos municipios e identificamos las causas de abandono del personal, en la mayoría de los casos empiezan por el proceso de atención al maestro, que incluye las condiciones de trabajo. Las que el maestro encuentra en su aula, en su local, en su escuela. Es muy difícil entregarse a esta vocación en un lugar que no se sienta acogedor, y también donde el clima laboral sea lamentable, donde al llegar usted encuentre alteración o desidia a nivel de claustro o de dirección del centro, producto de la situación que vivimos en el país. Seguiremos perdiendo maestros mientras estas circunstancias se mantengan, con la correspondiente pérdida de cobertura docente”.

Para el funcionario, una serie de componentes inciden en esta problemática, y entre ellos destaca la poca búsqueda de posibilidades de pago a la sobrecarga docente; la falta de atención a educadores enfermos o con problemas familiares; la mala gestión del personal de reserva; y los análisis meramente descriptivos —sin profundizar en las causas— de los órganos de dirección de este proceso.

El viceministro Manso Díaz, por su parte, reconoció en el Balance lo difícil de sostener una docencia digna en medio del escenario vigente en el país.

“Las variables y los textos son tantos: salarios que no alcanzan, ofertas de trabajo en todos lados, mipymes que les ofrecen 20 000 pesos por atender un puesto de venta, amén de todo el rigor que conlleva ejercer en el sistema educacional.

“Por lo general, en otra clase de centros de trabajo la gente puede salir a la calle cuando ve afectada su rutina laboral por un apagón, y así aprovechar el tiempo en comprar comida o resolver otros problemas personales, ¡pero el maestro no!

“Sin electricidad en las casas ni en las escuelas, con problemas de alimentación, con problemas de transporte para llegar a su destino, con problemas para poder preparar la clase, además de trabajar en los más de 60 ejes transversales que le atañen (cultura política, económica, trabajo preventivo, atención al niño que se ausenta, educación sexual…), el volumen de exigencia para nuestros profesionales es enorme. Y nada de esto se puede rebasar sin el maestro adecuado, sin el maestro preparado.

“La cobertura alternativa del personal docente es una necesidad obligatoria a la que tenemos que acudir cuando medimos el ingreso a las escuelas pedagógicas, más el éxodo profesional; pero esa cobertura alternativa a priori no responde al grado de compromiso que podemos esperar de un educador especializado en nuestros centros de formación”, añadió la autoridad del sector.

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En un trabajo titulado Escuela de electricidad, publicado en La América, Nueva York, en noviembre de 1883, José Martí expresaba: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente hasta el día en que vive: es ponerlo al nivel de su tiempo: es prepararlo para la vida”.

En vista del panorama pedagógico matancero y su, de momento, poco propicia solución, parece mucho más difícil y titánico emular una mínima parte de esa frase martiana. Quizá porque no solo depende del educador, sino de toda una cadena de realidades que han de revertirse en estímulo y no en desaliento.

Que así de desfavorable se muestre a estudiantes y profesores su entorno no sorprende, teniendo en cuenta lo que se padece en tantos otros sectores que también resultan vitales para el desenvolvimiento de la sociedad. Pero que esta situación persista, que el futuro profesional de un maestro se anquilose en mediocridades propias o ajenas a él, y que sobre todo cueste ver materializada a plenitud una frase del Apóstol… eso, llamándonos Cuba, debe tener respuesta. Y para bien. (Por Beatriz Mendoza Triana y José A. Gómez Morales)

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Sobre el autor: Colectivo de autores

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