![Hace poco un incidente en la céntrica tienda Plaza Milanés-Ayllón puso encima de la mesa otra vez el tema de la discriminación a los discapacitados en Cuba.](https://giron.cu/wp-content/uploads/2025/02/discapacidad-3ok-820x500.jpg)
—La silla no puede entrar —le dijo con esa expresión que asumen los custodios cubanos cuando deben azorar a alguien como si fueran palomas que molestan en un parque.
—¿Es en serio? —preguntó Yunaidy sin saber si la interrogante era para sí misma, que aún no procesaba lo que ocurría, o para el señor que le vedaba el paso a su hija en sillas de ruedas.
—Sí, en serio.
—Pero ella no puede caminar —replicó la madre, como para que el otro utilizara la lógica o, por lo menos, recurriera al sentimiento más básico de las personas: la humanidad.
—Pues tiene que dejarla ahí con alguien que la cuide.
Ese lunes, semanas atrás, Yunaidy Pérez Hernández salió a dar una vuelta por el circuito de tiendas de Calle Medio, uno de los entretenimientos de los matanceros cuando tratan de unir lo útil con el gozo, en un contexto signado por la supervivencia. Andaba con sus dos niñas, Samira Annelie Álamos Pérez, la más pequeña, que padece una parálisis cerebral infantil y por ello carece de movilidad en el tren inferior, la mayor y la hija de su esposo.
Relata que, incluso, fueron hasta La Reina, un establecimiento de venta en MLC, y allí pudo acceder con la silla de ruedas sin dificultades o caras largas. Cuando arribaron a la Plaza de Milanés y Ayllón, ella retiró un contenedor que se adhiere a la parte de atrás de la silla, y lo entregó en el guardabolsos. Sin embargo, cuando se dispuso a adentrarse en el edificio, la detuvo el señor con su gesto para azorar palomas.
“Ahora sé que debía haber llamado al gerente. Tal vez en otro caso sí lo habría hecho, pero no quería que mi niña se diera cuenta de lo que sucedía, que se quedara con ese recuerdo. Por eso también contuve el llanto y traté de entretenerla cada vez que me preguntaba que cuándo íbamos a entrar”.
La hija de su esposo sí accedió e hizo la cola para el mercado de víveres y para la perfumería; pero Yunaidy se quedó en el lobby con su niña. Esperó allí por lo menos una hora. Cuenta que se percató de que el custodio la observaba y que en un punto otro se acercó a él, conversaron algo que no pudo escuchar y después la miraron los dos. “Él tuvo todo el tiempo del mundo para reflexionar, recapacitar y decirme: ‘Mire, mamá, entre y yo le revisaré la sillita cuando usted salga y ya’; o cualquier solución que se le hubiera ocurrido”. Nunca sucedió.
¿Cuántos pensamientos, uno detrás del otro, cada uno más devastador que el anterior, pudieron pasarle por la cabeza a la muchacha, como la cinta de una película, fotogramas de la vergüenza propia y ajena, mientras aguardaba en la tienda? ¿Habrán creído que ella se aprovechaba de la condición de su hija para robar paquetes de picadillo o acondicionador? ¿Habrá quién no comprenda lo complejo que resulta proteger la inocencia de una niña que nunca podría saltar suiza o brincar sobre los charcos y que contemplaría al mundo desde abajo, y que muchos la juzgarán desde una superioridad bípeda que llamarán normalidad?
A Yunaidy, días atrás, el teléfono se le cayó dentro de un caldero con agua y debió colocarlo en una tanqueta de arroz. Por ello, a la mañana siguiente, cuando pudo al fin encender el móvil, todavía con la peor sensación que se puede sentir en los huesos, la impotencia, escribió un post en Facebook donde denunciaba el maltrato a que habían sometido a su hija. Este causó revuelo dentro de las redes y creó una burbuja de indignación hacia prácticas que, tristemente, aún permanecen en una sociedad que se vanagloria de su apertura y benevolencia.
El periódico Girón hizo un primer acercamiento al tema con un comentario que lo abordó someramente. Este reportaje trata de profundizar en dicha situación. Lo toma como caso de estudio para hablar sobre rezagos de discriminación que perduran hacia un sector de la población vulnerable por limitaciones físicas; además de abordar otros asuntos logísticos, culturales y económicos que afectan a esta comunidad.
LA HUMANIDAD DE LOS CONSUMIDORES Y LAS POLÍTICAS CORPORATIVAS
Si muestras de tanta falta de empatía pueden encontrarse en cualquier escenario, en el transporte público, si este aún rodara, en las tantas colas que conforman la cotidianidad del cubano o en el sencillo acto de cruzar una calle, cuando se presentan en una entidad estatal, adquieren otra connotación. Las instituciones, sobre todo aquellas que se especializan en la prestación de servicios deben poseer políticas para evitar este tipo de comportamientos o castigarlas.
Por tal motivo, se conversó con la gerencia de la Corporación Cimex S. A. en la provincia para saber cómo se actuó al producirse el hecho, y qué disposiciones internas ellos detentan para proteger a sus clientes, en especial a aquellos que puedan ser víctimas de la intolerancia por una discapacidad mental o motora.
Al preguntarles si poseen alguna medida administrativa que prohíba el acceso a personas en sillas de ruedas, la gerencia respondió que no, porque va en contra de las disposiciones del país, que nacen desde la Constitución, de que todos contamos con los mismos derechos.
Según explican, al enterarse a través de las redes sociales de lo acontecido, crearon una comisión para investigar el hecho y sus posibles implicaciones. Para el análisis del empleado se utilizó la Resolución 54/18 del Ministerio de Comercio Interior, “Indicaciones para la organización y ejecución de la protección al consumidor en el sistema de comercio interno”. En dicho documento, se recoge que a los clientes hay que dispensarles un trato amable, transparente, equitativo, no discriminatorio ni abusivo.
![Hace poco un incidente en la céntrica tienda Plaza Milanés-Ayllón puso encima de la mesa otra vez el tema de la discriminación a los discapacitados en Cuba.](https://giron.cu/wp-content/uploads/2025/02/discapacidad.jpg)
También recalcan que en el Manual de Procedimientos de Cimex se establece que el Sistema de Protección al Consumidor constituye a su vez un sistema de garantía a la calidad del servicio. Es decir, no solo protege los intereses de los compradores, sino que lo asume como un proceso holístico que prevé su bienestar en cada faceta.
Por tanto, al custodio se le juzgó a través del Reglamento Disciplinario de la Institución y se comprobó que había violado varios artículos e incisos de este, como el que recoge el maltrato de obra y de palabra a compañeros de trabajo, superiores u otras personas en la entidad; negligencia en el cumplimiento de su labor, y desatender o no prestar atención eficiente a las necesidades, quejas, sugerencias, que formulen los clientes.
Como resultado de encontrarlo culpable de estas, se decidió separarlo del puesto de manera definitiva. A la hora de elegir dicha sanción, se tuvo en cuenta el estudio del metraje de las cámaras de seguridad, donde se pudo evidenciar que el susodicho en ningún momento, aunque la madre se encontraba allí, recapacitó o buscó el consejo de algún jefe o administrativo.
Quizás el custodio pecó de extrema rigidez en el desempeño de sus funciones, de un celo profesional que raya en lo absurdo; no obstante, aunque tal vez solo pensó que realizaba su trabajo, incurrió en un hecho de pobreza moral, de poca empatía hacia el prójimo. Valga resaltar, a la vez, que a lo mejor a nivel de corporación existan disposiciones fuertes para detener estos sucesos; sin embargo, cuántas de estas llegan a conocimiento de los trabajadores. El desconocimiento puede ser tan nocivo en ocasiones como el odio visceral.
LAS CULPAS SIEMPRE APARECEN TARDE
“Eso tuvo su repercusión a nivel nacional —asegura Julio César Abreu Falcón, con 22 años de experiencia al frente de la Asociación Cubana de Limitados Físico Motores (Aclifim), en la provincia—. Cuando me llamaron mis superiores, fui a la tienda a conversar con la gerente, una persona muy abierta y con la cual tengo muchas relaciones de trabajo. Desde su oficina llamamos a la madre de la niña, que es de Manolito, por tanto, asociada al municipio Pedro Betancourt, actualmente en trámites para mudarse a Matanzas.
“Esto tiene varias miradas, porque en primer lugar la mamá de la infante no se dirigió a la Aclifim, y tampoco llamó a los responsables de la tienda. Encontró las redes sociales como vía de escape. El señor fue separado del puesto de trabajo, una persona que le falta un año para jubilarse, lo que resulta triste, pero cometió un error: tomó una decisión sin consultarla”.
Julio acordó con la directiva de Cimex que buscaría la Convención de las Naciones Unidas e impartiría un seminario en el establecimiento de Milanés y Ayllón. En sí, le ofrecería una explicación a los trabajadores, a los compañeros de seguridad, sobre cómo debe ser el trato hacia los discapacitados.
“Tal vez, si alguien se le hubiese acercado a la muchacha y le hubiese dicho: ´No te vayas, espera, vamos a ver al jefe de turno o al de seguridad´, el desenlace hubiese sido otro —comenta con un poco de pesar—. Tú no puedes permitir que un compañero tuyo esté cometiendo una injusticia de ese tipo, y no hacer nada.
“Quiero hacer una reunión con todos, porque de una forma u otra están implicados en este hecho. Esa madre tiene ahora la libertad constitucional de hacer una denuncia a la fiscalía, por violación de un derecho constitucional, y la tienda y la gerencia de Cimex buscarse problemas”.
DE CONVENCIONES, LEYES Y RESPALDOS SOBRE UN PAPEL
La convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, de la que Cuba es Estado firmante, vio la luz en Nueva York y se puso en vigor en 2008. Pretende “promover, proteger y asegurar el goce pleno y en condiciones de igualdad de todos los derechos humanos y libertades fundamentales por todas las personas con discapacidad, y promover el respeto de su dignidad inherente”, con un acápite muy especial dedicado a los niños.
Entre las obligaciones generales, se manifiesta que “los Estados partes deben examinar y revisar la legislación, promover bienes, servicios e instalaciones de diseño universal, y elaborar políticas y programas para hacer efectiva la Convención y consultar en ese proceso a las personas con discapacidad”.
El doctor en Ciencias Políticas Osvaldo Manuel Álvarez Torres, profesor de Derecho de la Universidad de Matanzas, asegura que en nuestro país las personas en situación de discapacidad están totalmente respaldadas desde lo legal. Para ello, se remite a la Constitución de la República de Cuba, actualizada en 2019, cuyos artículos se analizaron y aprobaron en previa consulta popular.
El título V Derechos, deberes y garantías, en su artículo 40, refiere que “la dignidad humana es el valor supremo que sustenta el reconocimiento y ejercicio de los derechos y deberes consagrados en la Constitución, los tratados y las leyes”. Por otro lado, en el 41, “el Estado cubano reconoce y garantiza a la persona el goce y el ejercicio irrenunciable, imprescriptible, indivisible, universal e interdependiente de los derechos humanos, en correspondencia con los principios de progresividad, igualdad y no discriminación. Su respeto y garantía es de obligatorio cumplimiento para todos”. Mientras, en el 42 se establece que todas las personas son iguales ante la ley.
Además de la Carta Magna, existen otros documentos igualmente importantes y de obligatorio cumplimiento, como la Norma Cubana 391-1 Accesibilidad de las personas al medio físico, que establece los requisitos generales de accesibilidad para personas con discapacidad o limitaciones en el país. Igualmente, en el Código Penal, se encuentra plasmado cómo sancionar a quienes en su actuar violen los derechos de las personas discapacitadas.
Sin embargo, por desgracia, aunque el apoyo jurídico sea un elemento valioso, no siempre en la Constitución y otras disposiciones se refleja con la misma exactitud que en la vida, que suele ser más caótica y permeada por matices culturales y educativos. Las leyes se convierten en efectivas cuando se fusionan con el inconsciente colectivo, cuando se entienden como inherentes a lo bello y a la convivencia pacífica y productiva de todos, más allá de limitaciones corporales o cualquier otro tipo de discriminación.
MÁS ALLÁ DE LAS BARRERAS MENTALES
“La política de la tienda consiste en siempre facilitar el acceso a los discapacitados, dentro de las dificultades que tiene la propia institución, como el tema referente a barreras arquitectónicas. Y es que, desde que llegas a un lugar y te dicen que tienes que entrar por la puerta de salida, ya te están discriminando”, enfatiza el directivo de la Aclifim.
La gerente asegura que recibió la edificación muy inconforme con los constructores por las barreras existentes, un problema no tan complejo de resolver. Incluso, aseguran que le solicitarían un despacho a la dirección de la empresa constructora, para que comprendieran en el terreno que no resulta tan difícil hacer una rampa.
![](https://giron.cu/wp-content/uploads/2025/02/discapacidad-2-1024x768.jpg)
como la Plaza de Milanés y Ayllón.
Sorprende esta falta de tacto a la hora de diseñar y efectuar las obras; sobre todo, por el dilatado proceso que conllevó la ejecución del proyecto. Cualquier matancero puede atestiguar los años que tardaron en terminar ese fastuoso establecimiento, como una especie de elefante blanco sagrado en el corazón comercial de la ciudad. En sí, tiempo no les faltó para poder eliminar los obstáculos.
El Sauto, Monumento Nacional, posee las rampas de accesibilidad, y hasta que no las tuvo no se reinauguró. Juegue o no con el entorno, esos principios no se pueden ignorar. Los principales museos del mundo las poseen. No tiene nada que ver que sean más antiguos o más modernos. La idea se encuentra en integrarlas lo mejor posible. Desde el momento en que aceptaron la tienda con barreras arquitectónicas, violan la Norma Cubana de Accesibilidad”, fulmina Abreu Falcón.
El problema de Matanzas en este aspecto resulta preocupante, porque se trata de una ciudad muy antigua, donde todos sus edificios, al no estar creados con dicho propósito, se hallan repletos de impedimentos: los bancos, la Calle Medio…
“¿Qué persona en una silla de ruedas puede andar por adoquines? En mi caso, que uso un zapato ortopédico, se me viran los pies. Cuando comenzó el proyecto de la remodelación del casco histórico, llevé a la Oficina del Conservador un libro sobre el tema, con recomendaciones de las Naciones Unidas. Eso se obvió totalmente. Recursos tuvieron para hacer ahí todas las rampas necesarias. En una esquina hicieron una para subir la acera, y cuando llegas a la esquina siguiente no hay. ¿Cómo bajar entonces?”.
El funcionario de la Aclifim asegura que no solo piensa en personas en sillas de ruedas; también en adultos mayores, mujeres embarazadas, madres con niños en cochecito. Cuenta que existe una batalla constante en todas las asambleas y reuniones sobre este tema tan delicado e importante.
“Cada empresa constructora posee un comité de expertos con la potestad para decir: ´esta obra no se inaugura hasta que no tenga la plena accesibilidad´. Pero en la realidad eso no se cumple”.
UN LARGO CAMINO POR TRANSITAR
Para Julio César Abreu Falcón aún se evidencian muchos problemas. “La cultura de la discapacidad en Cuba está en pañales. Como organización, tenemos que accionar ante todos los organismos de la administración central del Estado, y que cada cual cumpla lo que debe cumplir”.
Con un poco de alivio, afirma que situaciones como la de la niña no son tan comunes, porque ya tanto los discapacitados como sus familiares han aprendido a defender sus derechos.
“Por ejemplo, en los municipios se han abierto canales para que las personas puedan expresarse, y que casos como ese se tramiten de modo correcto. Contamos con una base de datos, que se actualiza trimestralmente, donde se encuentran todos los miembros de la provincia, con su lugar de residencia y sus principales necesidades. Eso es otra exigencia de la Convención de las Naciones Unidas”, acota.
En cuanto a la discriminación, se ha ganado mucho terreno, pero quedan otras problemáticas en el día a día aún por resolver. Es decir, cuestiones que afectan a todos; más a ellos, por sus limitaciones en un mundo que se creó con estándares predeterminados para las personas anatómicamente perfectas, con sus dos piernas fuertes para ir y venir de la bodega, y no para aquellos que requieren atención diferenciada y especial.
“La bancarización, una medida que era necesario tomar, pero que perjudica grandemente a los discapacitados”, menciona el funcionario.
“En el banco no te entregan tu salario completo, solo una parte; entonces, debemos ir tres o cuatro veces. Se une a la discapacidad la situación del transporte, la lejanía, los pocos cajeros automáticos y su disponibilidad de dinero. Eso sin contar que quienes utilizan sillas de ruedas no pueden maniobrar con ellos por la altura a la que se ubican.
Está hecha una solicitud al banco para que los asociados a la Aclifim cobren su salario íntegramente de una sola vez. Cuando sacas el porcentaje de personas discapacitadas, vinculadas a un centro laboral, es irrisorio”, asegura el directivo.
En el más reciente congreso de la Aclifim, se abordaron temas neurálgicos para la asociación, como las ayudas técnicas, “el déficit de sillas de ruedas, andadores, muletas, bastones, entre otros insumos. A la Aclifim provincial no entraban sillas de ruedas desde el 2018, una donación desde los Estados Unidos. Recientemente, me trajeron unas compradas por partes en China y ensambladas en Minerva[11] (Empresa Industrial «Ángel Villareal»), Villa Clara, con pésima calidad. Además, el Estado, con la poca divisa de que dispone, prioriza hospitales, hogares de ancianos, policlínicos…
“Imagínate que nos entregaron 67, y tengo 847 afiliados que necesitan de ellas. Algunos las requieren a tiempo completo y, en ocasiones, estas no duran ni un año. Cerca de 200 personas de la provincia esperan por este implemento. Hay quienes llevan años en lista de espera, sentados en su casa en un taburete, acostados en cama por una amputación doble”.
Con respecto a reparaciones, argumenta que existe un taller especializado en sillas de ruedas en La Habana, el único a nivel nacional. Después de que termina la producción en Villa Clara, las piezas sobrantes se envían a la capital para crear un stock de repuestos. Al no entrar apenas sillas al país, no hay recursos para las reparaciones. Actualmente, solo se realizan soldaduras menores. “Y eso es allá, aquí no existe un lugar así. Tenemos relaciones con el taller de electromedicina, que pertenece a Salud Pública, el cual nos apoya con fondos, algunos espaldares, gomas… Cuando tenemos casos muy críticos, nos socorren, pero solo a una o dos personas. Son instrumentos muy específicos y se complejiza realizarle adaptaciones”.
LA IGUALDAD DEBE AJUSTARSE A CADA QUIEN
Quizá aceptar que uno tenga un hijo con necesidades especiales esté entre los procesos más impactantes y personales de un padre; quizá sea uno de los amores más incondicionales que haya. Tal vez la enseñanza más compleja que le deben legar a sus niños es que, a pesar de sus limitaciones, el mundo les pertenece de la misma manera. Sin embargo, esta lección se complica al percatarse de que aún restan muchos obstáculos, demasiado odio a lo diferente, o la comprensión de que más roto está el que ofende que el agredido, porque el segundo lo está por fuera, pero el primero lo está por dentro.
Yunaidy no olvidará nunca ese sentimiento de impotencia que le subió hasta la garganta y le robó las palabras en el instante. Por suerte, incluso con ese dolor adentro, logró que Samira no se enterara de lo sucedido y se quedara en la inocencia de los niños. Ella no merece aún enterarse de que la crueldad deja marcas indelebles en la piel y más profundo también.
Quisiéramos creer, como plantea Julio César, que los actos de discriminación, los más evidentes por lo menos, ya no sean tan comunes. Pero no solo en ello radica el tratamiento diferenciado que conllevan las personas de este sector. Se debe velar, asimismo, por facilitarles servicios públicos, por ejemplo: algo tan sencillo como cobrar una pensión; o proporcionarles instrumentos para su desenvolvimiento, como sillas de ruedas, muletas y demás implementos; u ofrecerles una ciudad abierta y no una que les vede el paso por las barreras arquitectónicas.
Realmente, existen diversas disposiciones jurídicas que amparan sus derechos y su inclusión en la sociedad. No obstante, si estas no vienen con políticas de atención efectivas —siempre se debe tener en cuenta la crisis de abastecimiento y financiera que padece el país—, a veces no pasan de ser letra muerta. La igualdad no se encuentra en aplicar las mismas medidas y tratos para todos, sino en percatarse de las necesidades de cada cual y hallar la manera en que pueda ayudársele a alcanzar su plenitud. (Por Ana Cristina Rodríguez Pérez y Guillermo Carmona Rodríguez)
Muy buen trabajo. Pero es necesario que se elimine el término discapacitados de futuras publicaciones, lo correcto es personas en situación de discapacidad.
No obstante, es un excelente trabajo que visibiliza la EXCLUSIÓN y la NULA EMPATïa que hay hacia estos miembros de nuestra sociedad.