Julio Antonio Mella lo asumió claramente cuando musitó, exánime, que moría por la Revolución al caer abatido por sicarios del tirano Gerardo Machado en el pavimento de una calle de Ciudad de México la fría noche del 10 de enero de 1929, por donde caminaba al lado de su compañera de causa e intimidad Tina Modotti.
Los buenos cubanos de entonces y los de hoy lo sobrevivieron para sentir el orgullo y la reverencia constante por aquel joven titán, asesinado a los 25 años, cumpliendo tareas sobresalientes en las filas del movimiento estudiantil y comunista nacional e internacional, con la convicción de que Mella lo entregó todo por la Revolución iniciada en 1868 por los padres fundadores de la Patria.
Su exclamación, recogida por la historia, demuestra que conocía bien la monstruosa entraña del enemigo que sabía lo perseguía, sin embargo no se detuvo ante el combate activo, de un enorme potencial político e ideológico. Asumió con coraje su hora final y ello lo hace grande entre los héroes.
Desde temprana edad su vida había sido marcada por la acción constante, de modo que esto ayuda a entender la razón del rico caudal revolucionario, a pesar de su pérdida en la flor de la vida.
Tal vez no esperado en una persona tan joven, supo crear un programa y métodos de lucha rico en acciones con progresivo y destacado ejercicio del pensamiento y la teoría, y esto lo desplegó incluso desde antes de partir al exilio a que lo obligó la saña del llamado Asno con garras.
Recuerdan legado de Julio Antonio Mella a 96 aniversario de su asesinato – Televisión Santiago de Cuba
Gerardo Machado, entonces presidente de Cuba desde 1925, corrupto e incondicional subordinado a los designios imperiales, era furibundo anticomunista y sobrepasaba los límites como norma a la hora de cometer desmanes y ordenar la ejecución de crímenes horrendos para apagar cualquier indicio de reclamos por justicia social y de soberanía patria.
La vida de Mella corría serio peligro dentro de su país cuando partió en 1926 a México, adonde le llegó más tarde la saña del dictador.
Una suerte de nuevo emplazamiento de combate resultó la bella ciudad, donde se integró a las filas de su partido comunista, del cual llegó a ser miembro del buró político, además de vincularse a una organización revolucionaria venezolana que también pretendía abatir a la dictadura en su nación.
Allí se entregó de lleno, como era su estilo, a tareas que lo hacían activo militante de la Internacional Comunista continental. Luego viajó a Rusia y Bruselas para acercarse a movimientos políticos similares, de enfoques divergentes, polémicos e incluso controvertidos en aquellos tiempos.
Hablando de su forja y pasado reciente, en Cuba, lo vemos fundando la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas en 1924, para luego integrar filas de la mexicana. Laboró igualmente en la difusión de las ideas marxistas desde el periodismo y era promotor de la reforma universitaria en América Latina. Su impronta tuvo alcance continental.
El activismo de Mella ganaba intensidad por día, e incluso tuvo que enfrentarse a intrigas y suspicacias, cuando fue acusado falsamente por enemigos infiltrados entre los comunistas. Sin embargo, como joven honesto y bravío nunca renunció a su entrega, verticalismo y mantuvo la directriz en sus planes fundamentales de derrocar la tiranía de Gerardo Machado.
Mella: paradigma vivo entre la juventud cubana – Radio Baraguá
En 1928, organizó una expedición armada que se dirigiría a Cuba, contra el tirano, para la cual consiguió un alijo de armas. Soplones que fingían ser oponentes del dictador divulgaron el plan. Machado encargó ejecutar el crimen contra Mella y con ese fin el asesino viajó a México, a fines de ese año.
Esto era mucho más de lo que podría soportar el tirano, informado por sus acólitos a sueldo. Los días del incansable estratega revolucionario estaban tristemente contados. Y todo porque aun desde el exilio él no había olvidado la causa de su noble tierra, la cual necesitaba mucho ser realmente libre.
Julio Antonio Mella era natural de La Habana donde nació el 25 de marzo de 1903, y era hijo ilegítimo del sastre dominicano Nicanor Mella y la irlandesa Cecilia McPartland y Diez, aseguran.
Matriculó Derecho en la Universidad, así como Filosofía y Letras. En 1921 creó la revista Alma Mater, de la cual fue su administrador y uno de sus principales redactores. También encontraba tiempo para la práctica asidua y entusiasta de deportes, lo que acentuaba su figura atlética y hermoso porte.
Partes ineludibles de su incansable obrar político fueron la fundación en 1922 de la Federación Estudiantil Universitaria, la emblemática FEU, convertida enseguida en baluarte de la lucha contra la corrupción en los claustros, por la reforma en esa enseñanza y la expansión de los vínculos de la institución con la sociedad y otras organizaciones en auge.
También en 1923 auspició el primer Congreso Nacional de Estudiantes, y fue uno de los principales autores de sus bases mediante un manifiesto que proclamaba la creación de la Universidad Popular José Martí, que abrió las aulas de la educación superior de manera gratuita a los sectores más desprotegidos de la sociedad: trabajadores y personas muy humildes. Los maestros eran estudiantes de la propia institución.
Fundó asimismo en 1925 -junto al luchador independentista Carlos Baliño- el primer Partido Comunista de Cuba. Además de marxista convencido era antimperialista, pues concebía que la soberanía y la emancipación nacional solo se alcanzarían eliminando los lazos de dependencia a la potencia extranjera que dictaba desde 1898 el destino del país.
La integralidad de Julio Antonio lo lleva ser recordado además como atleta destacado en los predios universitarios, sobre todo en la natación. Tal vez por eso veamos en él una imagen moderna, atractiva y convocante, la de un cubano neto proyectada al presente y al futuro acompañando a este pueblo siempre. (Texto por Marta Gómez Ferrals – ACN/Cartel: Mara Romo/Edición web: Miguel Márquez Díaz – Periódico Girón)
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